El mundo digital aviva la cultura de la cancelación

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La publicación de comentarios capaces de hundir la carrera o la reputación de alguien es la esencia de este fenómeno, que bascula entre la libertad de expresión y el acoso cibernético

El mundo digital aviva la cultura de la cancelación

Las redes sociales han dado pábulo a un perfil psicológico que ha encontrado en este entorno el lugar perfecto para hacer daño y, así, sentirse más fuerte

El término cultura de la cancelación no es nuevo. De hecho, lleva algo más de cinco años circulando por las redes. Precisamente por ese motivo, ahora que ya contamos con cierta perspectiva, es el momento de tomar el concepto, diseccionarlo y analizar con rigor la sustancia de la que está hecho, así como aquellos aspectos que lo matizan y explican.

La expresión cultura de la cancelación (cancel culture) comenzó a usarse en 2015 para referirse al fenómeno de retirar el apoyo a personajes públicos o empresas por decir o hacer algo que se considera ofensivo, inadmisible o reprobable. En palabras de Ferran Lalueza, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC e investigador del Grupo Aprendizajes, Medios de Comunicación y Entretenimiento - Comunicación y Nuevos Medios (GAME-CNM), "es la tendencia a boicotear la actividad profesional o artística de un personaje célebre como represalia por haber hecho acciones o comentarios que socialmente se consideran inapropiados". "Puede que realmente sean del todo inapropiados o que simplemente sean percibidos como tal por un determinado colectivo", señala.

Muchos son los famosos que han sido y son víctimas de este fenómeno. Entre ellos, algunos de los más conocidos son la superventas J. K. Rowling, el actor Kevin Spacey o el cantante español Plácido Domingo. Sus "pecados" son actos o afirmaciones de toda índole. Además, no tienen por qué ser recientes, "también puede que el detonante sea un ajuste de cuentas con el pasado de dicho personaje", apunta Lalueza. "Esta última opción incluye actos y declaraciones hechos tiempo atrás que no se han conocido hasta una fecha reciente o incluso actuaciones ya ampliamente conocidas, pero que, vistas desde la perspectiva actual, tienen una lectura mucho más negativa que la que se hizo de ellas cuando tuvieron lugar", apostilla el experto.

Un fenómeno que viene de lejos

"Podemos encontrar claros antecedentes en momentos en los que la opinión social o del público en particular ha tenido una incidencia en el apoyo que un personaje o un determinado perfil pueden tener. Esto es bastante evidente, por ejemplo, en situaciones previas a conflictos armados, en gobiernos radicales o en periodos de dictadura, en los que, por rechazo al rival o incluso por miedo, se termina apartando a una persona que transgrede o no participa de un mismo pensamiento, ideología o ideal", considera Sílvia Martínez, directora del máster universitario de Social Media: Gestión y Estrategia de la UOC e investigadora del grupo GAME-CNM.

Más exacto se muestra su colega Ferran Lalueza, quien sitúa el origen de este fenómeno hace, nada más y nada menos, que cien años, a raíz del escándalo en el que se vio envuelto el actor Roscoe Arbuckle, célebre cómico que fue acusado de asesinar a la actriz Virginia Rappé en 1921.

Ahora bien, desde entonces, el fenómeno ha recorrido un largo camino y ha llegado a nuestros días con importantes peculiaridades propias de una sociedad inmersa en un entorno extremadamente digital. En este sentido, el experto señala dos grandes diferencias con respecto a los tiempos pasados: por un lado, afortunadamente, hoy en día existe una sensibilidad mucho mayor respecto a cuestiones que antes se toleraban sin reparo alguno; por el otro, las redes sociales brindan un eco antes impensable a visiones muy críticas que ni siquiera cuentan con un verdadero consenso social que las respalde, pero que, a fuerza de vociferar, acaban resultando intimidantes para mucha gente.

En la misma línea, su colega y experta en redes sociales, Sílvia Martínez, cree que en la actualidad "las redes sociales y la comunicación digital redimensionan el alcance, el impacto e incluso el origen de esa cancelación, ya que en ocasiones puede generarse por un simple comentario puntual desafortunado que se extiende y es reinterpretado por parte de infinidad de usuarios, que pasan a juzgar y, en algunos casos, a condenar a ese personaje".

Atravesar un campo de minas virtual

Iniciar o participar en debates en un entorno digital puede llegar a convertirse en un verdadero paseo por un campo de minas. Y es que en el momento más inesperado cualquiera puede pisar una de ellas y ver cómo su reputación, su presencia digital y, en los casos más graves, su carrera profesional se desfragmentan en mil pedazos.

En este sentido, asuntos como el sexismo, el racismo, la xenofobia, la desconsideración hacia las personas más vulnerables o la apología de la violencia son, según el profesor Lalueza, algunos de los principales temas que habitualmente conllevan a cruzar líneas rojas inaceptables. "Las ideologías políticas, por otra parte, constituyen un mundo paralelo, dado que la creciente polarización existente hace que se acabe demonizando la opinión que difiere del propio posicionamiento, por razonable que sea", añade el experto.

Por su parte, Martínez ve en este asunto una clara evolución, ya que ciertos temas como la salud mental, que hace solo unos meses se evitaban, en la actualidad, comienzan a normalizarse, especialmente gracias a que muchos famosos hayan hecho públicos sus propios diagnósticos.

Cancelador vs. cancelado

Una vez situado el origen, enmarcado el fenómeno en el contexto del siglo XXI y señalados cuáles son los temas más delicados en este asunto, la cuestión es analizar cuáles serían los perfiles de los protagonistas. Así, como si de un cuadrilátero de boxeo se tratara, en una esquina tenemos al personaje público, y en la otra, al usuario que reacciona ante el acto o comentario del famoso. Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, describe a este último como una persona con muy baja autoestima: "Se trata de individuos que no es que tengan la autoestima por los suelos, sino que la tienen en el sótano menos cinco. Sus identidades son tan frágiles que no han logrado llegar a conformar un sentido del 'yo'. Son personas que han crecido en un ecosistema familiar que no ha logrado conseguir que se sientan valoradas simplemente por ser quienes son dentro de la familia y, claro está, por ser seres únicos e irrepetibles".

En definitiva, la mente de este tipo de personas pone en marcha un mecanismo que, según el experto, es así de sencillo: "si siento que no valgo nada y no tengo expectativas de poder cambiar eso, siempre puedo desvalorizar a los demás para no sentirme tan mal respecto a ellos".

Una explicación que completa teniendo en cuenta un factor añadido: el anonimato. Y es que, tal y como él mismo explica, si este comportamiento se ejecuta "amparado tras un perfil de una red social, generalmente falso, el campo para la cancelación está perfectamente abonado. Pero ¡atención! El mero hecho de protegerse con una identidad digital falsa ya indica qué valor se da a sí mismo el propio acosador. Ni siquiera tiene la capacidad de hacerse responsable de sus palabras. Es realmente una persona con problemas psicológicos graves".

Desde la perspectiva del ámbito digital, Sílvia Martínez completa la descripción dibujada por el psicólogo: "Las redes otorgan a estos usuarios una sensación de empoderamiento y, al mismo tiempo, de falsa seguridad tras el anonimato. Por ello se permiten ciertas licencias, como los ataques continuos o, incluso, los insultos o las campañas de acoso o desprestigio. El efecto contagio aquí también desempeña un papel importante, ya que en ocasiones amplifica el alcance de este tipo de actos con la suma de nuevos usuarios que participan del mismo discurso".

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