Pero ¿qué carajo quiero ser de mayor?

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Pero ¿qué carajo quiero ser de mayor?

Estamos en esa etapa de la vida en la que, una de dos, o te decides qué hacer de una puñetera vez, o te vas a la mierda. Me explico:

Cuando eres niño una de las preguntas frecuentes es ¿qué vas a ser de mayor?

Algunos, pocos, lo tienen claro pero, en el camino, se les olvida la profesión soñada y van desarrollando otros gustos que les abren nuevos senderos. Con suerte, estas nuevas vías les muestran las puertas a una vocación que termina por ser una profesión acorde con su forma de pensar.  Esto les pasa a unos pocos.

Otros, la mayoría, creo yo, terminan por desarrollar una profesión que les permite vivir. Así de simple y de llano. Y consumen un año tras otro viviendo una historia a la que se acomodan porque, no hay nada mejor que acomodarse y asumir que lo que hay; es lo que hay y punto y pelota. Para qué te vas a complicar la vida si la simplicidad en todos los campos te da paz y tranquilidad.

En este rango social, según yo, se incluyen los de más o menos sueldo, pero con un mínimo que les permite vivir con cierta decencia: Los de menos sueldo tienen peor móvil, casa con muebles reciclados y coche de menos “perras” y los de más sueldo, viajan más lejos, compran coches eléctricos, ropas más caras y van a restaurantes más costosos.

Esta visión de la vida tiene el peligro de que termines por asumir todo lo que pasa a tu alrededor sin que se te mueva un solo músculo: la injusticia laboral, la corrupción a destajo, el desarme de la educación, la manipulación sin piedad o una sucesión de tremendos desequilibrios ambientales que están acabando con el planeta tierra. Es lo que hay y, total, para dos días que se vive, tu bastante tienes con tu trabajo que te permite pagar impuestos, tomarte alguna que otra cerveza y viajar al pueblo de enfrente o a Honolulu para llenar tu “facebook” y tu “instagram” de maravillosas fotos con tu móvil de última generación “6G” con puestas de sol con maravillosos filtros y un icono monísimo de estoy feliz.

Luego estoy yo y unos pocos tarados más. Esos que siguen sin saber qué quieren ser de mayor a pesar de que estén más cerca de la edad de jubilación (también habrá que ver a qué edad nos quiere retirar el gobierno de turno) que de la edad de iniciar una vida laboral y que aún no han encontrado el hueco en el que encajar.

¡Maldita sea mi cabeza y  yo, que es incapaz de evitar la angustia ante la desaparición de un bosque, ante la humillación, la pobreza y la injusticia, o ante la tristeza de los ojos de algunos hombres que jamás han sido amados!

¡Maldita mi cabeza y yo que se creyó que era posible aquella historia que a los diez años me contó don Pepe Eugenio, el profesor de Historia: “Hay un país donde nadie tiene grandes coches pero todo el mundo tiene bicicletas”, me contaba!

Estaba pensando en abrir la hucha de los dos euros, que ya tengo un poco de capa caída con la puñetera crisis (gracias a Dios que los políticos de turno han tenido para subirse los sueldos, pobres) y gastármelo en ir a alguna charla de esas de alguna persona-genio de lámpara maravillosa, que te cuenta los secretos para triunfar en la vida y en tu negocio.

Al final he decidido dar el toque a algunos de esos amigos del alma para que nos tomemos un vino y critiquemos el sistema, mandemos al carajo a algunos personajes públicos y otros privados, nos riamos de nosotros mismos, lloremos un rato mientras nos contamos las penas y decidamos hacer algo para cambiar esto por aquello de dormir un poco tranquilo. Lo mismo y si ponemos de moda eso de hacer un poquito por mejorar esto al final cambiamos algo.

 Carmen Martínez Aledo

Murcia.com