Regenerando la democracia

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Regenerando la democracia

No sería la primera vez que la democracia liberal se hallase en crisis. Años atrás, los sistemas políticos tuvieron que afrontar demandas de mayor participación. A las objeciones sobre la distancia existente entre gobernantes y gobernados, se añade hoy la supuesta incapacidad de la política democrática para solventar las disfuncionalidades de todo tipo. El último libro de Charles Taylor, Reconstructiong Democracy nos lo deja bastante claro.

A Charler le preocupaban especialmente las secuelas de la globalización tanto en América como en Europa, que, a consecuencia de la deslocalización industrial, arrastran ahora elevadas tasas de desempleo y poco sentido de pertenencia. Es el nivel local donde se muestra con mayor crudeza la desafección política y donde ha arraigado más la semilla del populismo. También los jóvenes sienten desconfianza hacia las élites que ocupan el poder y pueden, ante la falta de salidas, sucumbir fácilmente a tentaciones autoritarias. Junto a todo ello, hemos de tener en cuenta que los asuntos que se han de gestionar poseen cada vez mayor envergadura: sostenibilidad, desigualdades, etc.

Y no se puede atajar la recesión democrática desde arriba como muchos creen: no son suficientes ni las recetas programáticas, ni los proyectos impuestos desde las atalayas institucionales. Sería como volver a la caducada fórmula de "un gobierno para el pueblo, pero sin el pueblo", una suerte de "despotismo ilustrado" para sociedades posmodernas. La democracia, solo se puede construir comunitariamente, en el día a día.

Lo que urge es restablecer la solidaridad entre los ciudadanos y regenerar el capital humano y cultural, sin el que la democracia se convierta en una oligarquía profesionalizada. Porque la política no consiste en la gestión de intereses privados, sino, ante todo, en la aclaración de bienes y metas comunes. El equívoco acerca de la finalidad de la vida colectiva es lo que ha postergado en la agenda pública los auténticos intereses de sus ciudadanos, dando prioridad a decisiones o problemas que no les interpelan. Frente a ello, las grandes cabezas sostienen que hemos de apostar por el entramado cívico que antecede y da sentido a la política institucional, fomentando cauces de participación ciudadana que alineen las metas y motivaciones de las comunidades con las de los políticos profesionales, muchas veces, por desgracia, escasos de sentido común.

En Reconstructing Deemocracy se nos incluyen algunos ejemplos de esa política comunitaria que puede ayudar a implicar a los ciudadanos en la gestión de los asuntos públicos. Movimientos de consulta, círculos cívicos, grupos de discusión, encuentros solidarios que, desde Canadá al centro de Europa, y en su mayor parte inspirados por la ciudadanía muestran que existen modos alternativos de entender el ejercicio del poder.

El éxito de estas iniciativas es desigual y su alcance, limitado, porque constituyen movimientos cívicos de naturaleza exclusivamente consultiva. No vinculan a las autoridades y además su naturaleza democrática no asegura siempre el acierto. Pero sería un error suponer que solo se trata de canalizar la participación ciudadana. Si ello fuese así, bastaría con convocar, con mayor asiduidad, referendos o plebiscitos. Lo relevante es la capacidad de todas esas iniciativas para engendrar una nueva esfera política, es decir, "grupos de ciudadanos informados y comprometidos" con el bien colectivo de sus comunidades.

Para que la política funcione debe existir una continua interacción entre las instituciones democráticas y las metas y exigencias de los ciudadanos, y eso solo puede lograrse si se comienza a entender la política como un asunto local o regional, ya que en ese nivel es más fácil reconectar las preocupaciones de la comunidad con las instituciones.

Pero ¿no tiene riesgo esa forma de entender la vida democrática? Algunos que otros nos siguen alentando de los peligros que comporta sustituir los mecanismos representativos por formas de democracia directa que pueden perjudicar el consenso racional. Más de uno, me consta, que más que proponer una concepción alternativa, lo que busca es restablecer el protagonismo cívico para devolver de nuevo su prestigio a la política. Falta nos hace.

¡FELIZ VERANO!

MARIANO GALIÁN TUDELA

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