El pianista, por José Munuera Lidón

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El pianista, por José Munuera Lidón

Todos hemos sentido alguna vez un pitido de oídos. Sin duda, escuchar alguna canción que nos transporte a ese estado de embriaguez mental que tanto nos gusta abstrayéndonos de la realidad circundante es siempre más agradable que un pitido y un buen pianista ha de saber elegir la melodía que en cada momento deseamos escuchar para entretenernos con su música.

La música y la política se parecen mucho, un político virtuoso ha de saber las teclas que tiene que tocar y cuando hacerlo para que su melodía suene a gloria bendita, sabedor de que nuestro cerebro piensa usando el simbolismo de las palabras, igual que un musico nos puede estimular con sus acordes musicales.

Palabras como: “solidaridad”, ”igualdad”, ”democracia”, ”estado del bienestar”, ”pensiones dignas”, “salarios dignos”, “redistribución de la riqueza” , “sanidad”, “educación”, “progreso” o “energías limpias” excitan positivamente el cerebro de todos aquellos que las escuchan, igual que lo haría un “fa mayor” a manos de Bach.

También hay teclas que solo encantan a los seguidores incondicionales del pianista, aquellos a los que les da igual la melodía, le aplaudirían, aunque aporrease la tapa del piano.

Esos acordes son “república”, “progresista”, “derechona”, “calentamiento global”, “economía circular”, “agenda social”, “colectivos en riesgo de exclusión”, “migrantes” o “violencia de género”.

Pero un buen pianista también tiene a su alcance un teclado que genera pitido en nuestros oídos pretendiendo asociar un sonido insoportable y penetrante con quienes se atreven a discrepar.

Este teclado ya lo usaba Stalin y el régimen nacional socialistas de Hitler, pulsando sus teclas suenan las cuya finalidad es deslegitimar al discrepante invalidando su discurso.

Esa forma de generar pitido en los oídos, cuando alguna opinión desentona con lo divulgado por el gobernante, podría considerarse normal con una dictadura, pero en tiempos de una supuesta democracia, pretender quebrantar el principio de convivencia entre los que piensan diferente, además de ser contrario a los manuales democráticos, persigue dividir la sociedad con el indispensable apoyo de medios de comunicación serviles al poder que amplifican los pitidos y deslegitiman al disidente, mientras resquebrajan el que constituye la sustancia sobre la que se levanta cualquier democracia digna de llamarse con ese nombre.

Desde hace pocos años nuestros gobernantes ocupan demasiado tiempo en destruir el debate aporreando con insistencia el teclado de las contra los que disienten del “discurso progre” calificándoles arbitrariamente como: “racistas”, “fascistas”, “machistas”, ”xenófobos”, “extrema derecha”, “españolistas”, “patriotas” “antivacunas” “negacionistas del cambio climático”, “antiabortistas” o ”ultracatólicos”. negándoles de manera despótica su libertad de pensamiento.

Sin duda España está dirigida por virtuosos pianistas tocando una prodigiosa melodía, que bien amplificada por los grupos mediáticos afines, embelesa a quienes la escuchan al tiempo que encubre la cruda realidad y hace que piten nuestros oídos cuando alguien se atreve a disentir. 

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