La rebeldía de la mediocridad

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La rebeldía de la mediocridad

Somos muchos los que hace pocos días hemos disfrutado de la actuación de Ramón Tamames en el Congreso Español. Daba gozo escuchar una cabeza bien amueblada y brillante en el Paraninfo del Congreso cuyas paredes, desde hace tiempo, solo escuchaban las barbaridades chatarreras de voces que a España no han llevado a buen puerto ni esperamos que lleguen por hoy. Es más que posible que nuestro país esté plagado de grandes trabajadores, hombres y mujeres de fortaleza sublime, gentes de buena fe y algunas mentes talentosas que hayan hecho de él una gran Nación causando envidia a los cuatro puntos cardinales del globo, pero también lo es cuando hasta la fecha no hemos invertido en poner las bases adecuadas desde la educación para poseer grandes mentes que, al fin y al cabo, es invertir en riqueza.

En este año de 2023 se cumple un siglo de un gran libro del pensador español por excelencia, Ortega y Gasset, que publicó en 1923: El tema de nuestro tiempo. Ello me ha hecho bucear en tan buen jinete del pensamiento. No cabe duda que ha sido uno de los filósofos españoles más importantes del siglo XX. Autores como María Zambrano, Javier Zubiri o Julián Marías serían unos de tantos seguidores de la escuela de D. José Ortega y Gasset. Trabajó mucho y duro sobre variados temas pero su ansia infinita giraría en torno a la verdad. Todo un defensor del humanismo liberal. Como él, sana envidia de poder escuchar, conversar y entablar temas de opinión con claras cabezas como Menéndez Pelayo, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu o Pío Baroja. Justo al revés de lo que hoy nos puede suceder.

Impresión es poco y aseverar es más que justo cuando palpamos que desde las distintas instituciones estatales, religiosas u otras, el mundo del pensamiento, del debate y del saber escuchar al otro no va con nosotros y así, hemos llegado a lo que hoy hemos obtenido por herencia: un auténtico debacle de mentes poco forjadas donde hay espacio para la mediocridad, para la nula reflexión y para la falta de buena oratoria basada en fundamentos sólidos sobre distintos temas que nos afecten. Ante tal calamidad podríamos echar un vistazo atrás y comprobar cómo han sido los primeros años de nuestros alumnos en Primaria: si hemos invertido en muchas y buenas lecturas y han dejado el poso interior suficiente para que sean capaces de enfrentarse a sus mundos por venir . Toda una aventura plagada de estrellas.

Podría afirmar que nuestro rebelde Ortega y Gasset ha sido uno de los españoles con mejor mente lúcida de nuestro cercano pasado y ello le llevaría a entregarse a los grandes y hondos problemas de su tiempo. Como buena pluma, en la prensa combatiría la degradación de la sociedad por la que pasaba dentro de un ambiente de hipocresía generalizada. Así, mirando a los grandes y forajidos españoles del antes y después, no perdiendo la fortaleza que nos queda ante la barbarie del hoy, como nuestro gran pensador, hemos de batallar el fracaso intelectual y moral de nuestro país. Sentirnos atraídos por la experiencia de la grandeza que está en la educación, pero aún ahí nos puede vencer el precio en degradarnos. Saber acercar las buenas culturas y la afable educación a las masas y, no quedarnos meramente en el espectáculo que nos pueden proporcionar. Los fundamentos de los derechos humanos, clonación, eutanasia, ideologías totalitarias, el rapto de nuestro país en su dimensión histórica y su manipulación permanente, terrorismo, corruptelas, separatismos e independentismos han caído en saco roto por no mantener estímulos intelectuales en nuestra población. Supongo que si Ortega volviese a este fallido país del XXI mantendría las mismas tesis, pero incluso de una manera más radical. Aun así, por encima de todo, no lo duden, lo que nos debe preocupar seriamente de nuestra sociedad son las claras deficiencias de carácter intelectual y moral. Al final, el gran problema una vez más está en la educación.

Si a ello unimos hoy el jugueteo que llevamos con la verdad hemos llegado al nefasto destino. Nada es tan absurdo como la pretensión de que la verdad se someta o esclavice a la persona arrebatándole su libertad. Lo que destruye la libertad es el error. ¿Somos menos libres cuando forjamos una decisión en función de elementos verdaderos que cuando lo hacemos bajo presupuestos falsos? Defensores del escepticismo y del relativismo lo son en gran medida por su ego cargado de soberbia. Soportar que exista una verdad por encima del criterio humano les revienta.

En VALORES llevando batallando ya un tiempo estos síntomas que padece nuestra población política y que apostamos con energía: mundo educativo, intelectual, moral y ético. Claramente somos unos "rebeldes" ante causas justas.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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