
Si algo me ha quedado claro en los años del Gobierno de Sánchez es el impacto de los momentos que hemos pasado bajo su mandato, y hay que recordarlo.
El actual inquilino de la Moncloa fue un candidato socialista que perdió unas elecciones, se marchó, dimitió, y esquivó su responsabilidad institucional para no dar su apoyo al entonces aún presidente Mariano Rajoy y así evitar lo que habría sido un consenso de los partidos mayoritarios.
En lugar de eso, escenificó una especie de revuelta con las pilas cargadas, con la rabia contenida del insulto, con la ruptura de cualquier debate político educado que tenga como objetivo llegar a acuerdos de país.
Dentro de mi humilde experiencia y mi seguimiento de los procesos políticos en la democracia española, es justo reconocer que se han pasado por momentos muy duros, pero jamás con el grado de clientelismo por el que ahora estamos sufriendo.
Entramos en la dinámica de la destrucción que proviene del absolutismo, de la sensación de la dictadura sanchista, donde lo que no controla lo interviene y lo que no puede intervenir lo vende a escote de los españoles.
Sánchez es como la banca en los casinos, o gana o gana, sin pensar en el resto de españoles con el único fin de que el que salga victorioso siempre sea él.
Hemos tenido varios frentes abiertos, y por primera vez un juez fue a la Moncloa a tomar declaración a un presidente, por primera vez presuntamente imputan a la esposa del presidente, por primera vez apoyamos repúblicas totalitarias con la supervisión de viejos conocidos como el amigo Zapatero (otro ilustre), controla el poder judicial...
¡Qué más! Pero lo peor de todo es que de forma paulatina Pedro Sánchez fracciona España, rompe la igualdad de derechos y deberes de todos los españoles con el único objetivo de mantener su culo aposentado en el sillón en una legislatura que avanza a la deriva y sin visos de viraje hacia el Estado de derecho.
Mi pregunta es fácil: ¿Cómo es posible que un individuo narcisista, egocéntrico, sin sentimiento de Estado, pueda ocupar un puesto de ese calibre? Me dirán que las urnas lo han elegido, y cierto es que gracias a la aritmética parlamentaria Sánchez tiene los votos necesarios para ello.
Pero, ¿eso le da derecho a fragmentar el país? ¿Le da permiso para crear regiones de primera y de segunda en España? Como he dicho antes, en mi humilde opinión, no hay nada peor que generar desigualdad a la carta, por el único interés de un presidente que permite el abuso de influencia en su núcleo familiar, pareja, hermano, escuderos que salieron por la puerta de atrás de un Ejecutivo decadente y marrullero, que nos va ha hacer pagar muy caros sus caprichos y que nos lleva hacia un punto de no retorno, de difícil corrección por el siguiente gobierno.