‘La Gran Vía’, un carrusel barroco como parábola del siglo XX

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El próximo domingo 12 de octubre, a las 22:00 horas, la Gran Vía de Murcia será escenario de la última aventura acústica de Enrique Máximo y el prestigioso compositor Llorenç Barber en el concierto que clausura el Festival Alter-Arte

‘La Gran Vía’, un carrusel barroco como parábola del siglo XX

Por primera vez en la historia entrarán en armónica concertación el ‘instrumento’ más representativo del pasado siglo, el motor de explosión en muchas de sus variantes y los elementos más singulares de la tradición sonora del antiguo Reino de Murcia: tambores (de Hellín, Mula y Agramón), metales y voces humanas, es decir, la piel, el mineral y lo racional.

Durante una hora, los cuatro carriles de la calle estarán ocupados por otras tantas líneas de vehículos. Las dos líneas centrales se reservarán para vehículos estacionados o fijos, es decir para las manifestaciones usuales de la vida cotidiana: coches de época, autobuses, camiones de basura, de limpieza viaria y turismos privados.

Los otros dos serán para los vehículos móviles: Bomberos, Policía Local y Nacional, Guardia Civil, Protección Civil y ambulancias que harán uso de sus cláxones y luces, al igual que los estacionados, como de sus privativas sirenas de alarma. Girarán en sentido contrario a las agujas del reloj, el ascendente, para visualizar el eje que vertebrará los tres niveles de intervención musical: suelo, entresuelo y cielo, lo mismo que inmortalizó Belluga en su célebre frase al tomar posesión de la Diócesis de Cartagena.

Grupos de coros y metales, desde diversas alturas a lo largo de la calle, manifestarán su presencia a intervalos previstos por el compositor.

Bicicletas y patinadores, a modo de ‘orugas’ y ‘libélulas’, con su libertad y sutileza, servirán de contraste a la mecánica rotundidad de los motores.

Y sumándose a esto, y por encima de todo, poblarán el aire ráfagas secuenciadas de silbidos y pirotecnia que culminarán en cuatro minutos finales de ininterrumpidas series de carcasas en rojo, ámbar y verde (colores universalmente asignados a los semáforos que rigen el tráfico) que, desde el Puente Viejo y con restringido alumbrado público a lo largo de la calle para dar la idea de sala de concierto, servirán de espectacular telón de fondo y cierre de tan atrevido e irrepetible espectáculo.

En definitiva, un multiforme carrusel que hunde sus raíces en la tradición romana del circo, se reinterpretó en el barroco a través de las naumaquias con carruajes de Piazza Navona, y ahora, en nuestro tiempo y con el precedente de la magistral zarzuela homónima de Chueca y Valverde, lo presentamos al veredicto del auditor/espectador, intentando poner en armónica evidencia la disputa entre el pasado y la modernidad que supuso para la medieval trama urbana de Murcia la apertura de La Gran Vía.

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