Nula dignidad humana

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Nula dignidad humana

El personal está que trina y España sufre crisis de convivencia en general. El vandalismo se ha hecho dueño de nuestras calles y el individualismo se ha acomodado en nuestros interiores. Decía hace tiempo un buen escritor: "¿Deseas que la sociedad mejore? Empieza primero por ti mismo". Para llegar a la meta de un compromiso colectivo lo normal es que la brillantez del colectivo de cada uno en particular surja efectos como el de los imanes. No se arreglan los demonios de la violencia, del odio y de la rabia sin estar por dentro cada uno con esa paz de saber que anda por buen camino. Sabemos que estamos entrando en una gran agresividad contra el otro y desprecio de las opciones que los otros mantienen en los diversos campos de la vida. Tales actitudes personales y colectivas junto a la necesidad de convivir se van difuminando y, en su lugar ocupan ahora los discursos duros y excluyentes sobre los demás. La mirada sobre el resto, donde debería estar fundamentada en la misericordia ha pasado a ser una mirada por encima del otro cargada de enfado e incluso de hostilidad y de muerte. Sin duda alguna, cuando los que dirigen un país o los principales partidos de la oposición crean este caldo de cultivo quiere decir simplemente que no nos sirven y que pase el siguiente.

Todo lo argumentado anteriormente, sin duda alguna, atenta de lleno a la dignidad humana y procede de un centro nuclear que cada día está más en nuestros escaparates. Hemos perdido el norte, nuestra moralidad y mirar al otro de una manera podríamos decir "fraternal", amante de ir juntos por el camino de la vida, los que se apoyan ante las dificultades y no buscar vivir en ciudades tipo Sodoma y Gomorra donde todo era un auténtico desmadre personal y colectivo. Hace falta pues una convivencia que se convierta en un punto del nuevo pacto social para el siglo XXI. Hace falta que el reconocimiento del otro se haga efectivo en términos concretos. Si se mantienen las ambigüedades a la hora de construir sociedades inclusivas, el conflicto resquebrajará los países y se extenderá antes o después a escala planetaria. Gobiernos, Familias, Educación y Justicia tienen sus deberes sin hacer hoy por hoy y ahí están los frutos de su quehacer como gobernantes y amantes de la dignidad del ser humano.

Pero si a ello le añadimos los "noes" contra algunas prácticas biomédicas son en realidad un "sí" a la dignidad humana y, de igual modo que son un "si" a favor de esa dignidad los "noes" contra la tortura, el racismo, la esclavitud o la discriminación por razón de sexo. La dignidad humana se pierde ante los embriones sacrificados en aras de la fecundación artificial y ante la mentalidad eugenésica. Un buen índice para empezar a alegrarnos son las nuevas propuestas terapéuticas que comportan la manipulación del embrión o del patrimonio genético humano: terapia génica, clonación humana, uso de células madre, intentos de hibridación y utilización de "material biológico" humano de origen ilícito para medicamentos entre otros.

En pleno siglo XXI la dignidad humana se está resintiendo por tanto juguetear y coquetear con el ser humano como si fuese una muñeca de trapo arrastrada y vapuleada a lo largo de un gran estercolero. Tanto que nos creemos ser y tanto que nos denigramos a nosotros mismos. Así como hace siglos la clase obrera estaba oprimida en sus derechos fundamentales y, los buenos del lugar tomaron sus defensas con gran valentía, proclamando los grandes derechos de la persona del trabajador, así ahora, cuando otra categoría de personas está oprimida en su derecho fundamental a la vida, hemos de sentir el deber de dar voz, con la misma valentía, a quien no tiene voz.

Desde estas líneas lo proclamo abiertamente. ¿Y Ustedes?

MARIANO GALIÁN TUDELA

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