Demolición del derecho

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Demolición del derecho

Hoy Día de los Difuntos, al igual que hacían nuestras abuelas por estas fechas, faltando un mes escaso para el 6 de Diciembre, Día de la Constitución, realizaban un novenario por el alma de un difunto allegado con el único propósito de que el alma de esa persona no se perdiese por las tinieblas y descansase en paz. Aquí, tal como estamos en España, más que un novenario deberíamos realizar para que nuestra Constitución, tocada y casi hundida salga a flote tras los palos que está recibiendo, sobre todo, desde sus altas esferas.

No es ninguna barbaridad por estos tiempos hablar de crisis éticas, morales, espirituales y cómo no la pérdida del sentido jurídico que nos eclipsas a todos los españoles. El mundo del derecho observamos como agoniza asediado por la falsa ideología y la mala política por ambos bandos. Claramente asistimos a la demolición del derecho por los mismos que deberían mimarla de manera descarada. Desde la llegada de los floripondios separatistas catalanes todo es un ataque a la Constitución, mientras que sus socios, vascos y los que se dicen llamar socialdemocracia, echan leña al fuego o se suman aprovechándose de la falta de rectitud de un gobierno sin escrúpulos. El "derecho" de autodeterminación que se invoca, no solo es anticonstitucional, sino que se opone a la unidad nacional en la que se fundamenta la Constitución. Para amparar tal derecho, en mis cortas luces jurídicas, habría no ya que modificar la Constitución sino destruirla. Entonces…¿qué hemos de festejar el próximo 6 de Diciembre?

Recuerden los sucesos de la pandemia donde se confirma el diagnóstico de lo que hablamos. El derecho ha sufrido la peor cuarentena y el último episodio de la defunción del derecho era, tal cual, la libertad de los golpistas sediciosos. Por un momento me ha venido Montesquieu a la cabeza: muerto él, todo resulta más fácil. Ya no es necesario que el poder frene al poder. El camino hacia el absolutismo y el totalitarismo queda abierto y, más aún, los jueces quedarán sometidos al gobierno popular donde el Parlamento y Gobierno son la misma cosa y, el objetivo será a partir de ahora una política sin jueces, una política sin justicia y contra la justicia. La justicia, a partir de ahora, será un estorbo para la "voluntad popular" y la supresión de la división de poderes y controles judiciales de las diversas acciones del Gobierno entrañan de hecho la quiebra del Estado de derecho y, con él, del propio derecho.

Sin un poder judicial libre de intromisiones del Gobierno sabrán ustedes que no existe justicia ni libertad. Más de un buen filósofo de la política nos dejaba enmarcado en los grandes libros de la historia que el poder judicial era una de las barreras fundamentales para evitar que la democracia se deslizase hacia el despotismo. Así lo entendieron los fundadores de los Estados Unidos. El poder de los jueces americanos procede del derecho que tienen reconocido a fundamentar sus decisiones directamente sobre la Constitución, y por ello, en el derecho a no aplicar las leyes que consideren inconstitucionales. Estamos ante un poder inmenso pero no arbitrario ni absoluto. La última palabra la tiene el Tribunal Supremo Federal, pero lo que nunca podrán ni el presidente ni las Cámaras es inmiscuirse en el ejercicio de la función jurisdiccional. Por el contrario, son los jueces quienes controlan y limitan el poder del Gobierno y del Parlamento. Algún inconveniente que otro tienen, dicen los expertos, pero hay muchas más ventajas. Así, hemos de tener claro que ningún pueblo ha constituido un poder judicial de tanta altura y además, sus funciones le hacen apto para defender la auténtica libertad.

El Desgobierno actual español ha abandonado la senda del derecho romano y abraza de lo lindo la teoría del uso alternativo del derecho: "el sometimiento a los intereses del poder". El pueblo español tiene claro que se les quiere someter "sí o sí", apoderándose de sus conciencias y negando el derecho de cada uno a defender sus convicciones. Ya no queda nada de "la majestad de las leyes". El derecho lleva tiempo agonizando con azules y rojos. No sabemos cuántos hilos de vida le quedará a la pobre criatura y lo peor de todo, como decía Ortega y Gasset, que la "destrucción del derecho no trae nada bueno, sino produce el envilecimiento de la persona".

Tal cual están las cosas seguiremos con el novenario del que les hablábamos al inicio. La Constitución pone orden en nuestras casas y en nuestras calles y, bien nos vale que esto vaya calmándose y, el poderío político de ambos bandos dejen de una vez al mundo judicial y guíe a la jurisprudencia. Suponemos el compromiso que todos hicieron en su momento antes de su inicio profesional. Las ideologías deben salir cuanto antes de los despachos donde debe cocerse con buenos ingredientes tanto bueno que hace falta en nuestro país.

MARIANO GALIÁN TUDELA.

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