Rincones de Totana. Bar Ortiz

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Rincones de Totana. Bar Ortiz

Cuando inicié esta serie de narraciones de los rincones totaneros, no solamente estaba en mi ánimo hablar de la geografía urbana, quería también reseñar establecimientos o lugares que han formado parte de la vida de la ciudad. Entre ellos, naturalmente están los bares clásicos de los cuales hablaré con los datos que he obtenido, sin que yo añada nada más que mi comentario o impresión sobre ellos.

El Bar Ortiz era un local emblemático donde los haya, palacio de la buena cerveza, decoración modernista sencilla con reminiscencias a antigüedad clásica, con un ambiente agradable y la posibilidad de charla. Allí no había prisa, un perfecto lugar para hacer amigos, porque amigos éramos todos los que entrábamos en él.

Lo abrió Domingo Ortiz Navarro el 15 de septiembre de 1929, coincidiendo con la llamada “feria de los burros”, el mercado anual de ganado que se hacía en la Rambla. En 1933 lo cedió a  Pedro Ortiz Romero que lo mantuvo criando a sus hijos y empezando a ser un referente en las tabernas totaneras, pero con la diferencia de un lugar muy céntrico y con razonables precios.

En 1960 asumieron la regencia del local sus hijos Pedro Antonio y Melchor Ortiz Romero, dándole otro aire más adecuado a los años que corrían. Nuevos tiempos y nuevas costumbres en una España en desarrollo. Las mujeres ya entraban a los bares, primero con sus maridos y luego solas y esas costumbres modificaron la estructura clientelar del local, que se benefició como la sociedad misma de los nuevos aires.

Se impuso la cerveza y siempre tuvieron la mejor y sabiendo tirarla con su presión correspondiente. La edad de la clientela bajó, ya no eran los padres, eran los hijos que alternaban sin que estorbaran a los mayores ni a la inversa, por lo que el Bar Ortiz se hizo el lugar donde tomar el aperitivo de referencia en Totana.

Pedro Antonio, Fili para los amigos, y Melchor eran jóvenes que conectaron con la nueva forma de vida y modificaron el contenido poniendo nuevas tapas, destacando siempre la mojama y la hueva porque tenían la mejor que encontraban en el mercado. Cuando los clientes no cabían dentro del local salían a la calle y, tanto en mesas como sin ellas, continuaban los jóvenes totaneros en su habitual lugar de esparcimiento.

Los jóvenes iban al Ortiz y las chicas pasaban por la puerta para ver y ser vistas, liando la hebra con los chicos con frecuencia y, como manda madre Natura, algunos se enamoraron allí, se casaron y todavía tuvieron tiempo los hermanos Ortiz de servir cerveza a los hijos de aquellos, pero el paso del tiempo no perdona, Melchor murió y Fili se jubiló dando fin a la bonita historia del bar más emblemático de Totana.

El Bar Ortiz fue mientras vivió un referente de buena cerveza y lugar de reunión de amigos donde siempre privó la buena compañía, la escasez de peleas y problemas y ahora, cuando pasamos por el lugar añoramos sin duda los buenos ratos pasados en él.

Juan Ruiz García

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