Conflictos y cambios sociales

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Conflictos y cambios sociales

Echando un vistazo a la prensa de estos días pasados nos podemos encontrar columnas como las siguientes: Junts ratifica desde el atril que tumbará los decretos del Gobierno- Podemos tumba el decreto impulsado por Sumar para la reforma del subsidio del paro-EE.UU derriba 21 drones y misiles en el mayor ataque hutí en el mar Rojo-Bruselas advierte sobre las 25 toneladas de pellets en las costas gallegas que amenazan el medio marino y, por último, "Ecuador se debate entre el autoritarismo y la democracia para combatir a las bandas". Así estamos y esto es un esbozo de cómo andamos. De pena. Estas noticias son las que nos amenan nuestros desayunos casi todos los días.

Hoy día nos encontramos al estilo de la gran obra de Homero, la Odisea, donde Ulises en busca de su esposa Penélope, tras la guerra de Troya, vuelve a Ítaca, pero serán diez largos años de viaje donde estarán llenos de peligros y contratiempos contra los monstruos que le acechan constantemente. Ante estos grandes vaivenes del ayer y del hoy ¿cómo llevar esperanza a una sociedad abrumada por las malas noticias y las divisiones ideológicas? Es posible que estemos cambiando nuestra visión del mundo, miedo ante la incapacidad de pensar futuros mejores al presente que tenemos…pero lo que sí es posible es el malestar latente, este desconcierto colectivo que podríamos resumirlo ante la siguiente cuestión ¿qué ha sido de ese progreso que se nos vendió y se nos sigue brindando como algo inevitable?

Muchos futuros alternativos se nos pueden presentar sobre cómo volver a poner la esperanza y el bien común de moda a través de las grandes culturas y las artes que arrancan de un tirón desde nuestras tierras, en un momento que abundan los mensajes pesimistas. El Humanismo Cristiano tiene mucho que decir ante estas descabelladas bofetadas que nos azotan día tras día. El nuevo resurgir de este Humanismo, con hombres y mujeres sin títulos nobiliarios, ni grandezas de poderío mundano son los que están liderando y calentando el ambiente desde España para combatir con garra este desmadre que nos abruma en nuestro país y desde Bruselas. Estas personas están siendo las que nos permiten humanizar a quienes una opinión pública dada a los estereotipos se ha encargado de caricaturizar.

El Humanismo Cristiano que vuelve a nuestras calles, a nuestros espacios, es un auténtico antídoto contra el victimismo que imputa a los demás la supuesta nefasta marcha de la sociedad hacia "ninguna parte" ¿Por qué obligarnos a escoger entre A o B si nos quedan muchas más letras en el diccionario? ¿Por qué limitarnos a reaccionar cuando podemos proponer? Observar la vida, nuestra sociedad de otra manera no es negar el conflicto, pero sí trascenderlo. Es ver más que las inevitables controversias de las sociedades plurales. Ver de otra manera es dejar de entender la cultura como un territorio a conquistar y empezar a entenderla como un jardín a cultivar; un recurso común del que extraer frutos que beneficien a todos.

Somos muchos los que nos sentimos incómodos en grupos demasiado homogéneos y elegimos vivir a caballo entre varios. Tal capacidad de movernos en las fronteras nos permite aportar nuevas perspectivas a debates y maneras de ver la vida que llevan tiempo encallados. En cierto sentido, se parecen a terapeutas de familia que ayudan a bajar las barreras de la incomunicación.

Estas personas que procuran hacerse un hueco en nuestra sociedad, los humanistas, tienen la experiencia de la incomprensión en este mundo de druidas. Ellos son los que por su natural resistencia no desean ser encasillados y, en parte, por su sensibilidad e idealismo que, si bien a veces les juegan malas pasadas, también les confiere un don especial para conectar con esa justicia especial que muchos no alcanzan a verla. Así, cuando los humanistas consiguen trascender el lenguaje del "algo más grande", son capaces de crear imágenes, canciones que conectan a las personas más allá de las fronteras, canciones que todos cantamos. También, no tienen por qué renunciar a alzar la voz y ser profetas de su tiempo, sobre todo para denunciar ataques a la dignidad de las personas.

No nos olvidemos que la cultura de un país, de un continente, es como un rio, un rio que es capaz de llevar vida a todas partes. pero ese rio deja de ser un bien para todos cuando lo contaminamos, cuando anteponemos el conflicto a la cooperación: "El trabajo cultural constructivo empieza no en la oposición, sino en el compartir ideales generosamente argumentados, visiones para las generaciones futuras, oportunidades para encontrarse y dialogar con los demás.

Este declive cultural en el que vivimos puede ser que nos ayude a vivir no en modo de combate, sino en modo "generativo", sabiendo que este "generar" es sembrar una visión expansiva de la vida; es aspirar a llevar belleza, sentido y esperanza allí donde no la hay. Visto así, hemos de comprender por qué la ilusión y no el miedo es la emoción que mejor les va a quienes se han propuesto dejar ir a la zaga en los diferentes debates públicos del tiempo que nos ha tocado vivir.

Gracias a ese núcleo de personas que de una manera u otra están sacando adelante desde el Humanismo Cristiano "la revolución tranquila de las familias".

MARIANO GALIÁN TUDELA

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