El Abuelito, Feliciano y “El Capricho”

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El Abuelito, Feliciano y “El Capricho”

Cada sábado, al pintar el alba, el abuelito ponía los pies en el suelo a las 5:00 AM. Después del aseo, afeitado de brocha y espuma, tostada de pan crujiente con aceite y cafecito, esperaba, transistor en mano, que lo recogiera su amigo Feliciano; tenían una misión importante: recorrer los más de treinta kilómetros que distanciaban su domicilio de un pequeño cortijo, al que se dirigían con ilusión para restaurarlo y repoblarlo de aves autóctonas. Una tarea en la que llevaban tiempo y en la que pasaban largas y agotadoras jornadas, pero que eran un disfrute. Risas, confidencias , acertados consejos, buenas viandas, daban como resultado, pilas cargadas para toda la semana. Sin embargo, aquel día fue distinto a los demás.

Esta se convirtió en una experiencia única, que a ambos hizo replantearse si lo que vivieron era cierto o soñado.

La noche continuaba cerrada; cerrada de luna oscura, apenas se observaba en el cielo algunas tímidas estrellas que guiaban el camino. Antes de entrar a la finca, tras haber pasado la curva cerrada donde se encontraba ”El Capricho”, como llamaban al lugar, palparon algo distinto en el ambiente.

Iluminados únicamente por las luces del coche, y acompañados por el sonido de pinzones y gorriones que rompían el silencio con su canto, de repente, sintieron un estruendo tremendo, el coche se frenó en seco, se apagó el motor y también las luces.

Tras unos eternos segundos, una luz incandescente azulada, bajaba del cielo enfocando de lleno el vehículo, dejando a los amigos horrorizados. A continuación, frente a ellos, suspendido en el aire, como de encima del capó, salió a escasos metros un platillo volante del que emanaba un halo amarillo alrededor del anillo, que no paraba de girar a gran velocidad.

La luz se tornó blanca, brillante; fue entonces cuando el cuerpo de ambos amigos quedó engarrotado, inmóvil, pero con la sensación de que sus mentes estaban dentro de la nave, no sabían muy bien cómo…, se llenó de un espacio diáfano, enorme, con una pantalla de cine gigante al fondo. Cuando esta se puso en marcha, quedó dividida en dos y comenzaron a salir, simultáneamente, imágenes de referencia a la vida de cada uno de los amigos, que vieron desde cómodas butacas.

Reproducía situaciones a modo de cortometraje vividas por ellos, que habían tenido un sentido marcado y en las que les había quedado algo pendiente.

Se reconocieron y analizaron la reacción y emoción que habían sentido ante las mismas.

Aunque lo mejor de la experiencia fue que, ante aquellos asuntos sin cerrar, surgía un desenlace a modo de aprendizaje y reflexión, que aportaba paz en las mentes del abuelito y Feliciano.

Del festival de cortometrajes que divisaron, quedaron grabadas retahílas tales como: 

  • Hay momentos en que te esfuerzas y sacrificas y no obtienes lo deseado; sigue adelante con tu propósito.
  • Por bien que actúes hay situaciones que no dependen de ti. Medita y deja un tiempo entre una acción y tu reacción.
  • Hay que caerse para levantarse con más fuerza y continuar el camino.
  • Hay situaciones dolorosas inexplicables, a veces sin justificación, pero comprendes que son parte de tu vida y que es necesario el aprendizaje para continuar el camino.
  • Entre lo que hay en tu mente y la realidad de cómo piensan los demás, solo queda una cosa: sé Tú. Ya que tú eres tú y no lo que piensan los demás. Actúa siempre de buena fe.
  • Los momentos de turbulencia, aunque duros e interminables, pasan. Sirven para aprender y continuar el crecimiento.
  • Compórtate como el surfista que se sube a la cresta de la ola y la sigue hasta la orilla, en lugar de hundirse ante las adversidades de un medio hostil.

Cuando la pantalla se apagó, recuperaron la conciencia de que estaban sentados dentro del coche. No recordaban nada especialmente de lo acontecido, aunque coincidían en que en el habitáculo se percibía el olor característico a palomitas de maíz dulces de las salas de cine. Estaban inmersos en una sensación de paz, aunque algo desorientados.

Continuaba siendo de noche y se encontraban en la puerta del “Capricho”, Se miraron, sonrieron, bostezaron y comenzaron a hablar como de costumbre, como si no hubiera pasado un minuto desde la mañana.

Sus rostros estaban relajados, experimentaron un reseteo que alivió sus conciencias de cualquier tormento mental que hubiera podido divagar por sus mentes a lo largo de sus vidas.

Pero lo mejor de todo fue que : 

  • Las instrucciones y estrategias se quedaron grabadas en el lóbulo central de sus cerebros para utilizarlas cando fuera preciso.
  • El coche, misteriosamente, estaba girado, preparado para la vuelta, justo a la misma hora que regresaban cada día y con todas las tareas planificadas, también misteriosamente ejecutadas.

Y así regresaron a casa plácidamente… 

Jero Martínez

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