Realidad de la gran ciudad actual

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El sentido de mis letras...

Realidad de la gran ciudad actual

Las grandes ciudades no conocen mayores héroes que los efímeros, y tampoco sueños que superen salvajes pretensiones. La luz, bien sea de tiniebla o sol, se refleja en el “aroma” a cloaca en cada metro de acera.

La realidad no se encarga de devolvernos al origen, un origen que es nostalgia, una nostalgia transformada en tristeza por la rapidez con que todo fluye. El huésped de esa gran ciudad pronto cogerá esa puerta que se abre, cual si fuera John Wayne en “Centauros del desierto”, obviando que el final será igual.

Estos lugares, las grandes ciudades, siguen siendo como una Corte sin rey, o mejor dicho, ya sin Corte ni rey, olvidan con frecuencia todo lo que escribieron sobre ellas en tiempos de antaño.

Aquello que hoy escandaliza, son aquellas magníficas historias de gigantes de la literatura universal, que de jovencitos tiraban piedras a las ventanas de las casas. Si la realidad vive en las calles, los sueños vuelan a evaporarse en esos barrios mugrientos de calles estrechas.

¿Qué es lo queda en las grandes ciudades? Sólo queda un discurrir de días, como si fuera un suspiro, recordando constantemente la historia de siglos y décadas de antes. El alma de las grandes ciudades ya no siente, se resiente, cruje a los pies del mal turismo, de la inmigración ilegal, de personas “transformistas y travestidas”, de la sociedad en sí, de la inseguridad...

La gran ciudad ya no amanece con el rostro y el cuerpo de antiguamente, ya no tiene ojos de gacela, ya no posee el carácter de león... En la gran ciudad, la vida ya no es vida, ya no hay deseo, y eso debe ser un pecado capital, porque toda gran ciudad debería poseer metafóricamente ese bonito rostro de mujer, es decir, un rostro de hermosa dama, aunque en ocasiones se cae en lo absurdo y se hacen buenas aquellas palabras de Antonio Machado : “lloramos cuando tomamos conciencia del amor hacia esa urbe con rostro de mujer, porque creemos que no la quisimos toda la vida”.

Efectivamente, las madrugadas reviven esos fantasmas de poetas que veían algo más allá, y es que en la gran ciudad el hombre tiene una fe distinta, y en muchas calles Dios tiene mucho trabajo por ese ambiente pagano y presuntuoso que mora en muchos lugares.

Lectores, se ha llegado a tal punto, que ya nadie recuerda ni escribe sobre aquellos que vieron una ciudad distinta, pintoresca..., hoy cuenta más quedarse en lo perverso de lo estético sin pasar a lo importante : “esa ciudad que vive dentro de la ciudad”.

Sí, a la maldita sociedad que ocupa la gran ciudad de hoy se le olvida que muchos dejaron el alma y el corazón en sus calles, que los poetas soñaban en los tejados fumando con garbo y soñando madrugadas de luna llena. 

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