Cuando en una sociedad surge algo tan realmente nefasto para la actividad política como es el sectarismo, ese sectarismo impide el buen desarrollo de la misma política. ¡Y eso sucede con el sectarismo que propone a diario el “ala izquierda” de este país! Pero..., ¿qué caracteriza al sectarismo? Muy sencillo : en el sectarismo “no hay argumentos, todo se basa en consignas”, y lo dominante es la obsesión ideológica.

La Historia ya nos ha enseñado que “la izquierda de la Modernidad” no ha podido resolver los problemas humanos y que ha sido y es un error. La izquierda en sí es pura falsedad y las consecuencias de sus propuestas, iniciativas y políticas las han sufrido millones de personas.

No confío demasiado en la capacidad del ser humano para que, partiendo de falsos testimonios de la izquierda, puedan llegar a conclusiones positivas, sin perder de vista que los límites de la razón pueden hallarse más lejos de lo que piensan.

Siempre he pensado que “las conclusiones no han de imponerse de antemano”, porque suelen ser un error de partida de las ideologías de izquierdas, y de ahí se deduce que los que siguen una ideología izquierdista “votan a una idea”, una “idea enmascarada que les engaña” y que va contra sus propios intereses y del interés general. Para que me entiendan, los que votan ideas de izquierdas “son esclavos de ellas”.

En uno de los últimos debates en el Congreso de los Diputados sobre la corrupción, la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, recordando el fallecimiento de su padre, que fue un veterano sindicalista gallego, dijo textualmente en la tribuna : “hoy subo aquí en nombre de mi padre, que no quería que jamás gobernaran las derechas en nuestro país”.

La controvertida política de la formación SUMAR sólo estaba reiterando un deseo ya manifestado días antes por el ególatra Pedro Sánchez, quien acosado por los múltiples casos de corrupción que cercan su entorno político y personal, había declarado públicamente que “no dimito por responsabilidad, para impedir que la derecha y la ultraderecha puedan gobernar en España”.

Las anteriores expresiones no hicieron más que verbalizar una idea profundamente arraigada en la izquierda española desde los tiempos de la Segunda República.

Ya Manuel Azaña había acuñado la polémica frase “la República es sólo para los republicanos”. Y esa fue una de las causas del fracaso de la experiencia republicana : creer que sólo ellos tenían derecho a gobernar, aunque el pueblo pensara lo contrario.  Esta obsesión reiterada de nuestra izquierda, que parece haberse aceptado con normalidad en la sociedad española actual (qué dirían si algo semejante fuera manifestado por Santiago Abascal), revela una preocupante actitud antidemocrática. Pensar que la gente está equivocada si no les vota revela la misma mentalidad totalitaria que exhiben los peores dictadores mundiales.

Y tal actitud excluyente no puede justificarse aunque lo intenten habitualmente, dada la tradicional incultura histórica del pueblo español, acentuada por la sectaria «Memoria Histórica» con la excusa de la dictadura franquista, puesto que la izquierda ya se manifestaba en este sentido bastante antes de Franco. ¡No, señores de la izquierda! ¡Santiago Abascal no es un dictador, es más demócrata que muchísimos de ustedes!