El ego que paraliza la unidad del centroderecha

Autor:

Por Alfonso Galdón, presidente nacional de Valores

El ego que paraliza la unidad del centroderecha

España necesita unidad. No lo digo como eslogan, lo repito como diagnóstico urgente. Una nación que se enfrenta al deterioro institucional, a la desprotección de la familia, a la cultura de la muerte y a la demolición de nuestra identidad cristiana, no puede permitirse que las fuerzas del centroderecha sigan divididas por el ego de sus líderes.

Porque no es una cuestión de programa, compartimos principios esenciales, ni de territorio, hay implantación suficiente. Es una cuestión de soberbia personal, de protagonismos, de vanidad política. Cada líder quiere ser cabeza de león, aunque eso implique que España quede devorada por las hienas del relativismo y el separatismo. Se equivocan quienes piensan que la política es una carrera de exhibicionismo. La política, cuando es noble, es un sacrificio por el bien común, no una disputa de egos inflamados.

Nuestra tradición literaria ha sido clarividente al advertirnos contra este mal. Cervantes, en "El coloquio de los perros", nos enseñó cómo todas las profesiones, militares, eclesiásticos, poetas, políticos, pueden corromperse si se antepone el interés personal al servicio público. Unamuno se desgañitó en "Niebla" y "Del sentimiento trágico de la vida" proclamando que el yo absoluto, si no se pone al servicio de un ideal superior, degenera en sombra y ruido. Antonio Machado, con dolor patriótico, nos legó una sentencia que hoy vuelve a doler: "Españolito que vienes al mundo, una de las dos Españas ha de helarte el corazón". ¿Qué nos hiela hoy? La imposibilidad de caminar unidos.

Y mientras tanto, la izquierda sí pacta. Pacta con quien sea. Porque ha comprendido, aunque sea para mal, una lección práctica: si se quiere avanzar, hay que ceder. En cambio, en el centroderecha, cada partido, cada sigla, cada "líder mediático" parece más preocupado por su entrevista en prime time que por formar una mayoría constitucional sólida. Una tragicomedia que Valle-Inclán retrataría con tintes esperpénticos en su Ruedo ibérico.

Desde Valores lo decimos con claridad: no queremos cuotas ni cargos. Pero sí queremos que las fuerzas del centroderecha hablen, dialoguen, se reconozcan y cooperen por un bien superior. Y por eso nos ofrecemos como mediadores. Porque no hay intereses ocultos detrás de nuestra propuesta, ni ambiciones personales, ni batallas internas que interfieran en esta misión.

Queremos sentar en una misma mesa a quienes comparten valores esenciales. Queremos facilitar ese punto de encuentro donde no haya vencedores ni vencidos, sino un acuerdo nacional que devuelva a España la esperanza. Y lo queremos sin condiciones, con humildad, con sentido del deber.

El pueblo lo pide. España lo necesita. Y Dios lo espera.

Quien antepone su ego a la unidad, quien no es capaz de ceder por un proyecto más grande que su cuenta de seguidores, no merece liderar nada. Si seguimos atrapados en este teatro de vanidades, no será la izquierda quien nos venza: nos derrotaremos solos.

Como presidente de Valores, pongo mi voz, mi partido y mi energía al servicio de la mediación entre todos los actores del centroderecha español. El tiempo es ahora. Y si no es ahora, quizás no quede patria que defender mañana.

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