Hambre y conflicto: causa y efecto del aumento de personas refugiadas

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Más de 82 millones de personas abandonaron sus hogares en 2020 por causas relacionadas con los conflictos y la violencia, de las que un 40% son niños y niñas

Hambre y conflicto: causa y efecto del aumento de personas refugiadas

6 de cada 10 personas con hambre vive en países en conflicto. De los 155 millones de personas que se encontraban en inseguridad alimentaria grave en 2020, 99 millones vive en zonas violentas y de conflicto.

8 de cada 10 personas refugiadas viven en países pobres, donde la inseguridad alimentaria y la desnutrición se han visto acentuadas por la crisis climática y el impacto de la COVID-19.

3 de cada 4 personas refugiadas están atrapadas en situaciones de desplazamiento prolongado, llegando a pasar una media de 17 años en campos o poblaciones de acogida. El 85% busca refugio en países vecinos.

Desde Acción contra el Hambre hemos desarrollado un análisis metodológico que permite comprender el vínculo entre actos de violencia e inseguridad alimentaria en las zonas en conflicto.

“El hambre es un arma de destrucción masiva barata y silenciosa. La seguridad alimentaria es un desactivador de la violencia y cargada de futuro para la paz. Uno de los objetivos de Acción contra el Hambre es proteger a las personas de la violencia que genera el hambre y mitigar los efectos de los conflictos a través de la seguridad alimentaria, factor que contribuye a la paz.”, afirma Manuel Sánchez-Montero, director de Relaciones Institucionales e Incidencia de Acción contra el Hambre.

El hambre está detrás como uno de los factores clave de conflictos y violencia. Las guerras y conflictos provocan desplazamientos masivos de población, que tiene que abandonar sus hogares y medios de vida para buscar refugio. La correlación entre violencia y hambre ha supuesto que hoy en día haya más de 26 millones de personas refugiadas en el mundo, y tres de cada cuatro, están atrapadas en situaciones de desplazamiento prolongado, dependiendo de la ayuda humanitaria para alimentarse y tener las condiciones mínimas de saneamiento.

“Las guerras disparan el hambre por múltiples factores: quienes huyen de la violencia abandonan sus hogares y medios de vida, y muchas veces se hacinan en lugares sin acceso a agua segura y con condiciones precarias de saneamiento e higiene, donde es fácil que se propaguen enfermedades y epidemias. Cuando esta situación se alarga en el tiempo, a menudo se generan tensiones con la población de acogida. Además, en numerosas ocasiones, las partes en conflicto utilizan los cultivos como táctica militar, aplicando una política de “tierra quemada” o practicando el robo de ganado. A ello se une la destrucción de las vías de comunicación, uno de los primeros objetivos militares en una guerra, lo que interrumpe el abastecimiento de poblaciones enteras. Las y los campesinos tampoco pueden sacar sus productos a la venta en entornos amenazados por la violencia. Por todo ello, es habitual que las guerras disparen también la inflación, rompiendo los mercados nacionales”, explica el director de Relaciones Institucionales e Incidencia de Acción contra el Hambre.

La multiplicación y el enquistamiento de conflictos y actos violentos en el mundo están directamente relacionados con el aumento de la inseguridad alimentaria y, por ende, de las cifras del hambre. Esto desemboca en unas dinámicas que refuerzan el círculo vicioso entre hambre y conflicto. “Los conflictos siguen siendo la causa principal y la que ha experimentado mayor incremento en el impacto generado en la seguridad alimentaria de las personas, un aumento del 50% respecto a 2019. Acción contra el Hambre contribuye desde sus programas a fomentar la paz desde los hogares, las comunidades más afectadas para que, reforzando su seguridad alimentaria y acceso a bienes y derechos esenciales, no caigan en la desesperanza y/o las redes de actores que aprovechan esta circunstancia para hacer proselitismo y movilizarlas para la violencia”, declara Sánchez-Montero.

Limitación de la provocación del hambre en contextos de conflicto

Por ello, en aras de promover la seguridad alimentaria como factor que contribuye a la estabilidad y construcción de paz, desde Acción contra el Hambre hemos desarrollado un análisis metodológico que permite comprender el vínculo entre actos de violencia e inseguridad alimentaria en las zonas en conflicto. “El uso del hambre como arma ha existido siempre. El asedio o sitio de ciudades se conoce desde las primeras referencias históricas de conflictos. Precisamente por eso, el mundo debe dotarse de límites claros, reconocibles y acordados y establecer mecanismos para sancionar este tipo de actos que atentan contra el Derecho Humanitario Internacional”, concluye el director de Relaciones Institucionales e Incidencia de Acción contra el Hambre.

La metodología que hemos diseñado, en colaboración con el Instituto Hegoa de la Universidad del País Vasco y con el apoyo de eLankidetza-Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo, está ideada para potenciar la recopilación y el análisis de datos, complementando el actual mecanismo de elaboración de informes, de acuerdo con la Resolución 2417 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobada el 24 de mayo de 2018. Esta medida condena el uso del hambre como arma de guerra y considera ilegal negar el acceso humanitario a la población civil que necesita ayuda.

Desde Acción contra el Hambre trabajamos en 28 países en conflicto, entre los que se encuentran las crisis humanas con mayor impacto, como Siria, Yemen, República Centroafricana o el Sahel, región del África subsahariana donde el número actual de personas desplazadas internas y refugiadas asciende a 5,3 millones.

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