El Galeón Fantasma

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El Galeón Fantasma

Cuentan los viejos marineros de un bonito pueblo pesquero una leyenda singular.

En las noches de luna llena y mar serena, allá donde el resplandor de la misma dibujaba lo que parecía un largo sendero; ahí es donde solía aparecer navegando el galeón perdido.

Codiciado velero, del que todos hablaban pero muy pocos habían podido divisar.

Más de veinticinco metros de eslora, tres gigantescos mástiles, trinquete, palo mayor y mesana; portaba enormes velas, sujetas por abruptas botavaras; y una cubierta merecedora de las mejores flotas.

Culminaba la popa la zona de gobierno; portando un robusto timón con adornos de marfil. En definitiva, una majestuosa estampa que surcaba los mares. De su tripulación nada se sabía; otro misterio más que acompañaba la leyenda.

Quien tenía la suerte de poderlo avistar, cambiaba su vida para siempre. Eso al menos es lo que contaban en el lugar.

Fue lo que le sucedió a Tristán, un joven de la zona, que con un pequeño bote a remo costeaba en busca de sustento, desde que era un chaval. Con gran capacidad pulmonar, unas gafas de buceo y un arpón, en cada una de las repetidas apneas de más de tres minutos, sumergido bajo las saladas y cristalinas aguas de sus preciosas calas, conseguía sacar cuatro o cinco pulpos, hábil y ágil en la tarea.

Él se conformaba diariamente con ganar lo suficiente para obtener un buen jornal, lo que equivalía a unos veinticinco kilos de moluscos.

Fuelle le quedaba para hacer muchas inmersiones más sin dificultad, pero era muy respetuoso con el mar y su ecosistema. Su solidaridad le llevaba cada día a dedicar alguna que otra inmersión a limpiar basura del fondo.

Si esto era interesante, aun más en la vida de Tristán, fue el privilegio de haber podido divisar el Galeón Fantasma.

Fue una noche de luna llena como contaba la tradición, en la que el joven pescador en su viejo bote salió en busca de calamar.

Tenía varios puntos marcados en el mar. Navegó hasta llegar al primero, echó el ancla, sacó sus aparejos y, en poco tiempo, su cesta pudo llenar.

Llevaba menos de una hora allí, cuando a lo lejos se formó una neblina ,que pronto se transformó en una gigantesca sombra, que terminó siendo lo que a sus ojos parecía el galeón.

Ensimismado y absorto quedó, se le aceleró el corazón y notaba su agitada respiración. Frotó sus ojos, boquiabierto, pues no sabía si lo que estaba viendo era producto de su imaginación.

Como era una persona con bastante autocontrol, comenzó a hacer ejercicios de respiración. Calmó su mente, pero el galeón venía de frente hacia su bote, lentamente, apenas a unos pocos nudos navegaba.

No le dio tiempo a reaccionar, no sabía si echarse al agua o empezar a remar para no ser llevado por delante.

Cuando de pronto, el galeón empezó a virar después de lanzar un par de fardos por estribor.

A continuación, apareció de nuevo la neblina y el galeón se esfumó misteriosamente.

Las olas que el velero generó rompían en el casco, hasta el punto que entró agua a cubierta. Tristán llegó a pensar que naufragaría. Cuando logró estabilizar y desaguar el bote, vio como se acercaban dos grandes bultos hacia él. Estaban al alcance de su mano y con bastante dificultad los echó a bordo. Con esfuerzo, remó hasta la orilla, pues la carga era pesada. De regreso a puerto, en cada palada apenas avanzaba, pero gracias a su buena condición física, consiguió llegar a su punto de amarre. Lanzó los dos cabos del pequeño bote e hizo un par de nudos dejándolo bien atracado.

Nervioso, sin recoger los aparejos ni limpiar el bote, como acostumbraba a hacer a la vuelta de cada jornada, cargó los dos enormes bultos en su destartalada furgoneta.

Tenía prisa por llegar a casa. Regaló la pesca a los marineros del puerto, quienes quedaron sorprendidos de ver lo apresurado que se apeó.

Dejó el bote patas arriba, lo que no era habitual en él, ya que solía ser muy cuidadoso. Se trataba de una persona ordenada, predecible en sus rutinas y muy tranquila.

Llegó a casa agitado, ni siquiera se cambió ni hizo la rutina que tenía por costumbre; sacó del bolsillo la navaja que utilizaba en sus faenas, bien afilada a piedra; y trazó un corte longitudinal, limpio y profundo, con habilidad, como si se tratara de un experimentado cirujano, a uno de los bien embalados fardos.

Sorprendido encontró unos mapas, libros y algo más… Comenzó a leer un papiro que decía: 

“Has tenido la fortuna de al Galeón Fantasma podido avistar,
por lo que tu abnegada vida para bien cambiará.
Pero tendrás que ir obedeciendo la orden que te voy a marcar.
En primer lugar, tendrás la misión de estas aguas custodiar.
En los mapas las marcas encontrarás,
por lo que esta parcela de mar has de cuidar;
y de sus fondos marinos te encargarás.
En segundo lugar, todos estos lingotes de oro serán destinados a comprar un barco de limpieza o los que puedas precisar, así como cuantos recursos sean necesarios para faenar.
Darás trabajo a personas del lugar, que en tan noble tarea te ayudarán.
Por último, algún que otro lingote destinarás a colaborar con familias del pueblo que lo puedan necesitar, y con otras personas que hacen bien a los demás.
Si no cumplieras tu parte, todo se esfumará de tu vida como llegó y en el Galeón Fantasma permanecerás condenado hasta el fin de tus días a navegar.”

Jero Martínez

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