"Orgullosos de Europa", por Mariano Galián

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Todos aquellos que vaticinan constantemente nubarrones del estilo "sostenibilidad, la Europa oscurantista, memoria histórica o cambio climático", antes o después tienen los días contados. Aquellos países que desean mirar hacia un futuro prometedor no deben olvidar de dónde proceden y lo bueno que desde allí se gestó. Andamos en tiempo de floraciones por toda la Europa mediterránea donde en España, la floración, sigue siendo el anticipo de la primavera, todo un estallido de colores que nos llenan los sentidos y el alma. Ellos siguen estando ahí, como un año más. Investiguen por un momento "la Vall de Gallinera en la Comunidad Valencia, Cieza y Mula en la Región de Murcia, la floración del piorno en Sierra de Gredos, la Quinta de los Molinos en Madrid, la comarca de Matarraña en Teruel o la Ruta del Cerezo en Andalucía junto al Valle del Jerte extremeño". Todo un espectáculo. Ellos son uno de los grandes espectáculos de la Europa de la que tanto nos congratulamos. Pero existen otros temas tan dispares por todos los estados miembros de la UE que nos enorgullecen y ello, desde siempre, han estado ahí y nos brindan anualmente lo mejor de sí.

No desear saber nada de nuestro siglo de Oro español, ni de Dante ni Petrarca, cultura en general, ni de tantos otros exquisitos manjares que poseemos y hemos heredado, llamándoles como ignorantes e incultos "época del oscurantismo", cuando fueron tiempos florecientes para el hoy en que vivimos, dice mucho "no del pueblo llano sino más bien de los políticos que se jactan siendo auténticos gaznápiros". Si Antonio de Nebrija es uno de los grandes europeos al que desean torpedear desde Bruselas, autor de la primera gramática castellana publicada en 1492 (dos meses antes del Descubrimiento de América), siendo modelo para la elaboración de las primeras gramáticas y vocabularios en lenguas autóctonas en Hispanoamérica y Filipinas, Goethe no se quedaría atrás. Dramaturgo, novelista, poeta, filósofo, naturalista alemán y primer representante del Clasicismo de Weimer. Este buen tipo, sin quererlo, será el que ennoblece y eleva sus escritos y conversaciones, sus escritos y discursos, sus opiniones profundas y eruditas donde se huele en sus páginas un grato aroma entre ilustrado y romántico que desde los años del 1800. Otro más de los que se le han ladeado pues no era políticamente correcto y sí un sensato auténtico.

Nos encontramos ante un hombre que ha sido y es un personaje de todos los tiempos, de todas las épocas. Le han llamado muchas veces "el Napoleón de la cultura europea". Tengo por seguro que el suelo que pisaba era el mismo que otros como Humboldt, Schiller, Shlegel, Hegel o Schopenhauer. Todo lo que nos ha llegado hasta la fecha, un grato océano de la cultura está siendo mucho más vasto que podcasts o videos que buscan su hueco. Algunos ilustrados del hoy desean andar hacia una sola cultura meramente visual, dando de lado, por alto, lo que la inteligencia puede darnos de sí, donde el rumiar y el cavar de nuestro intelecto, el pastar gozosamente en los prados de la letra impresa también tiene un buen dulzor. El mundo intelectual se atiene a unos ritmos y normas exigentes y, en esas piezas de damascos y espejos, de la Ilustración, se honraba la inteligencia sin distinciones o barreras, de modo que se hablaba con igual perspicacia y hondura tanto del último libro de Byron como de arqueología, de Rubens y otros muchos.

Quizás fueron tiempos de pelucas empolvadas y pliegos enciclopédicos y no fuera tan puro como suponemos. Dogmas los había, pero la atmósfera estaba atravesada por la genialidad. No puede ser casual que en un mismo momento de la historia tanta inteligencia se concentrase a una esquina inopinada de Europa. La altura de Goethe, entre otras: las intuiciones acerca de las percepciones ópticas que hoy se siguen teniendo en cuenta. Me da que el verdadero talento es aquel que no sabe de fronteras disciplinarias ni se circunscribe humildemente a la especialización, sino el que ambiciona el todo.

Nos situamos ante una época sin igual, enamorada del conocimiento y esperanzada en el devenir de la civilización y de la cultura. En nuestros días, ante una Europa cabizbaja y el legado de los grandes como Erasmo, Tomás de Aquino, Chateaubriend, recogiendo el polvo de la ignorancia, nos debe parecer un deber ineludible recordar su vitalismo y su imperecedera herencia, eso que los indocumentados del ahora llaman "oscurantismo".

A todo ello deberíamos constatar que "los monarcas de la genialidad del ahora", los de Bruselas, por ignorancia, dejadez, cobardía y desidia, siguen dejando que tanto buena se pudra. La Europa más que destrozada que andan dejando tales personajillos, sin proyecto, sin rumbo, sin identidad sí que es una verdadera oscuridad ante los grandes. Desean atreverse a dar lecciones a todo el que pase a su lado y les mire de aquella manera, bajar el nivel educativo, cortar la libertad de expresión, dinamitar la sensatez y, encima, tener la osadía de insultarles.

La esperanza, la cordura, el buen estudio, sentido del humor, la investigación, solidaridad, el rastreo de nuestra historia, la heroicidad el saber saltar los obstáculos y tantas más que nos enseñaron Ernest Bevin, Winston Churchill, Rober Schuman, Jean Monet y Paul-Henri Spaak, sin duda, como los cerezos en flor, dejaremos a la siguiente generación aromas que merezcan la pena. El resto, los del oscurantismo, colegas del laicismo y nihilismo, ellos mismos aprenderán, aunque será tarde.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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