
Quienes valoran la Constitución del 78, y las bondades de la Transición, y se sienten «de derechas» o no estén de acuerdo con Sánchez aunque sean de izquierdas, es normal que tachen al proyecto urdido por Sánchez de anticonstitucional, y por tanto inviable, ya que se fuerzan las cosas interviniendo e influyendo en el poder judicial, es decir, rompiendo la división de poderes consustancial con la democracia occidental.
Sánchez, por medio de sus ministros, se defiende y ampara en el «cumplimiento del resultado de las urnas»...
¡Qué falsedad, qué rostro, qué cara! Lo que hizo Sánchez fue aplicar, de forma literal pero incoherente, lo que llaman matemática parlamentaria, que consiste en tener que «comprar» votos para conseguir el apoyo de las fuerzas que nunca han dejado de expresar que su finalidad en el Parlamento español es lograr separarse de España.
Amigos lectores, fue y es todo una locura formal e incoherente, una insensatez, una ceremonia de la confusión de cara a la ciudadanía, una falacia política y una falta de lógica y ética : conseguir el apoyo parlamentario pagando con contraprestaciones a fuerzas políticas con aspiraciones contrarias a las que expresaba y expresa el programa de Sánchez, y sin más contrapartida que contar con sus votos.
Se amparan en la «aritmética parlamentaria», que para ellos admite sumar «peras con manzanas», cosa no admisible pues el matemático griego Euclides, ya dijo en su tiempo que las magnitudes de una suma han de ser de lo mismo.
Pero para el “matemático Pedro Sánchez” todo vale en una suma si con eso alcanza el poder....
Y tuvo y tiene la indecencia de hablar de «hacer de la necesidad virtud» (frases que no le faltan).
En la matemática parlamentaria puede no tenerse en cuenta ni siquiera la cercanía ideológica y programática de lo que se suma, sino si se es capaz de pagar el precio puesto por el vendedor de votos, convirtiendo así los pactos en mercadeo, y en este caso concreto, sin otro fin que lograr el poder, y sin otra contrapartida por parte del que favorece la investidura que dilatar el momento de volver a declarar la independencia.
Con todo ello, que no se extrañe ni el propio cínico Sánchez de las múltiples y multitudinarias concentraciones y manifestaciones en contra de sus actuaciones, manifestaciones de ciudadanos que se sienten bien con la Constitución de 1978 y no quieren llegar a un desastre institucional.
Quiero acabar esta columna de opinión diciendo que pese a todo lo concedido por Sánchez a los independentistas, éstos no han expresado claudicación alguna en sus afanes de independencia.
¿Se autoengaña Sánchez con eso de poder lograr la convivencia?.
El tiempo dirá que sí...FIN...