La hora de los laicos

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La hora de los laicos

Para los ciudadanos de a pie: fontaneros, arquitectos, amas de casa, niños, jóvenes estudiantes, peluqueras, etc : un laico es aquella persona que no es sacerdote ni religioso; los que, casados o solteros, jóvenes profesionales o jubilados, emplean la mayor parte de su vida en sacar adelante su familia, su trabajo, sus amistades o el ocio escogido. Pues bien, tras algunos días investigando en menesteres, he podido encontrar cuál es la misión de un laico en la Iglesia Católica: El Sínodo de los Obispos de 1987 y, la Exhortación Apostólica Post-Sinodal de San Juan Pablo II (Vocación y Misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo), de nuevo, me los he empapado para no tener resbalón alguno y ventilar algo que parece no entenderse.

Años pasados, tuve la suerte de asistir al Congreso Internacional en Roma: UNIV. Allí estábamos aproximadamente 8000 jóvenes universitarios procedentes de todos los puntos cardinales del orbe. Y no se me olvidarán las tertulias dentro del Vaticano con San Juan Pablo II y, otras, en unión con Santa Teresa de Calcuta. Durante una hora, a 6 metros del Santo Padre, embobado perdido, pude saborear cómo nos hablaba del mundo de los laicos. Más aún, nos dejaba caer que para él sería un auténtico milagro y una gran alegría cuando, desde el Vaticano, se nombrasen santos a jóvenes, niños, esposos, de todas las razas, de todos los estratos sociales.

No hemos de olvidar lo mucho y bueno, lo milagroso, que se ha hecho desde el mundo clerical en todo el mundo. Nunca agradeceremos lo suficiente, tanto ayer como hoy. Pero hasta la fecha, parece que el laico, en la Iglesia, solo sirve para ayudar al sacerdote siendo monaguillo, sacristán o llevarle a visitar a un enfermo. Aquí da la impresión de que, el laico es como si fuese alguien de 2ª división. Hace pocos años, en Madrid, se realizaba un congreso nacional, referente a este mundo, al de los laicos. El pueblo español, ni idea del asunto. Cuando vimos la noticia en medios de comunicación del ya realizado congreso, más de las tres cuartas partes de público eran sacerdotes y religiosos. Por supuesto, en la mesa presidencial, ni un solo laico. Por si faltase algo, la ponencia de la espiritualidad laical la daba un sacerdote. Corremos el riesgo que a los laicos nos clericalicen. De pena.

Haber recordado, por tus padres y padrinos, que, el rito del bautizo nos muestra que un cristiano, sea quien sea, lleva inserto una gran misión: hacer presente lo sagrado allí donde esté, sentirse profeta sin serlo, para hablar de Dios a los demás y nunca perder el diálogo con nuestro Creador. Esto no hemos de olvidarlo.

El 9 de enero de 2002 el Opus Dei celebraba los 100 años del nacimiento de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Esta Prelatura Personal está a tres años de cumplir también sus cien años de existencia y, me consta, anda preparándose. D. Javier Echevarría, segundo sucesor de San Josemaría, al que conocí personalmente en nuestra pedanía de "La Arboleja", respecto al mundo del laicado, nos dejaría con estas asombrosas líneas: "La vida cristiana es un camino de liberación, una invitación a la felicidad, y no un conjunto de ataduras o prescripciones sin espíritu. Y para los laicos, aspirar a la santidad significa, con palabras del Vaticano II, - buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales".

Entre los próximos 20 y 26 de junio, en Murcia, al igual que otros muchos lugares del mundo, serán muchos los que asistan a la misa en honor a San Josemaría, según lo establecido por San Juan Pablo II. Tengan por seguro que, sin dudar, serán muchos los laicos y algunos sacerdotes, los que acudirán a este gran evento como agradecimiento entre otros.

Tras el Vaticano II, la figura de San Josemaría, sin lugar a dudas ha sido la persona que más ha abogado por la importancia de los laicos en y desde la Iglesia. Así nos lo ha dejado constar en su carta n.5 de ediciones Rialp sobre la misión de los cristianos laicos en la educación, escrita en enero de 1966.

San Juan Pablo II, en su Christifideles Laici (30 de diciembre de 1988) nos estremece. Todo un "documento muy positivo, sin frenos, estimulando la participan de los laicos en su santidad personal y en la evangelización del mundo a través de su trabajo en la familia, en la profesión, en la política y, en definitiva, allí donde se encuentre un Hijo de Dios". Sin embargo, no he visto por ningún lado que, nuestro lugar esté en las sacristías, aunque siempre es bueno echar una mano.

Esperemos que con León XIV, y la ayuda de Dios, estos temas tan delicados ocupen el lugar que les corresponde.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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