La prevalencia de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) continúa en aumento, afectando a entre el 3,3 % y el 18,6 % de las mujeres y al 0,8 % - 6,5 % de los hombres. Aunque suelen asociarse a una preocupación excesiva por el peso, la comida y la imagen corporal, su origen es complejo y multifactorial, con influencias biológicas, psicológicas, socioculturales y ambientales, incluyendo experiencias traumáticas.
"Los TCA generan conductas desadaptativas como restricciones alimentarias, purgas o atracones, que intentan aliviar un malestar emocional inmediato, pero terminan causando un deterioro profundo de la salud física y psicológica", explica Alejandro Rodríguez Valdés, psicólogo de Ita Sevilla.
Graves secuelas físicas
Entre los sistemas más afectados se encuentra el cardiovascular: la desnutrición puede provocar bradicardia, hipotensión y alteraciones electrolíticas graves, que elevan el riesgo de arritmias e insuficiencia cardíaca. A nivel digestivo, la gastroparesia, el reflujo o el síndrome de Barret son frecuentes, así como el desgaste del esmalte dental y la inflamación de las glándulas salivales en casos de vómito inducido.
En el ámbito hormonal, la reducción de estrógenos y la amenorrea comprometen la fertilidad y favorecen la aparición de osteoporosis a edades tempranas. También pueden aparecer daños neurológicos irreversibles como consecuencia de deficiencias nutricionales prolongadas.
Consecuencias psicológicas profundas
En el plano mental, los TCA están ligados a una gran carga emocional. Las personas afectadas suelen desarrollar pensamientos obsesivos sobre la comida y el peso, adoptando conductas compulsivas y mostrando un creciente aislamiento social. Paradójicamente, en su intento por controlar su alimentación, es el propio trastorno el que termina controlando su vida.
Además, es habitual la comorbilidad con otros trastornos como ansiedad, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo o trastorno límite de la personalidad. En los casos más graves, se observa un incremento del riesgo de ideación y conducta suicida, especialmente en quienes padecen atracones o muestran alta impulsividad.
Recuperación posible con abordaje integral
Pese a la complejidad y el impacto profundo que los TCA pueden tener en la vida de quienes los padecen, la recuperación es posible. Para ello, es fundamental contar con un tratamiento interdisciplinar que aborde de manera integral todas las dimensiones de la enfermedad: desde la atención médica especializada, el acompañamiento psicológico y la intervención nutricional, hasta el apoyo activo del entorno familiar y social.
Desde Ita Salud Mental, reiteramos la necesidad urgente de avanzar hacia una mayor sensibilización social y profesional sobre los TCA. La detección precoz y el acceso a recursos especializados marcan una diferencia significativa en el pronóstico y evolución de estos trastornos. Apostar por una sociedad más informada, empática y comprometida es el primer paso para ofrecer a las personas que sufren un TCA la oportunidad real de recuperar su salud mental y su calidad de vida.
