Tirania de las minorias

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Tirania de las minorias

El puerto de Cartagena siempre ha sido uno de los grandes del Mediterráneo y por él han entrado y salido trozos auténticos de grandes historias de la Humanidad. Suponemos que en los anales del Ayuntamiento estarán para la Historia de España y Europa grandes momentos. Ahora, "a la vejez viruelas", andan entrando toda clase de tipejos a cuál de ellos más variopintos y con ganas de mover sartenes que nada bueno traen. En las últimas semanas, el consistorio anda poniéndose las botas desde el mundo progre y es posible sea el auténtico "calentar motores" para las fiestas que se avecinan en torno al "Orgullo". Solo falta que aparezca la tiranía WOKE, cada día más presente socialmente. Ella alude entre sus defensores a un necesario "estado de alerta o de despertar ideológico frente a las discriminaciones y prejuicios raciales, que se ha extendido a las cuestiones de género, del colectivo LGTBI, vinculándose a su vez a todos estos temas con una nueva "justicia social".

Pero he aquí que del pasivo "estado de alerta" ha saltado al activismo social y muchas veces radical, desde los despachos gubernamentales a la radicalidad de calles o redes sociales. Muchos son los que conocen cómo se las llevan alrededor de la religión laica o laicista, pues también habríamos olvidado las que vienen montando en la esfera pública de los Estados Unidos. Por si faltase poco, llevan consigo un sectarismo-inquisitorial, o fanatismo propio de una "woketopia", donde imponen determinadas ideologías totalitarias desde hace años, justificando sus sacrificios de libertad en aras de nobles ideales como el progreso, justicia o equidad. La cultura de la cancelación la llevan en su ADN. Más de un analista nos viene percibiendo sobre los asuntos morales que existen tras de ellos y el carácter más o menos impositivo con lo que defienden sus formas.

Uno de los ámbitos de las polémicas woke se refiere al revisionismo histórico sobre los colonialismos, o al esclavismo norteamericano, con el consiguiente derribo o ataque a las estatuas de Colón, San Junípero Serra, George Washington o Thomas Jefferson. Por si nos hemos quedado cortos, las grandes obras de cine o literatura han ido a la cancelación total afectando a todo lo que haga referencia a Platón, Aristóteles, Kant, Dante o Shakespeare. Todo un sunami. Las Universidades también están en el ojo del huracán, pues para muchos el caldo de cultivo de esta mentalidad se ha cocinado en las aulas, cursos y publicaciones académicas, con la promoción de teorías posmodernas y de la teoría crítica, primero, y la teoría crítica racial, o del feminismo de tercera ola y la teoría queer, en las últimas décadas. En cualquier caso, son numerosas las polémicas suscitadas a partir de la cancelación de profesores por denuncias de tales sujetos, las cuales van desde un chiste supuestamente misógino, como el que puso al Nobel de Química Tim Hunt en el punto de mira; o el caso del célebre profesor John Finnis de las Universidades de Notre Dame y Oxford.

Las poblaciones americanas y ciertas europeas vienen generando una creciente polarización social, por lo que incluso referentes progresistas negros, como en su caso Barac Obama aducía sus reticencias ante los excesos dogmáticos de tales movimientos. Cómo no, un buen posmodernismo aplicado a la "filosofía wokw" no ha venido mal, nutriéndose de presupuestos existencialistas de Foucault, Derrida y Lyotard, así como otros planteamientos constructivistas desde los cuales se cuestiona la idea de realidad, esencia o naturaleza de las cosas, borrándose las fronteras entre los conceptos y en última instancia la verdad. Todo es objeto de construcción social y por tanto de de-construcción y de re-construcción , haciendo del lenguaje un campo de batalla. También cabría recurrir a la teoría de Scheler sobre el "resentimiento en la moral" , que además no sabe perdonar, como ha señalado Remi Brague. También es posible que dichos personajes tengan origen en un liberalismo progresista, o a en todo caso a un origen híbrido como alianza estratégica entre el liberalismo progresista y el progresismo de izquierdas, para lograr así una mayor "interseccionalidad" en la aplicación de lo que Anthony Gidens llamaría "agenda progresista". No hemos de olvidar que incluso en padres del liberalismo clásico, como John Locke podemos encontrar gotas de intolerancia respecto a determinados grupos sociales que se consideran peligrosos. En su ensayo Sobre la tolerancia, respecto a los católicos, a los que denomina despectivamente "papistas", Locke considera que "no se les debe tolerar que propaguen sus opiniones" para lo cual cabe emplear todos los medios necesarios ya que "como ocurre con las serpientes", nunca puedes prevenirte contra el veneno que esparcen usando medios amables, señalando algo después en alusión al eventual empleo de métodos crueles contra los católicos que "menos que nadie pueden merecer piedad". Un argumento similar de que no cabe tolerancia para ciertos grupos fue aplicado por la teoría crítica de Herbert Marcuse a los movimientos de derecha. Como afirma en su Tolerancia represiva "liberar la tolerancia, en consecuencia, significaría intolerancia contra los movimientos de derecha y tolerancia de los de izquierda".

Pensadores de la tradición de la libertad, como Benjamín Constant, Alexis de Tocqueville, o John Suart Mill, ya nos advirtieron sobre el peligro de la tiranía social de las mayorías, o en este caso, de las minorías y de quienes se erigen en sus representantes y defensores. Cuando el tirano es la sociedad, esta puede ejercer una tiranía más peligrosa contra la libertad que la opresión política porque tal tiranía puede penetrar hasta la médula social y extenderse hasta las ideas, el corazón y el alma de toda la sociedad.

Así que, querido y Excmo. Ayuntamiento de Cartagena, mucho cuidado con saber lo que dejamos entrar en casa en pro del progresismo. El tiro les puede salir por la culata.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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