"El paso de Jc de dos a cuatro"

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Juan Carlos era conocido por todos por las iniciales de su nombre.

Desde que era muy pequeño, él mismo se decía llamar así, haciendo honor a las  iniciales que resaltaban en el frontal de la gorra que llevaba puesta.

Vestía con camisetas y lucía ¨ merchandising motero¨ Cuando llegaba alguna fecha señalada, era fácil acertar con él en los regalos.

Y si estos venían con autógrafo de algún piloto , era fiesta asegurada.

Enamorado de las dos ruedas desde que tenía uso de razón.  Era increíble como desde a penas cinco años de edad se convertía en el centro de  atención, con un ¨pico de oro¨.

Daba explicaciones con soltura y elegancia agrupando  multitud de personas alrededor.

Conocía los circuitos de MotoGP, pronunciaba nombres y longitud de cada uno de  ellos, curvas a derecha e izquierda que debían recorrer los pilotos y sus nombres,  escudería, patrocinios , hasta de presupuestos hablaba.

Pero sobre todo marcas de motos, cilindrada y características técnicas.

Explicaba emocionado las entrañas de cada máquina al detalle.

A medida que iba creciendo se iba especializando más y más, vivía por y para la moto.

Por buenas calificaciones con catorce años, sus tíos le regalaron su primera máquina  de 49 centímetros cúbicos.

Con cierta oposición de sus padres, en especial de Toñi su  madre, a quien no hacían mucha gracia los vehículos de dos ruedas.

Jc desmontaba y montaba en un abrir y cerrar de ojos, cambiaba aceite, ajustaba  frenos, sustituía tubo de escape, hacía mantenimiento y solucionaba cualquier avería  sobrevenida, no solo de su máquina¨ como él llamaba¨ si no de las de amigos y  vecinos, con lo que sacaba dinerillo extra.

Tenía un caballete para reparar cómodamente, hasta disponía de un bidón para  depositar el aceite usado y poder llevarlo al punto limpio.

Tarea que realizaba con  esmero dada la conciencia de un mundo más sostenible que le inculcaban en casa, así  como herramientas de todo tipo.

Estaba mejor equipado que algunos talleres  profesionales.  Contaba con un stock de piezas básicas que encontraba por Wallapop, páginas de  segunda mano en internet y en desguaces que solía frecuentar, donde era bienvenido.

Lo saludaban con simpatía, hasta le guardaban piezas que pensaban podían ser de su  interés.

Disfrutaban de su visita y explicaciones.

Se presentaba siempre de la misma manera:  ¡Buenas tardes! -A la vez que con la mano izquierda giraba su gorra dejando la parte de la visera en su  nuca.

¿ Algo interesante para mí?  Y continuaba con su lema:  ¨Vengo a recargar existencias para poder realizar mis reparaciones en tiempo exprés,  soy el mecánico del mañana rápido y eficiente¨ y terminaba con una carcajada.

Esta actividad la desarrollaba en el garaje de su casa.

Le permitían desempeñarla de  viernes a domingo, siempre que hubiera realizado las tareas del colegio, así como las  que le asignaban en casa.

En poco tiempo consiguió ahorrar para comprarse una moto de cilindrada mayor.  Soñaba con correr en circuito, trazar curvas a máxima velocidad.

Cada noche se visualizaba proyectando curvas ,tirando del manillar hacia abajo,  sacando rodilla, inclinando su moto y saliendo de la misma acelerando ¨retorciendo la  oreja¨ de su máquina.

Después de tanta insistencia y dado que cumplía con sus obligaciones de manera  satisfactoria, le concedieron el deseo, al cumplir la edad de dieciséis años, de sacarse  el permiso de conducir para la cilindrada de 125cc.

Su padre intentó a toda costa negociar con Jc, posponer el carnet a los dieciocho a  cambio de otro deseo del adolescente.

Un pase de ¨paddock de MotoGp ¨, con el que  podría sentir la magia de las carreras desde un lugar privilegiado.

Pero no logró  convencerlo.

Con el carnet en su cartera, el dinero preparado, contado al céntimo y la máquina de  125 centímetros cúbicos más que elegida, se dirigió junto a Joaquín, su padre al  concesionario.

En poco tiempo le hizo el rodaje, pronto se hizo con la conducción de la moto.

Realizó  alguna que otra modificación que aumentaba la velocidad punta de la misma, así como  la aceleración y la respuesta en carretera.

Se convirtió en un piloto atrevido, arriesgaba en cada maniobra y la seguridad se  tornó en imprudencia.

Circulaba de forma agresiva, adelantaba por derecha e izquierda y no hablemos del  nulo respeto a señales de tráfico.

Salía ileso de todas sus aventuras aunque más de un susto llevó.

Sus amigos lo bautizaron como ¨Jc Cat¨ , haciendo alusión a que tenía más vidas que  un gato.  No era bueno tentar a la suerte tantas veces, ni mucho menos prudente.

Hacía caso omiso de las advertencias y consecuencias que algún que otro amigo  prudente se atrevía a recriminarle, tildando de tremendista y peligrosa su forma de  pilotar.  La única persona que conseguía que le hiciera caso, era a ¨su rubia ¨ ,como llamaba a  su compañera de pupitre , de la que estaba locamente enamorado.  Solo conducía de manera relajada cuando ella le pedía que le diera alguna vuelta o  que la llevara a algún sitio, para lo que siempre estaba disponible.  Respetaba las señales de circulación, velocidad,… Se convertía entonces en un piloto ejemplar.  Para la ocasión preparaba un par de cascos con intercomunicador, pretendiendo que  fuera un paseo ¨en primera clase¨.  Trazaba las curvas con suavidad y aceleraba lo justo para salir disfrutando de la  sensación de libertad pero con extremada prudencia.  ¡Cómo cambiaba! Pero esos momentos de conducción responsable duraban poco.

Llegaron incluso a organizar los fines de semana, lo que llamaban ¨ carreras canallas ¨.

Se trataba de carreras ilegales, con apuesta incluida .

Convocaban por redes sociales en el polígono industrial de la ciudad a cuantos pilotos  quisieran enfrentarse a ¨Jc Cat¨ .

Quien solía ganar en prácticamente todas las convocatorias, lo que fue influyendo en  que fuera aumentando su confianza y alimentando su ego.

Además de tratarse de algo totalmente ilegal, perseguido y penado por la ley, ponía en  riesgo su propia integridad física, así como la de cualquier persona que pudiera tener  la mala fortuna de cruzarse por su camino en el momento inoportuno.

Una tarde, en una de las ¨carreras canallas¨ organizadas, esta vez convocada en una  peligrosa carretera de montaña sin señalización, sacaba más de treinta segundos de  ventaja al segundo.

Entró en una doble curva pasado de velocidad, no calculó  correctamente el trazado de la segunda y salió desequilibrado pillando un bache.  Percibió que la caída era inevitable, Jc aplicó los conocimientos que tenía: Soltó el manillar dejando ir la moto, rodó por el suelo, dando no sé cuantas vueltas.  Llevaba una buena equipación que le protegío de quemaduras en el asfalto, pero con  la inercia de la velocidad que llevaba, no podía parar de rodar.

Después de interminables volteretas, frenó en seco golpeándose con un árbol quedando tendido en el suelo a más de veinticinco metros de distancia del lugar de la  caída.

Perdió el conocimiento.

Cuando despertó, después de unos cuantos días, estaba en el hospital, entubado.

Él  solo recordaba el momento anterior a la caída.

Su mente le decía que todo estaba bien  y que pronto subiría de nuevo a la moto, pero la sorpresa fue que a penas sentía las  piernas de cintura para abajo.

Tenía cierta sensibilidad pero no podía moverlas.

Fue entonces cuando llegó el momento más duro asumir el diagnóstico médico.

Le  informaron que se había fracturado varias costillas y vértebras.

Había sufrido estenosis vertebral y una lesión incompleta de la médula espinal.

Esto suponía que tenía pocas posibilidades de volver a caminar.

Cuando le quitaron la medicación intravenosa, continuó sufriendo fortísimos dolores,  pero lo que más le dolió fue tener que pasar ¨de las dos a las cuatro ruedas¨.

Ver la vida desde otra altura, le supuso un duro revés.

Muchos meses de adaptación a la nueva vida, sesiones de terapia, psicólogo y aun así,  tardó bastante tiempo en adaptarse al manejo de la silla de ruedas y a hacer todo  desde ahí.

Se le vino el mundo encima.

Fue muy duro el replanteamiento de vida.

Se sometió a sesiones de rehabilitación agotadoras y poco a poco fue avanzando.

En un principio no quería ni oir hablar de motos, de hecho no quería hablar con nadie y  tampoco que lo visitaran.

Solo había una excepción con la que se le iluminaba la cara  al verla entrar por la puerta de la habitación, ¨su rubia¨.

Sus padres fueron un apoyo incondicional, aunque inicialmente no levantaban cabeza.  Sufrieron mucho y se culpaban por haber sido permisivos y no tajantes con la compra  de la moto.

Consiguieron entender que pensar así no solucionaría nada.

Así que  cambiaron el planteamiento de la situación.

Sacando fuerzas de flaqueza consiguieron dar un enfoque positivo a la situación, lo  que fue primordial.

Se convencieron y convencieron a Jc de que después de la  desgracia , aun estaba vivo, era un privilegiado ya que la vida le había dado otra  oportunidad.  Y que mejor manera de ocupar su tiempo que dedicándose a arreglar esas máquinas que habían sido su pasión.

Le montaron un taller adaptado a sus necesidades en el que trabajaba desde su silla de  manera incansable todas las tardes.

Las mañanas las dedicaba a continuar con la  rehabilitación, visitas al psicólogo, alimentar su canal de youtube y prepararse las  charlas que al menos un par de veces impartía en institutos y colegios sobre como pilotar una moto, consejos útiles y consecuencias de las imprudencias.

Aclaraba siempre que: -El chasis de la moto es el propio cuerpo.

-Que nadie estaba libre de un accidente.

-Si se pilotaba de manera imprudente ,las posibilidades de tener graves consecuencias  se multiplicaban.

- Terminaba las mismas con un juego a modo de reflexión.

Lo llamaba ¨PAPIMIPONE¨.  En el que pretendía que su atento público entendiera que entre la ¨acción y la manera  de reaccionar ¨ a una situación, acción o pensamiento, había que pararse a pensar, medir las consecuencias de lo que podía ocurrir.  Era como un : ¨párate, piensa y mide si lo que vas a hacer puede ser positivo o  negativo para ti¨.  Lo había confeccionado utilizando la regla mnemotécnica de las iniciales.

Con ello  pretendía ayudar a conseguir un mayor autocontrol.  Lo explicaba de una manera amena y era muy divertido jugar.

A él le funcionaba, exclamaba con voz contundente.

¡ Aunque si lo hubiera conocido y practicado antes…! finalizaba diciendo, a la vez que  señalaba con ambas manos su silla.

Se generaba un silencio que dejaba a todos  boquiabiertos y que impactaba entre el público.

Estas charlas contaban con numerosos suscritores y visualizaciones en youtube, con  tan buena fortuna que un afamado traumatólogo, especialista en lesiones medulares  que estaba experimentando con una revolucionaria técnica, se fijó en su historia, le  llamó la atención y contactó con él.

Concertaron una cita donde le solicitaba todos los informes y le ofrecía participar en  un tratamiento experimental a coste cero.

El Dr.

Contreras, revisó todo.

Inicialmente no le aseguró nada, pero decidió continuar  haciéndole una serie de pruebas .  A medida que salían los resultados fue siendo más optimista.

La fortuna de Jc fue que las fracturas no habían dejado secuelas.  Y al tratarse de una lesión incompleta de su médula, la técnica inventada por el Doctor.  podría hacer posible que se restablecieran al cien por cien las conexiones neuronales,  ya que al no haberse perdido por completo, continuaba habiendo conexiones sanas  entre el cerebro y el cuerpo.

De manera que con la novedosa técnica, podría ¨ darle voltaje al circuito eléctrico  estimulando las células efectoras¨ y que se hiciera el milagro… Le comentó que al menos habría que hacer cinco intervenciones.

Que sería largo y  extenuante, pero que tenía posibilidades de recuperar la marcha.

Tras escuchar las palabras que salían de la boca del Doctor, Jc se derrumbó en un  incontrolado llanto de emoción.

A la vez que asentía con la cabeza diciendo que estaba dispuesto a hacer lo que fuera  por volver a caminar.

Programaron la primera intervención para una semana después.

Tras más de siete horas de quirófano, llegaron buenas noticias.

El pronóstico era favorable.

Había muchas posibilidades de éxito,  Jc, continuó con el compromiso de esfuerzo y trabajo duro.

Finalmente fueron necesarias solo tres intervenciones de las cinco programadas  inicialmente.

Jc se tuvo que marchar varios meses a un hospital especialista en accidentados  medulares, en el que la rehabilitación era muy específica coordinada y supervisada por  Contreras.

El trabajo fue extenuante , pero en menos tres meses pudo mantenerse de pie y a los seis meses pudo caminar con normalidad.

Continuó haciendo trabajo de gimnasio y entrenó duro.

De manera que comenzó a  andar y en aproximadamente un año, consiguió correr en la cinta del gimnasio.

El milagro se había obrado, Jc pudo abandonar las cuatro ruedas.

Regresó a su ciudad y continuó enganchado con la afición de correr.  Organizaron una carrera solidaria en favor de lesionados medulares.

Jc logró correrla y terminar los diez kilómetros de la prueba en poco más de una hora.  No es que fuera una marca digna de un campeón, pero en su caso, era una prueba de  superación personal, esfuerzo y suerte.

Se convirtió en un referente , fichado como jefe de mecánicos de una famosa  escudería de MotoGP.  Volvió a montar en moto, pero respetando las normas de circulación vial y extremando  las precauciones

El paso de Jc de dos a cuatro - 1, Foto 1
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