No sé mucho de toros, pero me gusta el mundo del toreo y todo lo que le rodea : mi abuelo Paco, al que le entusiasmaban los toros, me diría que he aprendido mucho de toros, pero no, sé lo normal, lo de cualquier pequeño aficionado.

Pero vamos al meollo de la cuestión, y es que en términos taurinos, el indulto de un toro bien armado, y lidiado por un diestro, es un premio que se otorga al animal bravo y noble, e indirectamente al ganadero, por su excepcional comportamiento durante la corrida.

La grandeza de la fiesta nacional a menudo queda en persistente mediocridad, y por eso, otro objetivo del indulto es salvaguardar en su mejor pureza la raza, la casta, bravura...

El toro volverá a los “sembraos” curado de  heridas, para sementar mientras viva y pueda, y por ello es vital indultar debidamente.

Vayamos a la traslación al mundo político : el político indebidamente indultado “sementará” sus ideas y su republicanismo pintoresco (separatismo, en realidad).

Por lo que sea, pululan parlamentarios indultados aunque solo han conseguido, y eso desde el pesebre de su partido, una embestida, pero una embestida sin escrúpulos en las diferentes suertes y sin cumplir con ninguna de las condiciones obligadas del arte, a pesar de la complaciente obstinación del asombroso presidente del festejo, asesores y autoridad incompetente.

Esos mal indultados pretenden pasearse libremente por campos y dehesas que no les pertenecen.

En las crónicas que llegan desde el albero político, se ve que a una gran parte del aforo, tanto de sol como de sombra estas decisiones no le agradan, ya que existe la falta de conocimiento del presidente, está un veterinario que no puede ejercer, y les acompañan asesores ignorantes, y estos tres, intentan modificar  las bases racionales del indulto.

El presidente no distingue el color de los pañuelos que rigen la lidia...

Continuará...