Artículo de opinión de Lara Hernández Abellán

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Artículo de opinión de Lara Hernández Abellán

Al alcalde de mi pueblo:

Ayer, el máximo representante de Alcantarilla, su alcalde Joaquín Buendia, hacía en redes una publicación a tipo de reflexión o sermón -aún no he conseguido elegir entre una de las dos opciones para calificarlo- y por la que considero que no es de recibo pasar de largo. 

No es la primera ni será la última en la que tenga que, de manera similar, leer o escuchar acusaciones o insultos camuflados por parte de esta persona. Por desgracia, me he ido acostumbrando a ellos durante cinco años y medio de plenos, discursos, inauguraciones, bienvenidas y felicitaciones siempre parciales y tintadas de color azul. 

Se lamentaba en esta ocasión del distanciamiento actual de la ciudadanía con la política y culpaba de ello a todos esos “otros políticos”, en los que, por supuesto, ni él ni todos los suyos estarían incluidos, y que, según su criterio, “son los únicos que dan espectáculos bochornosos, los que tienen mala educación, los del más bajo nivel y las falsas intenciones, los manipuladores de información y los que tienen escasa o nula capacidad para estar en las instituciones”. 

Casi como si fuera Dios.

Inmediatamente después de escribir semejante reflexión acusativa, justo en el siguiente párrafo, empezaba a señalar y calificar a sus rivales políticos actuales, uno a uno, pero sin dar nombres, como hacen los que tiran la piedra escondiendo la mano o los que ordenan una ilegalidad para salir vencedores tras ella y después echan la culpa hasta a los propios trabajadores de su casa, esos a los que no les ha quedado otra que agachar la cabeza.

Habla el alcalde, que hizo del “fuerza y honor” su lema, de quienes, según su criterio, “son incapaces de pedir disculpas ni contribuir a un necesario clima de sosiego, diálogo y debate democrático”, pero lo hace él, a quien nunca hemos escuchado pedir disculpas ni admitir un error; el que de manera inquisitoria amenaza a trabajadores o concejales si no retiran publicaciones personales de sus propias redes -entre ellos a mí misma una noche de hace años llamándome a mi propia casa a las once de la noche-; al que no le tiembla la voz para ridiculizar a una concejala de su corporación, en este caso a Aurora Ortega, imitándola en su discurso con un viejo chiste del desaparecido Gila; al que le molesta un arcoíris que asoma por detrás de Mariola Tomás, una pequeña pantalla, y avisa con autoridad de que intentará que se retire, como ya hizo en otra ocasión con una bandera similar que ondeaba desde la ventana del grupo de IU-Verdes y del que él cree “su ayuntamiento” o “su propio cortijo”. Ese mismo alcalde que se pasó la anterior legislatura menospreciando públicamente a un concejal por su falta de currículum, que fue incapaz de separar la política de lo personal y que nos negó durante años el saludo, o nos aisló en actos institucionales, siendo miembros de su misma corporación y, además, antes que políticos, vecinos y vecinas de su mismo pueblo. 

La misma persona que ha sido capaz durante el último pleno de argumentar sus intervenciones apoyándose en los títulos de varias canciones de una famosa cantante italiana y con el único fin de seguir ridiculizando a otro concejal de la Oposición, José Manuel López, y que, en este caso, además de cumplir con su trabajo, solo es culpable de ser fan de dicha cantante y de haber denunciado una ilegalidad.

El mismo alcalde que se quedó en silencio cuando a la actual vicepresidenta de esta Región un humorista le dedicó una viñeta donde justificaba su cargo en ser mujer y haber pasado por una enfermedad muy grave; el que permitió en aquella ocasión que cargos de su propio Partido aplaudieran y compartieran ese chiste machista y vergonzoso y el que cuando yo misma le pedí que mostrara su repulsa a esa viñeta no fue capaz más que de mirarme altivamente y guardar silencio. 

Y esa misma persona es la que, ahora, juzga, acusa y se atreve a decir quienes sí y quienes no, sobran de nuestras instituciones.

Sr. Buendia, no soy quién para juzgar el por qué el pueblo de Alcantarilla ha decidido que sea usted su alcalde. Respeto y respetaré siempre esa decisión democrática y también a cada uno de los miembros elegidos y que forman parte de su Equipo de Gobierno, pero lo hago de la misma manera en la que respeto al resto de personas que forman parte de la Oposición, ya sean de uno u otro color político, porque igualmente fueron elegidos por vecinos y vecinas de Alcantarilla a los que también representan. No lo olvide nunca.

He respetado y respeto las decisiones plurales que se adoptan en un pleno, aunque, por desgracia, la mayoría de veces no se cumplan; respeto a quienes con responsabilidad levantan sus manos para votar, por una u otra opción, y defendiendo siempre el pensamiento de sus votantes; respeto cualquier discurso que se haga desde el sentido común y la concordia, pero nunca podré respetar el autoritarismo y la falsedad de quien, como usted hizo ayer, solo acostumbran a acusar, menospreciar y ridiculizar a sus adversarios, aunque lo hagan sonriendo o con los más amplios y estudiados discursos irónicos o chistes. Y, por supuesto, nunca respetaré los gestos homófobos de aquellos que pretendan esconder un símbolo tan inclusivo y plural como el arcoíris. 

La política, debería ser otra cosa Sr. Buendia, en eso estamos de acuerdo. 

Debería ser mucho más verdad y mucho menos de todo eso que usted quiso verter en su publicación contra personas que también representan a este pueblo. Gentes dispares, con distintas capacidades o formaciones, pero que han sido capaces de dar un paso para mejorar Alcantarilla y que merecen mucho más respeto por parte de su máximo representante. Personas que solo intentan, como las que las precedieron, fiscalizar el trabajo que usted y su equipo realizan y que lo hacen porque ese es su cometido como oposición. Personas que no deberían nunca ser tratadas ni señaladas de la manera en la que usted volvió a hacerlo ayer tras una pataleta, como la que tendría un niño consentido después de haberle sacado los colores o haberle reñido por un suspenso, en su caso político.

Por último, acusaba usted también a esas “divas de causas perdidas que tienen en la falsedad su estilo de vida y que actúan de forma totalmente diferente en su ámbito personal”. 

Sin querer entrar al trapo, ni ponerme a su mismo nivel, sí que añadiría que es curioso que sea usted, precisamente usted, al que no hay escenario que se le resista, ni foto en la que no aparezca con su mayor sonrisa, el que nombre de la manera más ruin el término “diva” para calificar a otro u otra rival política, entrando y citando, encima, una vida personal que no conoce y solo a cambio de un puñado de “me gustas”.

No es la primera vez que utilizo esta frase, pero no encuentro otra más apropiada con la que concluir este texto: No todo vale, ni en la vida ni en la política.

Antes de señalar, debería aplicarse el cuento, sr. Buendia.

Lara Hernández Abellán

Diputada Regional del Grupo Parlamentario Socialista.

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