Una reflexión necesaria sobre la negociación colectiva en el sector de la seguridad privada
Señores de APROSER y representantes sindicales,
Permítanme ir directamente al grano, sin eufemismos ni cortesías innecesarias. Es hora de llamar a las cosas por su nombre: la negociación del convenio de seguridad privada se ha convertido en un ejercicio de cinismo que insulta la inteligencia de todos los implicados. Y lo peor es que unos lo hacen por codicia y otros por cobardía.
Los números que desenmascaran la farsa
Hablemos claro, con datos reales y verificables:
Prosegur cerró 2023 con un beneficio neto de 188 millones de euros y una facturación superior a los 4.400 millones. En 2024, sus resultados del primer semestre mostraron un crecimiento del 8,3% en ingresos. ¿Alguien ve aquí una empresa en crisis?
Securitas facturó en España más de 800 millones de euros en 2023, con márgenes operativos que superan el 6%. A nivel global, el grupo sueco alcanzó beneficios de 450 millones de euros.
Ilunion Seguridad (antes Clece Seguridad), parte del grupo ONCE, factura cientos de millones anuales con contratos públicos millonarios y beneficios que engordan las arcas del grupo año tras año.
Grupo Control, Securitas Direct y el resto de grandes operadores del sector presentan balances que harían sonrojar a cualquiera que luego se sienta en una mesa de negociación a decir que "no hay dinero".
El sector de la seguridad privada en España mueve más de 3.500 millones de euros anuales y da empleo a más de 100.000 trabajadores. Y crece. Cada año. Sin parar.
La aritmética no engaña, ustedes sí
Entonces, explíquenme: ¿cómo es posible que con esos beneficios millonarios, con esas facturaciones estratosféricas, los vigilantes de seguridad sigan cobrando salarios de miseria? ¿Cómo es posible que haya compañeros haciendo 60 horas semanales para poder llegar a fin de mes? ¿Cómo es posible que las condiciones laborales sean las de un sector tercermundista cuando los números son los de una industria boyante?
No es una crisis de rentabilidad. Es una crisis de reparto. O más bien, la ausencia total de voluntad de repartir. Porque admitámoslo: es más cómodo y rentable mantener a la plantilla en la precariedad mientras los márgenes de beneficio se ensanchan trimestre tras trimestre y los dividendos se reparten generosamente entre accionistas.
Y ahora, a los sindicatos: ¿dónde están?
Pero no se vayan todavía, señores de APROSER, porque hay otros que también tienen que escuchar esto. Señores sindicalistas, ¿se puede saber qué están haciendo ustedes?
Tienen todas las cartas en la mano. Los datos económicos son públicos, apabullantes, inapelables. Las empresas nadan en beneficios. Los trabajadores se hunden en la precariedad. Y ustedes, ¿qué? ¿Comunicados de prensa? ¿Reuniones que no llevan a ninguna parte? ¿Negociaciones eternas donde siempre acaban cediendo?
¿Dónde está la presión real? ¿Dónde están las movilizaciones? ¿Dónde está la huelga que este sector necesita con urgencia?
Porque seamos claros: con los beneficios que tienen estas empresas, una huelga bien organizada les dolería. Y mucho. Pero claro, es más cómodo seguir en el teatro de las negociaciones interminables, quedar bien con todos, no molestar demasiado.
Los trabajadores están hartos. Hartos de ver cómo mes tras mes su nómina es una burla mientras leen que su empresa ha batido récord de beneficios. Hartos de hacer el trabajo más ingrato con las peores condiciones. Hartos de esperar que alguien, alguna vez, tenga el valor de plantarse de verdad.
La complicidad del silencio
Y lo peor es que ustedes, representantes sindicales, con su inacción están siendo cómplices. Cómplices de una patronal que se ríe de los trabajadores. Cómplices de un sistema que perpetúa la explotación. Cómplices de que nada cambie nunca.
¿Para qué sirve un sindicato que no es capaz de movilizar cuando los datos son tan escandalosos? ¿Para qué sirve una representación sindical que año tras año acepta migajas cuando hay un banquete en la mesa?
El teatro debe terminar
Prosegur puede permitirse pagar dignamente. Securitas puede permitirse pagar dignamente. Todas y cada una de las empresas del sector pueden permitirse pagar dignamente y mejorar las condiciones laborales. Los números están ahí, son públicos, son irrefutables.
Y los sindicatos pueden presionar de verdad. Pueden movilizar. Pueden paralizar el sector si hace falta. Pero tienen que querer hacerlo.
Lo que no se puede es seguir con esta farsa donde unos lloran miseria sentados sobre montañas de dinero y otros miran para otro lado mientras los trabajadores se hunden.
A los trabajadores les toman el pelo dos veces: primero la patronal, que les niega lo que pueden pagar perfectamente. Y segundo los sindicatos, que no tienen el coraje de exigirlo con la fuerza que la situación requiere.
La realidad sin maquillaje
Señores de APROSER: los beneficios están, el dinero está. Lo que no está es la decencia.
Señores sindicalistas: el poder está en sus manos, los argumentos son aplastantes. Lo que no está es el valor.
Y mientras tanto, miles de vigilantes seguirán cobrando salarios de risa por trabajos de responsabilidad, viendo cómo sus empresas presumen de resultados económicos históricos.
Los números no mienten. Ustedes sí. Ambos bandos.
Y los trabajadores ya no son tontos. Ya lo saben. Y están cada vez más hartos.
Cuando la patronal nada en millones y los sindicatos nadan en tibiezas, los únicos que se ahogan son los trabajadores.
Jose Antonio Carbonell Buzzian
