LA PAREJA HOY: Amor, libertad y sentido compartido

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LA PAREJA HOY: Amor, libertad y sentido compartido

Introducción

Vivimos tiempos de transformaciones profundas. Las estructuras tradicionales se ven cada vez más cuestionadas y las relaciones de pareja no están exentas de esta realidad. No estamos presenciando la desaparición del vínculo amoroso entre dos personas, sino una reconfiguración de sus formas, expectativas y fundamentos. Las parejas de hoy se enfrentan a desafíos únicos: la velocidad de la vida moderna, la sobreinformación, el individualismo creciente y la falta de sentido en muchos aspectos de la existencia.

Sin embargo, este contexto no debe ser leído desde la desesperanza. Al contrario, es una invitación a replantearnos cómo nos vinculamos, desde dónde lo hacemos, y qué deseamos construir juntos. Desde una mirada humanista, como la que propone Elisabeth Lukas, discípula de Viktor Frankl, podemos ver la relación de pareja como un espacio sagrado de encuentro, desarrollo y realización del sentido de vida. Una pareja sana no es aquella que no tiene conflictos, sino aquella que aprende a enfrentarlos desde el amor, el respeto y la responsabilidad compartida.

La pareja en tiempos de cambio

En el mundo actual, muchas parejas viven inmersas en un torbellino de exigencias y distracciones. La conexión real entre dos personas a menudo queda en segundo plano frente a las exigencias laborales, la hiperconectividad tecnológica, o incluso, las propias inseguridades personales. Observamos relaciones cada vez más diversas en sus formas, pero no siempre con la claridad en los valores que las sostienen.

Esto no significa que las parejas estén condenadas al fracaso, sino que requieren mayor consciencia, mayor profundidad y mayor compromiso interior. Elisabeth Lukas sostiene que “el sentido no se impone desde fuera, sino que se descubre en el encuentro con los otros, con el trabajo y con el sufrimiento.” La pareja, entonces, es un lugar privilegiado para descubrir ese sentido: no como posesión, sino como tarea diaria.

En este contexto, lo importante no es conservar las formas, sino nutrir el fondo, sostener la relación con un trabajo constante que combine amor, libertad y responsabilidad. Las parejas que sobreviven al desgaste del tiempo son aquellas que trascienden la superficialidad y se arraigan en una elección renovada cada día.

Amor, intimidad y dinamismo: el corazón del vínculo

Toda relación duradera y plena se sustenta sobre tres pilares fundamentales:

  1. Amor

No un amor romántico e idealizado, sino un amor como decisión de cuidar y acompañar al otro en su crecimiento. Es una elección diaria que requiere presencia, ternura, paciencia, y, sobre todo, humildad. El amor no es un sentimiento pasivo: es un compromiso activo.

  1. Intimidad

La verdadera intimidad se construye en la confianza y la apertura emocional. Implica mostrarse con vulnerabilidad, permitirse ser visto sin máscaras, y aceptar al otro en su totalidad. Cuando nos atrevemos a abrirnos, creamos un espacio de seguridad emocional donde florece la autenticidad.

  1. Dinamismo

Las parejas no pueden quedarse estáticas. La vida cambia, las personas evolucionan, y la relación también necesita adaptarse, transformarse y renovarse. La rutina puede ser un enemigo si no se llena de sentido. El dinamismo en la pareja se alimenta con proyectos compartidos, desafíos comunes y nuevas formas de reencontrarse.

Estos tres elementos deben cultivarse todos los días. La felicidad en la pareja no es un objetivo, sino una consecuencia: aparece como fruto del trabajo emocional, del compromiso ético y del deseo de crecer juntos.

Compromiso y solidaridad: el alma de la convivencia

Estar en pareja hoy implica también ser solidarios con el sufrimiento y las dificultades del otro. No basta con estar presentes en los buenos momentos. Lo que define la profundidad del amor es cómo reaccionamos cuando llegan las crisis, el cansancio, los días grises.

En esos momentos, el verdadero amor se convierte en aceite que suaviza los roces y permite continuar la marcha. No se trata de cargar al otro ni de anularse por él, sino de sostener la libertad individual con respeto y entrega.

Hay algo importante y sanador en sentirnos protegidos, acompañados, validados por la persona que amamos. La pareja, cuando está bien cimentada, nos permite descansar sin miedo, expresar sin juicios y reparar nuestras heridas sin vergüenza.

El amor como retroalimentación

El amor verdadero no es una transacción, es una donación,” decía Viktor Frankl. Pero es también una donación recíproca, donde el dar y el recibir se entrelazan en una danza que alimenta a ambos.

Amar a alguien nos "hipoteca" emocionalmente: nos vincula de una manera intensa con su mundo emocional. Pero como ninguna persona puede ser “poseída”, esa hipoteca solo es justa si está basada en el respeto a la libertad del otro. Por eso, amar también es saber devolver un poco más de lo que se recibe de forma equilibrada, y no como una obligación, sino como un acto libre.

Este intercambio es formativo. Yo crezco por lo que tú me das. Tú creces por lo que yo te ofrezco. Y así el amor se vuelve fértil, expansivo, transformador. Es compartir nuestra riqueza sin exigir.

El ser sobre el tener

Muchas relaciones se basan hoy en lo que el otro tiene: su belleza, su dinero, su éxito, su posición social. Pero el verdadero amor se sustenta en quién es el otro, no en lo que posee. Cuando aprendemos a valorar al otro por su ser esencial, sin etiquetas ni adornos, estamos construyendo una base sólida y verdadera.

Desde la logoterapia, el sentido del amor no se encuentra en la utilidad o conveniencia, sino en el reconocimiento del otro como un ser único e irrepetible. Cuando esto ocurre, el amor no solo une: transforma. Nos volvemos más generosos, más auténticos, más libres.

 

Las dificultades como oportunidades de crecimiento

Toda pareja enfrenta conflictos. Algunos triviales, otros complejos. Pero detrás de cada malentendido o desacuerdo hay siempre una oportunidad de crecimiento. Muchas veces, lo que aparenta ser un problema cotidiano —como quién saca la basura— es solo el síntoma de una desconexión más profunda, de un malestar no nombrado.

El ejemplo es claro: si me pides algo y no lo hago, quizás no es rebeldía ni desprecio. Tal vez es una señal de que algo dentro de mí está en conflicto, algo me está pesando, y no sé cómo expresarlo. Ignorar eso y reducirlo a una discusión superficial solo aleja a la pareja.

Por eso, hablar desde el amor, sin acusaciones, sin dramatismos, es clave. Escuchar más allá de las palabras. Preguntarnos mutuamente: “¿Qué te pasa en el alma que se refleja en estas pequeñas acciones?”. Allí donde hay comprensión, hay posibilidad de sanación. Allí donde hay escucha, hay transformación.

El proyecto de amor como camino existencial

El amor no se acaba por sí mismo. Se apaga cuando dejamos de alimentar el proyecto que lo sostiene. Una pareja es también un proyecto existencial. Cuando ese proyecto se abandona —por rutina, cansancio o desinterés— el vínculo se enfría. Pero cuando se renueva, florece de nuevo.

El acto de amar no se agota: somos nosotros quienes dejamos de invertirle sentido, creatividad y presencia. Recuperar una relación, cuando aún hay respeto y afecto, es posible. Es necesario, muchas veces, volver a escucharse, mirarse como si fuera la primera vez, y recordar por qué se eligieron. Un abrazo, unas palabras de ternura al oído viene genial.

El sentido de vivir en pareja

Vivir en pareja tiene sentido. No es obligatorio, pero es muy significativo para quien lo elige con consciencia. No estamos hechos para vivir solos emocionalmente. Necesitamos vincularnos, ser vistos, reconocidos, tocados por el alma de otro ser humano.

Cuando una pareja encuentra su sentido, descubre también su autenticidad. Ya no busca copiar modelos ajenos ni cumplir con expectativas externas. Se convierte en un espacio único, con su propio lenguaje, su propio ritmo, su propio modo de amar.

Como dice Elisabeth Lukas: “No hay amor verdadero sin libertad, pero tampoco hay libertad auténtica sin responsabilidad”. La pareja es una gran aventura, donde estos dos principios —libertad y responsabilidad— se convierten en brújula.

En definitiva, “La pareja” como escuela de humanidad

Ser pareja hoy no es fácil. Pero sigue siendo una de las experiencias más ricas, profundas y transformadoras que podemos vivir. Cuando dos personas se eligen día a día, cuando cultivan el amor como un jardín, cuando se acompañan en la oscuridad y celebran juntos la luz, están construyendo algo sagrado: una escuela de humanidad.

En este mundo incierto, amar bien es una forma de resistencia. Una forma de construir sentido en medio del caos. Una forma de decir: "Estoy aquí contigo. Eres importante para mí. Vamos juntos".

Y si alguna vez el camino se vuelve difícil, recordemos que el verdadero amor no es ausencia de problemas, sino la voluntad de enfrentarlos juntos, con ternura, valentía y esperanza.

Con afecto

Miguel Cuartero. Orientador Familiar

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