Días venideros

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Días venideros

En nada de tiempo , Viernes de Dolores, entramos por la puerta triunfal de la Semana Santa Salzillesca Murciana y, tras un paso, a las Magnas Fiestas de Primavera que tanto ansiamos. Tal conjunto de días seguro harán que una de las grandes cosas que nos gusta a los murcianos, la socialización, sean auténticas realidades. Pasaremos por caminos tan dispares como: emociones, anhelos, devociones religiosas, nuestra gastronomía tan típica y, si se puede, alguna que otra visita a nuestras barracas si el bolsillo nos lo consiente. Seguro es que unos se quedarán por sus pueblos y ciudades. Campo-huerta y playa- cómo no, también estarán presentes.

Está claro que no todo serán cofradías, "huesos de santo" o vestirnos de huertanos, aún hay más. Ayer recibía un mensaje para poder vernos un grupo de antiguos amigos de profesores, cada uno de un olivar distinto donde abunda la pedagogía, filosofía, literatura y presidentes de asociaciones social-políticas entre otros. El objeto sería la" reflexión viva" sobre la vida que llevamos, el entuerto donde España se sitúa ahora mismo y posibles proyectos que a manera personal andábamos en su búsqueda. Conclusión: un "atajo" de pensadores deseando vivir unas horas fuera de la realidad y desde arriba, desde el conocimiento y sensibilidades distintas, llegar a cruces de caminos del pensamiento. Ya se ve que de todo se vende para estos días. Todo un buen mercado.

Leyendo hoy a una buena pluma de prensa nacional he visto que ese era mi tema para proponer en tal mesa de "cercanos intelectuales": la batalla de la verdad y por dónde empezar. Tal pluma hablaba que en breve se cumplirían los 50 años desde que el diario The Washinton Post empezaba a investigar un robo en las oficinas del Comité Nacional Demócrata, en el complejo Watergate, donde lo que parecía un asunto menor se convertiría en un escándalo político que culminaría con la dimisión de Richard Nixon. El presidente había mentido a los estaunidenses y su mentira le llevaría a su ruina. Una vez más, la mentira, la falta de verdad que nos acompaña desde hace tiempo, sigue siendo la novia del baile. Al final, como en las buenas películas, el Post ganaría la batalla de la verdad. Ya me gustaría que en España pasase lo mismo.

Ando dándole vueltas a tal reunión de intelectuales y al libro de Allan Bloom, "el cierre de la mente moderna" (1987) de tener en el centro de todo" bicho viviente" la búsqueda de la verdad, donde pasaron a inculcar a los jóvenes la aceptación de la diversidad por encima de cualquier otro valor. De la mano del relativismo iba la exigencia de igualar todos los puntos de vista y estilos de vida: dado que no existen criterios objetivos para discernir aquellos con los que discrepa. He pensado que un aliado hoy día de tal forma de pensar es lo políticamente correcto y los códigos del lenguaje. Paradójicamente, el empeño por garantizar la variedad se ha ido convirtiendo en una fuente de intolerancia: estamos ante tal susceptibilidad en los asuntos protegidos por la corrección política que se han llegado a ver como legítimos los boicots contra ponentes en las ceremonias de graduación y otras formas más sutiles de censura.

Opino que mis compañeros y yo, la próxima semana, tendremos por cierto que, la sociedad democrática es algo que construimos entre todos mediante la práctica de "las virtudes de la humildad intelectual, la apertura de mente y, sobre todo, el amor a la verdad". Tales virtudes no son condecoraciones pavorosas que uno pueda ponerse de palabra, sino que se demuestran a través de la "disposición a escuchar con atención y respeto" a quienes discrepen de nosotros mismos. Frente a lo que dice el tópico, la aspiración a la verdad no tiene por qué cerrar los oídos a nadie. Más bien lo contrario. Ya decía John Stuart Mill que reconocer la posibilidad de que uno pueda estar en el error es una buena razón para escuchar y tomarse en serio, y no solo tolerar de mala gana, los puntos de vista con los que no estamos de acuerdo, o que incluso nos parecen chocantes o escandalosos.

Cuando me toque hablar, si hubiese lugar, pienso incidir en la obstinación relativista que existe hoy día. Aunque todos podemos errar, no significa que todas las opiniones sean igualmente valiosas. Tampoco quiere decirnos que no exista una verdad que deba ser descubierta. Tengo claro aquello de que la búsqueda de la verdad puede ser un antídoto frente a la obstinación que hace de cada opinión un dogma incontestable. Quien huye de la idolatría de poner sus opiniones por encima de la verdad querrá escuchar a personas que ven las cosas de forma diferente, para entender qué consideraciones, pruebas-razones y argumentos, les han llevado a un lugar diferente del que, de momento nos encontramos.

La disposición a tomarnos en serio a las personas con las que discrepamos, y no la diferencia relativista, es lo que "nos vacuna contra el dogmatismo y el pensamiento de grupo, tan tóxicos para la salud de nuestras comunidades académicas y para el funcionamiento de las democracias.

¡Menudo rollo el que es posible escuchen mis colegas! Pero deseo sean considerados y lleguemos a algo tan arduo para hacerlo exquisito en todo el fregado que me espera. Claro está que, si ello va unido en plenas fiestas de primavera con unos cuantos paparajotes o monas de pascua y un vino dulce, incluso hasta seríamos capaces de entendernos.

Ya se ve que en los próximos quince días Murcia se vestirá de gala y como siempre, como se dice en nuestra tierra, aquí habrá de "to", hasta incluso algún "estufío".

MARIANO GALIÁN TUDELA.

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