Los sofistas de siempre

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Los sofistas de siempre

"Los sofistas siempre se han dedicado en convertir el argumento más débil en la razón más fuerte". Ellos manejan el lenguaje como un instrumento puramente utilitario para convencer a los demás de aquello que a los propios sofistas les conviene. Hablar hoy no parece ser una actividad que está al servicio del encuentro con la verdad, más bien al logro del poder y de ello saben muchos los españoles desde hace tiempo que sepamos. Parecen caballeros auténticos del saber, pero no es así. Tampoco el sofista se identifica con el retórico, ya que este trata de hacer creíble lo verdadero, mientras que el sofista intenta hacer verdadero lo falso. Todo un ovillo fuera de madre si no lo sabes cogerlos a tiempo.

Cualquier político sea municipal, regional o nacional debe reflexionar, pensar y saber decir al estilo retórico y no sofista, pero ello no conlleva que, por circunstancias, ni las veamos venir y nos den sopas con hondas conllevando así la pericia de lenguaje que tenemos frente a nosotros a la hora de lanzarnos un guijarro o canto rodado y acierte de pleno. Por ello nuestra formación, nuestra lectura, nuestros pensamientos deben ir muy bien trabajados al respecto. Los engatusamientos del contrario hemos de verlas venir y con elegancia saber torear, poner las banderillas y llevar desde la razón y nunca por pérdidas emocionales perder los estribos. El equilibrio emocional es fundamental. De ello, era un lince el torero D. Antonio Bienvenida.

A los sofistas griegos , Platón los llamaría mercaderes ambulantes de golosinas del alma. Ahora bien, los sofistas siguen entre nosotros expendiendo ideas-basuras, comida rápida para alimentar mentes vulgares por todo tipo de medios. En la España encogida de hoy la sofística ha pasado a ser un fenómeno global y los discursos son constantes atentados a la lógica, al sentido común y, cuanto más próximos crees están en la verdad, más niegan las evidencias. El gran maestro de sofistas, el gurú de la confusión mental lo iniciaba el Sr. Zapatero y luego era relevado por nuestro Presidente actual. Más aún, otros miembros de partidos, de sigilo guante blanco, no crean que van muy lejos tampoco. Suponemos ya nos entenderán. "Parecen" pero no "son".

El único modo de romper tal circulo vicioso es la formación intelectual y la cultura política, pero esta educación para la esfera pública tendremos que buscarla cada uno de nuestra cuenta y preguntar e incluso trabajar para adquirirla, pues lo que nos venga por vía oficial y burocrática vendrá ya empapada del aroma sofista. Ahora bien, lamentablemente, la educación se ha convertido en adiestramiento y domesticación con creciente ausencia de aprendizaje del mundo de las humanidades. El lugar común que ayer, hoy y mañana nos está tocando es la muerte en flor del pensamiento libre. Lo políticamente correcto nos agota y empequeñece nuestra talla ciudadana.

Otro de los grandes, Sócrates pagó bien cara su apartarse de los sofistas. Pero su conducta sigue iluminando civilización tras civilización. Hemos de desconfiar de los panfletos de autoayuda y de los bestsellers de divulgación. Buscar la mejor calidad intelectual que seamos capaces de asimilar. El mercado laboral se afana por contratar talentos pero cada excelencia intelectual sólo la roza quien se decide a pensar por cuenta propia.

La Vicesecretaría de Formación, Estudios y Programas de VALORES sigue ahí, con una Biblioteca plagada de buenos libros, revistas, etc para la mejora personal de cada uno de los que se nos acerque. Otro tema distinto es si de verdad deseamos buscar la calidad y la excelencia en nuestras políticas o más bien seguir a la prensa posmoderna española y dejarnos llevar por los medios de comunicación actuales. Imaginaos si un médico que estudió hace 10 años no estuviese al día de las diversas enfermedades que van surgiendo, por ejemplo "el mundo de la salud mental" que está dando fuerte en España. Ilustrarse, leer, reflexionar ayuda más que tener un buen pico para hablar pero sin hondura de lo que se habla. La indigencia mental sigue estando ahí mientras no busquemos la calidad y la excelencia en nuestro proceder. El mundo político de hoy conlleva demasiados sofistas y pocos o casi ningún retórico.

MARIANO GALIÁN TUDELA.

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