El X Salón de la Crítica propone asumir la condición "famélica" del arte

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Con el lema "arte famélico", la décima edición del Salón de la Crítica propone la pérdida del estatus funcionarial del arte y los artistas surgido en la década de los ochenta del siglo pasado y enfrentarse a ese reto desde la creatividad y la convicción de que el sometimiento a ese estado ya no es posible.

Un total de nueve artistas, propuestos por otros tantos miembros de la Asociación Murciana de Críticos de Arte, exhiben sus trabajos con ese eslogan en el colegio de Arquitectos de Murcia el próximo miércoles, 14 de mayo, donde permanecerán hasta el 20 de junio. La inauguración es a las ocho de la tarde.

Los artistas y críticos que los presentan son Araceli Reverte Bernal, presentada por José Alberto Bernardeau; Gloria Lapeña, por Javier Castro Flórez; Felipe Yánez, por Pedro A. Cruz Fernández; Amalia Rodríguez Bermúdez, por Marian García Arroyo; Violeta Nicolás, por Carmen Hernández Foulquié; Lost Architects, por Pedro Manzano; Antonio Ballester Les Ventes, por Isabel Pagán; Iván Molina Jiménez, por Inés Pérez; y Pedro Gómez Martínez, presentado por Maribel Úbeda.

Texto íntegro del lema con el que se convoca el X Salón de la Crítica

La crisis ha puesto en entredicho, entre otras muchas cuestiones que no son de nuestra competencia, el modelo confeccionado en la década de los ochenta del siglo pasado; modelo basado en una serie de puntos/aspectos que todos conocemos, pero que es conveniente recordar para acercarnos al concepto de "arte famélico", título elegido para el X Salón de la Crítica.

Desde la consolidación de la democracia y las comunidades autónomas (las minúsculas están puestas a conciencia), los artistas, y por consiguiente el arte, pasaron a ocupar un lugar muy importante en el sistema naciente.

Este "ascenso" vino motivado por la necesidad de servirse de unos actores (nada nuevo) que habían empezado a representar su papel "crítico" en la década anterior.

A su vez, la necesidad de protagonismo de estos actores, y su demanda de medios para poder "vivir" y exponer su obra, facilitó el maridaje e institucionalizó los lazos de dependencia.

Pronto, las instituciones públicas se convirtieron en los principales compradores y productores de acontecimientos artísticos.

Para ello, se sirvieron de la subvención y de la discriminación, creando toda una red de espacios los mejores- y circuitos expositivos deseados por todos los artistas, y a los cuales sólo accedían aquellos afines o los tocados por la vara de la fortuna, empuñada parcialmente por el gestor de turno.

Así, de la libertad añorada y peleada, se pasó al clientelismo y a la creencia errónea de que la administración, sino mantenerlos totalmente, debía hacerse cargo de la mayoría de sus "gastos".

La pescadilla se mordía la cola, cerrando un círculo totalmente vicioso.

Todo este "mundo" maravilloso para algunos, se encuentra sacudido en la actualidad por una serie de sismos, de carácter tectónico/estructurales, que están trastocando el paisaje/arte, dejándolo irreconocible por los cambios que está sufriendo, y de los que difícilmente podrá recuperarse.

La vuelta al pasado no es posible, si el arte quiere ser lo que predica, pues, aunque las circunstancias económicas mejoren, las relaciones ya no volverán a ser las mismas.

El arte, los artistas, deben enfrentarse a este reto desde la creatividad, y desde la convicción de que el sometimiento/dependencia ya no es válido.

El arte del nuevo tiempo debe asumir su condición "famélica", la pérdida del status funcionarial, y empezar a nutrirse de sí mismo, a exigirse a sí mismo, a olvidar los "tiempos muelles", y a no criticar el presente porque añora el pasado.

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