Pregón de Juan Ignacio de Ibarra Feria de Murcia 2010

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Pregón de Juan Ignacio de Ibarra Feria de Murcia 2010


Dejadme que me acerque de puntillas
Como hace un niño ante su amor primero.
Yo soy sólo un modesto pregonero,
Que os va a contar de Murcia maravillas,
Y a deciros lo mucho que la quiero
Excelentísimo Sr. Alcalde de Murcia, Señores Concejales de la Corporación, Excelentísimo y Reverendísimo señor Obispo de mi Diócesis. Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades, familiares, amigos, compañeros de oficio, murcianos todos. Utilizo el posesivo porque nada ni nadie de Murcia me es ajeno.
Un pregón me ha mandado hacer mi alcalde
Y el mandato  me puso muy contento
Porque voy a deciros lo que siento
Y  además os lo voy a decir de balde
Y heme aquí, hoy, Sr. Corregidor,
En el alma de nuestro Ayuntamiento,
Pregonando que Murcia es “SENTIMIENTO”
Y yo, su más humilde servidor
¡Ya está aquí la Virgen!
¡!!Ya está aquí la Virgen!!
¡!!Ya está la Virgen!!!
Ayer la trajeron  
A hombros los murcianos
Por el Puente Viejo
Al llegar al Carmen
Estaba el Concejo
Con su alcalde al frente
De todo un cortejo
Que la llevó en andas
Catedral a dentro.
Ya está aquí la Virgen
Comience el festejo.
Y esta vez no fue el agua quien la reclamó, como aquel 17 de mayo de 1694, ni, años más tarde, en 1731, cuando fue elegida Patrona de Murcia, porque respondió con el prodigio de la lluvia, a la llamada angustiosa de los murcianos sedientos. Esta vez no ha venido a mitigar la sed, que, gozosamente tenemos agua para dos años,  ni a obrar más prodigio que el de su presencia.
Esta vez ha venido porque sí, porque estamos de fiesta, y los murcianos no podíamos alegrarnos con pólvora y pasacalles, con cantos y con risas, con pan y con toros, con juego  y disfrute, si Ella no hubiera dejado su camarín del monte para llenar de gozo el templo más hermoso de los murcianos.
Un templo que desde ayer esta repleto de oraciones, de ojos humedecidos, del eco de  plegarias fervorosas, porque sólo su presencia conmueve los corazones y provoca hermosas explosiones de amor.
Esta vez, La Morenica, la Generala de la Guerra de la Independencia, la Reina de todos nosotros,  ha venido porque es nuestra. Porque la queremos. Porque la necesitamos. Porque La Feria de los murcianos no tendría sentido, a pesar de sus ocho siglos de existencia, si nuestra Patrona no nos cobijara bajo su manto y si no nos hubiese traído ese hermoso niño, que los que saben de esto, atribuyen a Salzillo.
Murcia es una tierra en la que una familia pudo arrojar al paso de la Virgen los pétalos de 800 rosas para que se derramaran  sobre ella el día de su coronación. Una coronación concebida por el representante del Papa Pio XI, que fue quien decidió que esta Virgen debía ser coronada, canónicamente el 24 de abril de 1927, en ese Puente Viejo  que ayer cruzó otra vez.
Ha venido porque los murcianos estamos de fiesta y porque quiere ser la primera en recibir al visitante, en acoger al hijo que regresa, en bendecir una fiesta familiar que en Murcia es más honda que el tiempo. Ha venido porque es La Patrona. Es La Fuensantica, es la Morenica, la que llena de aroma toda la ciudad, la que hace que en La Vega florezca el rosal. Ha venido a Murcia porque la queremos.
Ya está aquí la Virgen. Empiece La Fiesta.
Mi primer descubrimiento de lo que es un pregonero lo tuve en Murcia, en mi niñez. Era un hombre recio, fuerte, que llevaba colgado sobre pecho y espalda, un letrero que anunciaba un lugar para comer y que por las calles cantaba:
“ Caballero,
para vivir con salero,
visite usted el tinajero”.
 Es el primer pregón que pude oír en mi vida.La otra referencia es distinta. Tiene un origen teatral, cuando William Shakespeare en sus consejos a los cómicos, por boca de Hamlet explicaba las formas de una correcta interpretación, y amenzaba con que, en caso contrario, “Más valdría que diera mis versos a que los  voceara el pregonero”. De donde se infiere que Shakespeare no tenía buena opinión de los pregoneros, lo que me parece absolutamente injusto, porque este pregonero, sí que tiene buena opinión de Shakespeare.
Hoy estoy en mi tierra, en mi Murcia. Hoy estoy a 150 metros de la casa donde nací, que ya no existe, en el número 1 de la calle San Lorenzo. Hoy estoy en don y de donde soy. Hoy estoy en Murcia donde nació mi madre, donde mi abuelo fue alcalde, donde nació mi mujer, donde han venido al mundo mis cuatro hijos, mis tres nietas y ocho de mis diez hermanos.
Hoy, en el corazón caliente de nuestra ciudad, sé que que ser murciano no es solo cuestión de paciencia, sino, también, de herencia. Y me siento orgulloso de la generosa murcianía de mis abuelos, de la de mi madre y hasta de la de mi padre, que nacido en Asturias, siempre se proclamó murciano de corazón.
Y estoy en Murcia y gozo a Murcia, porque me ha sido dada la ocasión de hablar de Murcia, en el corazón de Murcia. Tal vez puede parecer que suena demasiado el nombre de Murcia. Siempre sonará de menos para mi disfrute, porqué para mí, la palabra MURCIA en sí misma, es un deleite para el oído. Suena a música celestial. Es como una sonata de Beethoven, como su famosa Pasionata, o el Claro de Luna de Debussy.Es la Sinfonía del Nuevo Mundo. O el apasionado grito de Chopin, con su gran Polonesa, insuperado canto de amor a la tierra que le vió nacer.
Decir Murcia es un deleite para la garganta y un placer para los oídos. Y es que todo lo que suene a Murcia es grandioso por naturaleza.
Y hoy resulta que tengo los cromosomas festivos porque me toca anunciar que la Fiesta que nos concedió el Rey Sabio, perdidas ya sus originarias razones económicas, es un muestrario hermoso y atrayente de gozos y de juegos. Esta es otra Feria, evolucionada y viva porque Murcia es una ciudad emergente, creativa con el tiempo, en la que lo lúdico es una actividad que ennoblece a los que participan en cualquiera de las numerosas vertientes del bien hacer, hayan o no nacido en Murcia.
Este septiembre, en el que tenemos la sed saciada, hay motivos más que sobrados para recibir al forastero, para aguardar al murciano que retorna y para compartir la música y la fiesta, el sol y el buen yantar, para afiliarse a los Moros o a los Cristianos, que no en vano Murcia fue Mora durante más de 400 años.
De la lucha de Moros y Cristianos, que el día 6 cantará mi querido y admirado José Antonio Cobacho, Rector Magnífico de la Universidad de Murcia, nos queda hoy la conmemoración sin rencores. Las Kábilas y las Mesnadas, recordarán la fundación de Medina Mursiya, allá por el año 825 por obra y gracia de Adderraman II,y la entrega al Rey Santo en 1243. Desfiles, ornatos, mujeres hermosas, hombres aguerridos, recordarán las tribus yemeníes y mudaríes que poblaron el Valle del Segura, y dramatizarán la historia, y llegarán a la entrega de las llaves de la ciudad al Rey Alfonso X, con centenares de murcianos ataviados con el lujo de otros tiempos, dando una lección de hermandad y convivencia. Un espectáculo que durará muchos días, y al que os invito en nombre de nuestro alcalde para gozar con el deleite de una fiesta que ha sabido madurar en muy pocos años.
Os diré, sin embargo, que  de esa historia entre Moros y Cristianos, lo que menos  me gusta es que el resultado final está previsto y que siempre pierden los mismos, como le ha ocurrido al Murcia en los últimos tiempos.
Y ya que hablo del Real Murcia, pálpito deportivo de la ciudad durante más de 100 años, lamento ratificaros la mala nueva de que este septiembre, la Feria no incluirá en su dilatado programa ningún partido oficial del primer Club de la región contra rivales de fuste.
Este año, pagando el pecado de incapacidad mezclada con la soberbia, el partido de presentación liguera del Real Murcia, en La Nueva Condomina, enfrentará al mejor club en la historia de la división de Plata – lo que los clásicos llamaban “Oro cano”- a un rival de cuyo nombre no quiero la pena acordarme.
Pero Yo os aseguro que habrá más de 10.000 murcianos poblando el graderío, porque lo de la segunda B sólo puede ser transitorio para la séptima capital de España, una ciudad cada día más hermosa, que huele a flores y morera, que derrama su verdor por calles y barriadas y que se va a ver adornada, a poco que se arreglen los baches, por un tranvía que confirmará el sello de gran ciudad, realzado por sus modernos edificios y el blasón que recuerda que tres reyes la coronaron siete veces.
Pemán escribió un famoso poema en el que, al referirse a la feria de Jerez decía: “La feria es un modo como otro de disimular”. Yo digo de Murcia lo contrario. Yo pienso que la Feria de Murcia es un modo como otro de identificarse, una manera cierta de reivindicar nuestra manera de ser. Porque  una Feria que va a cumplir ocho siglos es el marco adecuado para rendir homenaje a la palabra.
Que a los murcianos bastó siempre la palabra, sellada con un apretón de manos,  para realizar operaciones millonarias, para comprar fincas o transferir cientos de cabezas de ganado, que bien me tengo sabido lo que es eso, que en mis infancia fui testigo de acuerdos, de gozosos chalaneos del “vamos a arreglarlo”, o del “ni pá ti, ni pá mí. Lo dejamos en la mitad!. Y del “Vamos a echar el alboroque”, que siempre se alegraba, y aún se alegra, con el vino de la tierra, caliente como pocos, que no es sol ni azúcar lo que nos falta.
Con la venia que me otorga el Alcalde, os invito al Festival que empezó siendo del Mediterráneo y  que, a fuerza de trabajo y éxito, hizo pequeño el Mare Nostrum para convertirse en Internacional, apellido  ganado en el campo de la batalla diaria. Y os recuerdo  que del 6 al 10 de este gozoso mes de septiembre se celebra la edición cuadragésima tercera que, con su longevidad, certifica la obra bien hecha,  hasta coronar  a la hermosa muestra en decano de los festivales de España.
No tendréis que esforzaros para gozar de este hermoso festejo porque lo encontrareis en las calles y plazas, porque os sonarán, mensajeros de amor y amistad a los oídos, cualquier que sea vuestra edad, porque también lo tendremos para el disfrute los que ya andamos por esos años a los que todos queremos llegar.
“Ven a bailar con nosotros” es una llamada a la participación.  No se pretende sólo que veamos la fiesta –como podremos hacerlo en el gran escenario de la Plaza de la Universidad- sino  que se nos ofrece la ocasión de ser parte de este mismísimo folklore, sacado de las urnas o de la historia, para derramarlo por las calientes calles de Murcia.
Bien venidos todos esos grupos llegados desde Cáceres o Cuba, desde Israel o Kenia. Gocemos con ellos.
Los que somos de ciudad, nacidos a la sombra de la Catedral, bien poco sabemos del ganado, que tiene protagonismo en la Feria desde los tiempos medievales. Para mí, como para muchos de vosotros, el ganado tiene el lustre de sus andares cuando está vivo y el sabor rondante con la gula, cuando se convierte en las diversas manifestaciones gastronómicas, de una tierra que también, conjuga tradición e imaginación en el manipulado de esas carnes sabrosas y  tentadoras, que buscan la bula por cuaresma, y que ahora se consume sin tasa.
Para mí, como periodista, la Feria del ganado tiene el recuerdo de un error  que se produjo en mi periódico, el murcianísimo diario “Línea”, cuando se dio la noticia de su inauguración en otro mes de septiembre.

Por aquellas fechas, las fotografías de los periódicos se hacían por el sistema de fotograbado, es decir, una plancha que recogía cada imagen y que se situaba sobre la forma de plomo, a la hora de imprimir. Y, a veces, sucedía que se cambiaba la plancha como ocurrió aquel día en el que el periódico publicó la fotografía de una hermosa vaca, con un pie que rezaba; “Su excelencia reverendísima el señor obispo de la diócesis en el acto de inauguración de la Feria de ganados” mientras que en otra fotografía veíamos al prelado, vestido con toda la solemnidad y un pie de foto que decía;  “Magnifico ejemplar de ganado vacuno que ayer ganó el Concurso de la Feria de ganados.”.
Naturalmente, nuestro Obispo, fue el primer en reir ante el error, que perdonó de inmediato.
Y no se os olvide el Certamen de Tunas  al que os convoco hoy, como ya hice dos años atrás cuando tuve el honor de pregonarlas, recordando mis felices tiempos estudiantiles, cuando me aliaba con la pandereta como coartada que me permitía participar en una fiesta musical  para la que no esta especialmente dotado. Murcia, que alberga nada menos que dos universidades, tiene el alma rondadora presta al requiebro, y ala serenata que en mis tiempos mozos eran flor de cada semana y que nos permitía rondar a la mujer murciana pidiéndole con lo que entonces era un descaro:
“Mocita dame el clavel
Dame el clavel de tu boca…”
De la Feria Taurina tengo un recuerdo precioso, en la figura Don Diquela, nombre con el que se conocía por sus escritos sobre toros, a Dionisio Peñafiel. Era un hombre pequeño, enjuto, tocado con sobrero cordobés, y que, como el Don Guido de Machado, era un maestro en refrescar manzanilla.
Él iba a la plaza de toros provisto de una pequeña campanilla y cuando la gente producía alboroto, escándalo, entusiasmo o  aplauso a una acción de escaso relieve, la hacía sonar, y un instrumento así de pequeñito producía un  absoluto silencio en la plaza. Aquella campanilla era como la conciencia del aficionado cabal.  Don Diquela, me regaló el honor de su amistad, me habló de toros y de Murcia. Más de Murcia que de toros y tuve el placer inpagable de refrescar con él alguna botella de manzanilla.
De la actividad taurina, que podría ser Feria por sí sóla, tengo el recuerdo de una plaza puesta en pié, cuando Manolo Cáscales citaba al toro desde 40 metros, y lo recibía con un muletazo muy lento, sin enmendar.
Y los toros me proporcionaron también mi primer problema periodístico cuando mi director me encargó que escribiera unas crónicas, a mi manera, de las corridas de la Feria.
“Pero si yo no entiendo de toros”. – Le dije
“Por eso” – me respondió – quiero que escribas lo que se te ocurra.
Obedecía. Y escribí mi primera crónica. Y ocurrió lo que yo no me esperaba. Al día siguiente, un hombre pequeño, tocado de sombrero, moreno y con un marcado acento andaluz, fue a verme al periódico y me entregó un sobre.
-- ¿Y esto? – le pregunté. --¿que es?
-- ¿Que va a ser? – el sobre que me manda mi maestro, que es “mu” “agradesio”.
Abrí el sobre. Vi que era dinero. No lo conté, pero seguro que era más que mi modesta soldada de periodista principiante. Se lo devolví. Puso una cara de estupor que aún me hace gracia y se lo conté a mi director. Aquel maestro, me miró lentamente, como midiéndome y dijo algo que jamás he olvidado.
Vas a ser un buen periodista, pero tendrás muchos problemas.
Los pregoneros que me han precedido, suelen tener como recuerdos más lejanos la Feria del Malecón, donde, por vez primera, disfrutaron del ilusionante viaje de aquellos cochecillos inmóviles y los sugerentes caballos de cartón.
Yo, que en frase de Casona, digo tener los años que no tengo ya, me voy más lejos, al parque de Ruiz Hidalgo, muy cerca del edificio donde hoy nos encontramos. Estaba en bajo, y yo recuerdo el hoy peatonal Puente de Hierro abierto al tráfico, entonces mucho menos denso, y todo el Parque, que corría paralelo al cauce del rio, lleno de artilugios, punto de reunión, sitial de la feria y, cobijo, también, en la primavera de la Batalla de Flores o del coso Blanco.
Murcia ha carecido y aún carece de un parque de atracciones estable y la cita anual de septiembre, es una llamada a los aparatos más modernos, espectaculares, casi un desafío a las leyes de la física. 
Las escopetas de perdigones eran mi objeto favorito. Se trataba de romper unos mondadientes con unos seudo rifles mal calibrados, cuyo uso aún perdura, porque, en la vida casi todos los zagales hemos querido ser Bufalo Hill. Y la noria….No alzaría más de 10 metros del suelo. En mi niñez, aquello me parecía maravilloso. Nunca supe lo que era de verdad una noria, hasta que muchos años más tarde, conocí la del Prater, en Viena.
En la Feria de hoy hay norias que ustedes pueden gozar y que harían palidecer de envidia a aquellas que colmaron mis ansias cuando era niño. Por entonces, los que no padecíamos mal de altura, teníamos la Catedral, mucho más alta que cualquier noria, cuyas rampas subí en numerosas ocasiones, para ver a mis pies una Murcia pequeñita y entrañable.
También recuerdo el mazo. Se trataba de golpear una pequeña plataforma y que un artilugio de metal subiera a las alturas. Si golpeaba un timbre que había al término de la ascensión, yo y tantos otros como yo, mirábamos ufanos a nuestro alrededor para hacer partícipes a los demás de aquella fortaleza demostrada. Me costó mucho tiempo, pero, por fín, un día sonó el timbre, el trozo de metal había subido hasta la meta sonora. Pensé que ya era un hombre.
Para esta feria, tenemos nada menos que 150 atracciones que estaran abiertas hasta el día 14. Costarán entre 1´50  y 3 euros y medio. Las nuevas tecnologías nos permitirá realizar un paseo virtual, porque una nueva web, permite programar, en plan moderno, una mejor visita al recinto.
En el Ferial de la Fica, tendremos el látigo, el pulpo, el gusano loco, el laberinto, el excalectric, el autogiro, la pista americana, las divertidas camas elásticas, los coches de choque, y se anuncia como atracciones estelares  la Montaña del Terror y el Templo del Mal, que es la gran novedad de este año, junto a una alzada de hasta 58 metros en una atracción de altura.
Montar en el látigo era lo más duro que se hacía entonces, cuando hoy sabéis  que yendo a la feria se pueden ver unas atracciones que a mí me producen pavor. No se si porque tengo vértigo o porque tengo demasiados años. Pero, lo cierto es que la feria era, desde siempre, una llamada.


Yo recuerdo montar en aquellas atracciones a 10 céntimos, 10 céntimos de peseta, ojo, que hay mucha diferencia entre el dinero de entonces y el de hoy. Una 2400 veces más barato que la atracción más modesta de esta Feria.
Y nada menos que 78 casetas albergan diversos contenidos, desde juguetes a bocaterias, cuatro tómbolas y cuatro merenderos, de modo que, más allá de los excelentes restaurantes, tascas y bares en que es rica la ciudad, podremos saciar nuestro apetito en Los Huertos, en el Malecón de toda la vida, donde miles de murcianos se gozan en el pisto, el zarangollo, las patatas cocidas, el alioli, las salchichas, el molcón o las costillas de cordero.
En la Feria de Murcia, la mesa esta servida.
La Concejalía de Deportes ha tomado muy en serio su participación y a lo largo de estos días ofrecerá nada menos que 150 actividades deportivas, incluido el regalo de subir, río arriba, aprovechando  que hay agua, en piragua. El deporte tendrá su presencia en Murcia por tierra, agua y aire.
La Feria de septiembre es, para mí, y para todos, un revivir de los recuerdos, a veces dormidos, que pugnan por volver a ser presente.
Hoy recuerdo que cuando yo empezaba en el periodismo, conocí a un actor al que admiraba, a Pepe Nieto, un murciano nacido en 1903 y que había protagonizado un duelo a navaja, en la película “Orgullo y pasión”, nada más y nada menos que con Frank Sinatra. Recuerdo que le hice una entrevista (una de las primeras de mi ya larga ejecutoria profesional) y le pregunté  cómo sentía Murcia, y me contesto: “Como decirte que cuando vengo a Murcia se me cambia el color de los ojos”. Aquella frase me marcó, aquella frase me gustó, la cuidé y sentí no haberla inventado yo.
Cuando oigo la palabra Murcia, noto que se me pone la piel erizada y los pelos como escarpias. Porque solamente mencionar su nombre, me emociona y sé que emociona a otros muchos murcianos. Tenemos el orgullo y el privilegio de ser murcianos. Para mí la palabra murciano, más que un gentilicio para identificar es un adjetivo para presumir.
Yo, murciano de cemento, que tanto me gozo de la huerta, pero que nunca he cogido un legón, conozco bien a mis gentes, a los que Miguel Hernández llamó murcianos de dinamita, a los hombres en lucha permanente con la inundación y la sequía. Y sólo desde la ciudad, he visto el río desbordado, las calles anegadas y la ciudad sufriente.
Pero también sé que el murciano es un alquimista del tiempo, que convierte cada gota de agua en una pepita de oro. Nadie como el murciano ama a la tierra. Se nos culpa de ambiciosos en la posesión del agua. No es verdad. No hay tal egoísmo. El murciano lo que sabe, es que tiene una tierra ubérrima a poco que le dan el agua que necesita. El murciano lo que sabe es que el agua es de todos, que no puede ser propiedad privada de una región o de un grupo. El murciano lo que sabe es que cada gota de agua, administrada por él,  sirve para comer él, su familia,  a los demás murcianos y media Europa, si falta hiciera.
El murciano tiene sentido del reparto de la riqueza, porque ser murciano, es al mismo tiempo y en principio, un punto de partida para ser español, un buen español
Esa identificación entre los dos conceptos es un hecho histórico y tiene un carácter anímico. Porque, si en Extremadura presumen de ser tierra de conquistadores, los murcianos presumimos de ser tierra de conquistados. ¿Quién más conquistada que nuestra Matrona? Porque en ella elogiamos el disparate, contra la ley natural, de amamantar al hijo ajeno y dejar sin alimento al hijo propio.
Esta actitud anti natura de la que los murcianos presumimos, no tiene justificación de ningún tipo si no es desde el prisma de la generosidad extraordinaria de la gente de esta tierra. Por eso nunca hemos conquistado a nadie.
Por eso seguimos con los brazos abiertos, y aprovechamos cualquier oportunidad, como esta ocasión de la Feria, para llamar a las gentes de otros pueblos, para compartir con ellas el fruto de nuestro huerto y nuestra higuera, bajo la sombra de un parral o la alargada figura de nuestra Catedral.
Yo hablo de Murcia sin adjetivos. Sin otro apellido que sus seis letras. Miles de veces, cuando regreso de mis viajes profesionales o de simple conocimiento del mundo, ansío el momento en que encontraré un indicador que diga “Murcia”. Y es como si me encontrara ante una obra de arte. Veo Murcia y es como si estuviera ante Las Meninas o frente al Partenón. Un letrero que ponga MURCIA, es un monumento como La Torre Eiffel y tan significativo como La Estatua de la Libertad.
Pero no es cierto que Murcia abandone al hijo propio. Hoy tenemos, aquí, ejemplo de generosidad reconociendo el mérito de propios y extraños. Por eso puede otorgar a don Manuel Albaladejo el Título de Hijo Adoptivo, premio excepcional por el que suspiran miles de murcianos nacidos en otro sitio. Y, al mimo tiempo, no olvidar a los que tuvieron el privilegio de nacer, crecer y trabajar en Murcia.
Tal es el caso de los murciadísimos Coros y Danzas de La Fuensanta y los de La Asociación Francisco Salzillo, nombres de raigambre profunda, de auténtico sabor telúrico, recompensados con la Medalla de Oro, también otorgada a mi entrañable compañía de Teatro “Cecilio Pineda” que tras Juan Pedro o Flora,(aquella Brígida que me regaló mi primera corbata) continúa a través de Julio Navarro y sus hijos, y mi siempre querida Elvira Pineda, la hermosa tarea de mantener la vigencia de un Tenorio que, en Murcia, es una permanente llamada de amor al teatro.
Y a nuestro Obispo, al que he tenido el impagable honor de suceder como pregonero de Murcia, que recibe el título glorioso, envidiable, sueño de honor para cualquier murciano, de Hijo Predilecto de mi ciudad.
Premios todos merecidos, pero premios, también, que demuestran que nuestra Matrona municipal, no olvida alimentar el espíritu gozoso de sus hijos.
Señor Alcalde, gracias. Gracias a todo el Concejo. A todo, sin excepción, a los que mandan y hacen una Murcia más hermosa, y a los que ejercen el noble y difícil trabajo de la oposición. Gracias a todos, amigos. Y gracias especiales al Alcalde, que un día de julio me llamó para hacerme el regalo de una proposición que para mí fue un gozoso mandato. Una llamada inesperada en la que me concedía el honor de que yo pudiera pregonar las fiestas de mi tierra.
El encargo, insisto que para mí el mandato, me ha hecho pensar en Murcia más que nunca. Murcia, ha sido y es mi santo y seña vital y este verano, me he gozado en quererla más que nunca. Por eso estoy aquí. Para hablaros de Murcia. Para llamaros a Murcia. Y si esto no es un pregón, será un grito gozoso en el que no se si vale la pena contenerse, porque, en frase de Calderón
“en llegando a esta pasión,
Un volcán, un Etna hecho,
Quisiera arrancar del pecho,
Pedazos del corazón”

Si, si, si. Ya se que tal vez incumplo el mandato y, más que un pregón esto es una manifestación de amor. Yo quiero a Murcia con la ilusión del zagal que corteja a su amor primero, y hoy, en el corazón de la ciudad, ante los hombres y mujeres que rigen nuestros destinos, que hacen de Murcia una realidad más hermosa, quiero proclamar mis sentimientos. Y el llamar a murcianos y foráneos a la fiesta, sólo puedo mostrar mi gratitud.
Sr. Alcalde, señores concejales, gracias. Gracias porque en este Salón de Plenos, donde tanto se discute y se trabaja por Murcia, me habéis hecho el regalo de que pueda sonar mi voz. Una voz fea, cascada, y hoy más rota que nunca, porque ex abundantia cordis, de la abundancia del corazón hablan los labios, y porque a poco más de cien metros de la casa donde nací, me habéis dado la oportunidad de pregonar a los cuatro vientos, desde el mejor altavoz que existe, mi grito de amor por Murcia.
Amo a Murcia. Amo a Murcia, y si a Pepe Nieto se le cambiaba el color de los ojos cada vez que venía, cuando yo pronuncio esas perfectas seis letras, noto que en la garganta se me pone un nudo estrecho, que me entrecorta la respiración. Amo a Murcia de una manera vital. Y la amo porque amar a Murcia es amar a España, porque puedo amar a las dos al mismo tiempo, porque puedo sentirme murciano y español, porque me gozo en ese amor compartido.
Amo a Murcia porque la llevo en la sangre y bendigo a la madre que me parió en Murcia. Por eso, cuando hablo de Murcia siento con palabras de García Lorca, que
“mis venas son pulsos de caballo
que hacen latir la llama de mi gozo”
Decididamente, esto no es un pregón. Esto es una confesión de amor a Murcia. Y quiero gritarlo a los cuatro vientos. Necesito gritarlo
¡¡¡¡¡ VIVA MURCIA!!!!!

Pregón de Juan Ignacio de Ibarra Feria de Murcia 2010 - 1, Foto 1
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