“No quiero arruinar mis vacaciones.”
“Ahora no es el momento, en septiembre lo pensaré.”
“Con el calor, una copa no hace daño.”
El verano, con su atmósfera relajada, las promesas de desconexión y la cultura del ocio, puede parecer un periodo inofensivo o incluso terapéutico. Sin embargo, para muchas personas con problemas de consumo, esta época se convierte en una trampa silenciosa: la negación se acentúa, el entorno normaliza el abuso de sustancias, y la idea de pedir ayuda se posterga hasta que “pase el verano”.
Entre los meses de junio y septiembre se observa una bajada notable en las solicitudes de ingreso para tratamiento, a pesar de que en muchos casos las señales de alarma ya están presentes desde hace tiempo.
“El verano funciona muchas veces como un ‘último intento’ de control. Las personas que ya sospechan que tienen un problema piensan que si en vacaciones consiguen reducir o ‘moderarse’, entonces no necesitan ayuda. Pero es justo al revés: el consumo se incrementa y se refuerzan aún más los mecanismos de negación”, explica Rocío Rodríguez Ares, psicóloga de Esvidas
Rocío Rodríguez Ares, psicóloga de Esvidas
El contexto: cuando el entorno refuerza el problema
A nivel social, el consumo de alcohol o drogas en verano está especialmente normalizado. Fiestas populares, festivales, terrazas, vacaciones, viajes y escapadas multiplican las oportunidades para consumir. En este entorno, no solo se minimizan los efectos negativos del consumo, sino que se invisibiliza su carácter problemático.
Muchas personas viven el verano como una tregua, una especie de burbuja emocional en la que se permite todo lo que el resto del año reprime. Pero esa permisividad estacional tiene un coste.
Según datos del Ministerio de Sanidad, más del 70% de los españoles consumen alcohol de forma habitual, y los picos de consumo se disparan durante los meses de julio y agosto. El problema no es solo la cantidad, sino la relación que se establece con la sustancia: para desconectar, celebrar, dormir, relajarse o socializar.
En muchos casos, personas que han mantenido cierto control durante el resto del año llegan a septiembre con situaciones más deterioradas, y familias que manifiestan su preocupación por el empeoramiento tras el verano.
“Se detectan pacientes que tras el verano han sufrido accidentes, han perdido su empleo o han roto relaciones personales. Muchas de estas situaciones podrían haberse evitado si se hubieran tomado medidas antes”, advierte el médico especialista en adicciones de Esvidas, Antonio Peña Izquierdo.
Doctor de Esvidas, Antonio Peña
La trampa de la negación
El principal obstáculo para pedir ayuda no es la falta de recursos ni el desconocimiento, sino la negación. Y en verano, esa negación se camufla con excusas socialmente aceptadas:
“Todo el mundo bebe en verano.”
“Estoy de vacaciones, me lo merezco.”
“No puedo dejar tirada a mi familia ahora.”
“Si puedo parar en septiembre, entonces no tengo un problema.”
Cuando el consumo se prolonga e intensifica durante semanas o meses, el deterioro físico, psicológico, emocional y social es mayor.
No existe un momento perfecto para pedir ayuda, y cuanto más se pospone, más difícil resulta salir del ciclo.
El verano, una oportunidad para comenzar
Paradójicamente, el verano podría ser el mejor momento para iniciar un tratamiento. En lugar de entender el ingreso como una interrupción, puede ser la oportunidad para detenerse, tomar distancia del entorno que alimenta el consumo y comenzar a reconstruir desde un lugar seguro.
Además, muchas personas disponen de mayor flexibilidad laboral o familiar durante este periodo, lo que facilita centrarse en la recuperación.
Es importante desmitificar que pedir ayuda en verano impide disfrutar de la vida: iniciar la recuperación puede ser el primer paso hacia un disfrute real, sin dependencia del consumo.
Decisiones valientes que marcan la diferencia en la recuperación
Solicitar ayuda es el primer paso para evitar que el verano se convierta en una temporada de agravamiento del problema. Contar con apoyo profesional, tanto para la persona afectada como para su entorno familiar, resulta clave para frenar el deterioro y favorecer la recuperación.
“Cada consulta en verano representa una oportunidad para cambiar vidas. No existen tiempos perfectos, solo decisiones valientes”, concluye la psicóloga Rocío Rodríguez Ares.
