“Empobrecimiento injusto” son dos palabras que dan mucho para hablar y escribir, ¿verdad?... Definen una situación trágica en la que se hallan inmersos... ¿cuántos españoles? Muchos, muchísimos...
¿O más bien pertenecemos a ese empobrecimiento injusto todos los que no formamos parte de esa fétida casta que nos ha estafado hasta conducirnos a la ruina? Escuchar esas dos palabras en boca de según quién, únicamente provoca asco, desprecio, repugnancia, un vómito incontrolado de sentimientos que van desde el más elemental hastío hasta el odio más profundo.
Si uno de esos “señoritos” de la casta de izquierdas y de la casta de la derechita de las élites protesta porque supuestamente (es lo que él y los suyos aseveran) se va a quedar sin un clavo, eso es aborrecible...
¡Permítanme que me parta la caja convenientemente! Imaginen que alguien armado con un libro de familia adquirido merced a un matrimonio de bragueta, se queja de que va a sucumbir en la pobreza...
¡Pues me sigo partiendo la caja! Ahora pongan que un sujeto que, con la inestimable y necesaria colaboración de otros ilustres del club manipulador, ha cogido lo que no le pertenece, llora porque tiene que devolver, por el momento, una parte de lo que se ha agenciado...
¡Ahora me parto la caja..., y el pecho! Lo más increíble es que hay exponentes mayúsculos de la casta ladrona que se han forrado hasta lo indecente, y se lamentan del trato que reciben.
¡Ahora es que me meo de la risa! ¡Qué se vayan al carajo! Todos esos de la apestosa casta, nos toman por tontos, y la época de los tontos acabó hace tiempo.
Esa generación de corruptos, sinvergüenzas y golfos que, manipulando el dinero público y tratando la soberanía del pueblo español como una compraventa, se han permitido y continúan permitiéndose el lujo de arrastrarnos por el fango.
Esos degenerados de la política y sus colegas de andanzas se siguen repartiendo nuestra sangre como les sale del culo.
¡Empobrecimiento injusto es a lo que nos están sometiendo los antes nombrados y definidos!
