La oración, pilar de la Iglesia diocesana

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La oración, pilar de la Iglesia diocesana

«Gracias por tanto» es el lema del Día de la Iglesia Diocesana, que celebramos este domingo, 6 de noviembre. Una jornada para orar y colaborar económicamente con la Diócesis.

El Día de la Iglesia Diocesana es una ocasión para dar las gracias por todos aquellos que se ponen a disposición de sus parroquias y diócesis y, por medio de distintas tareas y actividades –pastorales, educativas, evangelizadoras, asistenciales…– sirven a Dios y llevan su amor a los demás.

Sin embargo, nada de esto sería posible sin oración. Es el pilar que sostiene todo lo demás; y el Día de la Iglesia Diocesana es momento también de dar las gracias por quienes, desde distintas realidades, rezan por la Iglesia, y nos recuerdan la necesidad de la oración.

«Rezar por la Iglesia es para nosotras una necesidad»

Quienes rezan continuamente, y de hecho dedican su vida a la oración, son las monjas de clausura. La Diócesis de Cartagena cuenta en la actualidad con 130 de estas religiosas, en un total de 15 conventos.

Entre ellas se encuentra sor Rosario de Fátima. Tiene 81 años y es clarisa en el Monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena de Lorca. «Hace 63 años que entré en este monasterio y gracias a Dios estoy viviendo en esta casa con mucha alegría», cuenta sor Rosario. Tuvo su encuentro con Jesús a los 16 años y la Iglesia, desde entonces, ha guiado su vida: «La Iglesia lo ha sido todo para mí. Por ella voy haciendo mi vida de oración, de sacrificio, de alegría; y en estos años de entrega, donde procuro acercarme cada vez más al Señor, la encomiendo cada día, porque estoy muy agradecida».

Esta oración es, además, continua: «Somos voz de la Iglesia, por el rezo oficial de cada día; y también oramos por sus necesidades: por los sacerdotes, por las personas que se acercan a nosotras para que las encomendemos…». Y es que rezar por la Iglesia es fundamental no solo para ellas, sino para cualquier cristiano: «Es nuestra madre, es quien nos lo da todo; y la Iglesia hoy lo necesita. Rezar por ella es para nosotras una necesidad».

«Nos ayuda a ver que Dios es el verdadero protagonista»

También rezan por la Iglesia los religiosos que, sin estar dedicados enteramente a la contemplación, tienen integrada la oración en su norma y su vida; como los frailes del Convento Nuestra Señora del Carmen, en Caravaca de la Cruz.

Uno de ellos es Juan Serrano Muñoz, carmelita descalzo desde hace 34 años y sacerdote desde hace 29, que vive su consagración al Señor «como un auténtico regalo». En su comunidad, orar por la Iglesia es esencial: «Santa Teresa de Jesús nos enseña que no nos encerramos en un convento para refugiarnos de los problemas de fuera. Al contrario: nuestra vocación es orar, interceder y trabajar en favor de la Iglesia y del mundo». Por eso, explica, la oración personal y comunitaria de los carmelitas «está orientada a la santificación de los miembros de la Iglesia», y es su «primer apostolado en favor de la Iglesia y de quienes pertenecen a ella».

Esta oración es importante porque «la Iglesia es santa, pero sus miembros siempre están necesitados de conversión y reforma. Por eso necesitamos orar los unos por los otros, “hacernos espaldas”, como decía santa Teresa». Además, apunta Juan Serrano, «orar nos ayuda a caer en la cuenta de que Dios es el verdadero protagonista, y nosotros sus colaboradores». La Iglesia «no es solo una institución; es una familia humana. Necesitamos dar gracias juntos, pedir perdón y también interceder los unos por los otros para vivir la santidad que Dios espera de nosotros y de ese modo ser luz de su amor a todos los hombres».

«Es necesario para la salvación de las almas»

Otra realidad donde se reza por la Iglesia es en las capillas de Adoración Perpetua, donde los adoradores se turnan para acompañar a Jesús Eucaristía las 24 horas del día. En la Diócesis de Cartagena hay dos: una en la capilla del Apóstol Santiago, en Murcia; y otra en la ermita de la Purísima, en Alguazas.

Rebeca Macedo es una de las adoradoras de la capilla de Alguazas, donde coordina los turnos de la madrugada desde hace tres años: «Mi labor es estar pendiente de que Jesús Eucaristía no se quede solo; todo lo demás lo hace nuestro Señor, él va llamando a los que van a acompañarle», explica Rebeca. «Lo vivo como una gracia espiritual y con tanta intensidad que el tiempo en su presencia no pasa. Mi alma pertenece a Dios y en él descansa».

Como adoradora, reza por la Iglesia «de la mano de la Santísima Virgen», con el rezo del Santo Rosario; y ofrece también la Santa Misa, sacrificios, oración… «La oración por la Iglesia es necesaria para la salvación de las almas. Somos el Cuerpo místico de Jesucristo, y nuestro deber como siervos inútiles es servirle». Desde su realidad, invita a «amar la Iglesia como Dios la ama y permanecer en ella»; ser fiel a su magisterio y «fortalecerla a través de la oración».

«¿Cómo no rezar por una madre?»

También los jóvenes rezan por la Iglesia; entre ellos los universitarios que, cada lunes, acuden a la Hora Santa de Hakuna en Cieza, en la Parroquia San José Obrero.

Pablo Moreno Gómez, de 21 años, es uno de los jóvenes que participa. Colabora en la organización del grupo y también en el coro, y para él seguir a Cristo en Hakuna es «vivir arrodillado ante Dios y ante el hermano»; algo «trasversal» a toda su vida.

«Yo concibo a la Iglesia como mi madre: me cuida, me ayuda, me protege… ¿y cómo no rezar por una madre?», expresa Pablo, y añade: «Es fundamental para un cristiano. En Hakuna siempre rezamos por la Iglesia; se nos invita a rezar por el Papa, por los sacerdotes, por los laicos que la formamos».. Y es importante para «poder alcanzar esa santidad a la que aspiramos, a la que estamos llamados como cristianos; para poder ser luz del mundo y que, en medio de tanta oscuridad, ahí esté la Iglesia».

Pablo invita, por último, a «rezar por nuestra Iglesia y por la comunión y fraternidad entre todos», para poder ser esa luz que brille en la oscuridad.

Una tarea, la de rezar por la Iglesia, que es de todos los cristianos que forman esta «familia», sea cual sea su realidad; que es la savia que sostiene a todos sus miembros y renueva la conciencia de que el centro de la Iglesia, su motor, su vida, es Dios. 

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