Bulos climáticos, por Mariano Galián

Autor:

Bulos climáticos, por Mariano Galián

Los gurús internacionales del clima siguen llevando su hoja de ruta con tiempo y capital donde a unos y otros el lema del cambio climático, cada día que pasa entra con más fuerza en sus sienes. Ya son bastantes años que se nos está nutriendo y alarmando que la superpoblación de la Tierra va a más y bastantes organizaciones medio ambientales, forradas y procedentes de su lobby respectivo, contempla en directo y con gallardía a un ganado poblacional que sin formación alguna sigue las voces de sus amos. Así, una de ellas, el Project Drawdown nos proponía un crecimiento más lento de la población para conjurar el peligro del cambio climático, tema del que ,por cierto, es políticamente incorrecto.

Da la impresión de que, tales temas que se andan cociendo no están claro del todo. No podemos negar la huella nociva de la carbonización y tendremos que seguir en ello, pero el descenso de la natalidad no es la respuesta a los problemas actuales en nuestros espacios. Hacer frente al cambio climático exige que miles de millones de personas cambien sus formas de vida. No requiere que miles de millones de personas en el futuro no vivan nunca. Un ejemplo: China, país superpoblado, llegaría sobre el 2013 a tener un nivel de contaminación tóxica del aire fuera de control. En la siguiente década, la contaminación atmosférica se redujo a la mitad, gracias a las normativas del gobierno. Y, sin embargo, China crecería en unos 50 millones de personas, más que toda la población de Canadá. No siempre equivale, por tanto, aumento de la población y contaminación.

De hecho, la exposición media a las partículas contaminantes del aire, siguen disminuyendo en la última década, incluso cuando la población mundial creció en más de 750 millones de personas. Estos hechos cuestionan la arraigada idea de que para salvar al planeta es preciso reducir la humanidad, popularizada por el best-seller La bomba demográfica (1968), de Paul Ehrlich. La mayoría de los líderes ecologistas han abandonado incluso la idea de que "el control de la población es una solución para todo". El daño ya está hecho, aunque nos hayamos quedado con tales cantinelas.

Vamos a imaginarnos una hipótesis algo utópica: que, en 2030, quienes abogan por un control absoluto convenciesen a todo el mundo de saltarse una generación, es decir, no tener hijos durante 20 años. ¿Cómo afectaría ello a la huella del carbono de la humanidad? Menos de lo que cabría esperar y mucho menos de lo que necesitamos. La población mundial en 2050 sería menor que la actual, sí, pero solo en un cercano 14%. Si ese fuese todo nuestro plan para reducir las emisiones, las de 2050 también serían un 14% más bajas. Por tanto, un ritmo de producción por persona más lento que el logrado en Europa y Estados Unidos en los últimos 20 años.

Malthus, en el XVIII, y Ehrlich en el XX, advirtieron de la hambruna y la escasez por culpa de la superpoblación, pero no tuvieron en cuenta la capacidad del capital humano. Lo cierto es que, hoy en día, en todos los continentes se dispone de más y mejores alimentos por persona que cuando la humanidad contaba con la mitad de habitantes. En todos los países, la esperanza de vida es ahora mayor que hace 50 años. De cada cuatro niños que habrían muerto entonces, ahora viven tres. Y el número de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido de 2.000 millones en 1990 a menos de 700 millones en la actualidad.

Sabemos más que hace doscientos años, porque han trabajado más mentes, antes que nosotros y junto a nosotros, descubriendo, refinando y compartiendo conocimientos. Sabemos mejor cómo organizar una guardería, un ensayo de un medicamento contra el cáncer y una democracia parlamentaria. Lo hemos aprendido juntos, cuando una generación se basaba en los avances de la anterior, cuando un alumno ampliaba las ideas de un mentor, cuando los miembros de un equipo descubrían juntos lo que ninguno podía hacer solo. No se trata de un argumento a favor de un crecimiento demográfico sin fin, sino de "un argumento progresista a favor de evitar la despoblación y estabilizar la población en su lugar, respetando al propio tiempoel medio ambiente.

La despoblación es un problema nuevo, ante el que habrá que buscar soluciones. Y, por hoy, ni los investigadores ni los políticos saben cómo resolverlo. Los gobiernos han probado con créditos fiscales, políticas de guardería y permisos parentales retribuidos. Ninguno ha conseguido que las tasas de natalidad vuelvan a un nivel que estabilice la población.

Y, sin embargo, el cambio es posible. Dentro de varias décadas, las mujeres y hombres podrían querer algo diferente de lo que desean hoy, si formaran sus planes en sociedades en las que la paternidad fuera más fácil, más justa, más sencilla de combinar con otras aspiraciones a una buena vida. Es posible que tal cambio se produzca algún día, igual que se ha controlado la contaminación del aire y del agua en muchos lugares, de la misma manera en que se puede llegar a afrontar el cambio climático y, ello sí, no de la forma que se vislumbra en Europa, donde lo político y la irracionalidad andan por encima de la ciencia y de la verdad. Donde el ser humano y su dignidad, siga siendo el eje central.

MARIANO GALIÁN TUDELA

Bulos climáticos, por Mariano Galián - 1, Foto 1
Murcia.com