En alguna ocasión reconoció Mario Benedetti que “sentía un cansancio que equivalía a un año de trabajos forzados”.
Algo parecido podría aplicarse a nuestra actualidad, que nos abruma forzando tantas fatigas informativas para darle un portazo a eso que llamamos estar informados.
Reconozcamos que hace ya bastante tiempo “nos hemos desenganchado del periodismo como arte y escena” imprescindible para nuestro devenir por el mundo, dejando malherido ese necesario pensamiento crítico de los hechos y de nuestro propio credo.
Ha sido especialmente fácil desprendernos de esa dificultad en la búsqueda del saber para abandonarnos en manos de quienes alimentan argumentos huecos de contexto, pero que en el corto plazo remedian la frustración y el resentimiento propio, y esa es una táctica ya muy antigua para no delatar tantos errores históricos que no pudieron acabar con las preocupaciones, pero que sí alentaron muchos pecados sociales.
Y en este fango impropio de un tiempo muy conectado, hemos cedido sin contemplación demasiada ética “olvidada de oficio” para repudiar con descrédito el buen hacer de los oficios.
Nada ni nadie nos sirve para entender nuestra propia crónica diaria ni nos representa en esta fábula para “deshumanizar al contrario”.
Nos quejamos de polarizar las posiciones mientras marcamos el adjetivo como sinónimo del sustantivo, olvidando los hechos para sucumbir al calificativo desproporcionado.
Algo hemos descuidado en nuestro propio discurso personal “sustituyéndolo por ese estilo facilón de la chanza”, y ante tanta fatiga informativa hay que evidenciar que algunos han visto una oportunidad para destruir el periodismo “convirtiéndolo en un estilo de burdel comunicativo”, vendiendo clases magistrales de elitismo que siempre alienta argumentos fáciles y de acción rápida.
Tal vez por ello, el periodismo en mayúsculas comienza a superar el sueño de las redes sociales que tanto abaratan el tiempo de la información con “excesivas dosis de opinión”.
La esperanza sigue estando dormida en la espalda de nuestra propia acción, y puede ser que encontremos una oportunidad en el periodismo constructivo basado en la crítica que siempre promueve soluciones.
En definitiva, nos jugamos mucho en las estructuras democráticas para superar la fatiga propia en favor de la información que merecemos.
