Un control excesivo de todas las cosas y situaciones por parte de una persona o institución, supone en la práctica mermar la libertad y es el preludio, si el control se dilata en el tiempo y el espacio, de una pérdida total de la misma y un rápido paso a una dictadura..
Una total falta de control por parte de quien debe encargarse de ello sobre cualquier aspecto o cuestión importante, supone que se produzcan abusos y pérdidas económicas considerables.
Algunos ejemplos : la falta total de control sobre las bajas fraudulentas, el mínimo control sobre la inmigración ilegal (más bien auspiciada que perseguida por nuestro Gobierno de hoy) o las ayudas a la inmigración o a los más necesitados, que en el caso de las primeras, se dilatan sin justificación en el tiempo y, en el caso de las segundas, se dan a gente que no quiere trabajar (aunque podría) y pretende vivir toda la vida a costa de todos nosotros (los que pagamos impuestos y trabajamos).
Muchas de las personas que se dedican a la gestión de las ayudas que reciben los inmigrantes (legales o ilegales) afirman que estas ayudas se extienden, en muchos casos, durante años sin que existan un control y una fiscalización efectivos.
El Estado debería ser un simple ente vigilante y corregidor de los posibles abusos del mercado, es decir (y es de cajón), cuanto menos intervenga y prohíba o controle, mejor le irá a nuestra sociedad.
Entre control y no control, prefiero, claramente, lo segundo, pero..., y siempre hay un pero para todo, nada es blanco o negro, y lo habitual es que exista una gran gama de grises...
Si se usa nuestro dinero, el que nos quitan con cada vez más impuestos y usan para temas tan “importantes” como la innecesaria y desenterradora de fantasmas del pasado Ley de Memoria Histórica, pagar embajadas de Cataluña en el extranjero, pagar al fugado Puigdemont, luchar contra el cambio climático, controlar a los jueces y a los medios de comunicación, dar pagas a políticos en prisión, para pagar políticas de subsidio que fomentan la inmigración ilegal y la falta de ganas de trabajar (muchos prefieren cobrar uno de los múltiples subsidios antes que, pudiendo hacerlo, trabajar)...
etc...
etc..., debería haber un control exhaustivo sobre quién, por qué y por cuánto tiempo se dan las ayudas.
Si las bajas fraudulentas, muchas y de cada vez mayor duración, suponen un gran coste para las empresas (sector privado) y para el Estado (sector público), se debería exigir un control exhaustivo de éstas..., pero, el dichoso “pero”, siempre aparece para poner pegas.
El problema es que nuestro actual Gobierno, presidido por un mentiroso compulsivo, no quiere controlar las cosas que debería, pero sí nos quiere controlar a la gente normal de forma excesiva.
Se inventa el follón de la factura electrónica para controlar y exprimir hasta el último euro que cobren empresas y autónomos, pretende controlar qué es bueno y qué es malo para nosotros : los toros son malos, el tabaco en algunos sitios es malo, los medios de comunicación no afines son malos, los altos impuestos son buenos, el control de la fiscalía y los jueces es bueno, el trabajo con productividad es malo, el trabajo improductivo es bueno, el esfuerzo es malo, las subvenciones (dan votos) son buenas, las subidas de cotizaciones son buenas (las pagan las empresas, o todos nosotros si hablamos del sector público), las persecuciones de Hacienda son buenas, las atrocidades de Hamás y Hezbolá son buenas, la corrupción de los demás es mala y la corrupción propia es buena (o sin importancia)...
¡Así nos va! España es el hazmerreír de Europa y del mundo.
