Un Gobierno incapaz y adicto a la improvisación

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El sentido de mis letras...

Un Gobierno incapaz y adicto a la improvisación

El abuso de poder político corrompe y desemboca en patologías con síntomas inequívocos y de larga duración : corruptela, nula empatía, pérdida del sentido del riesgo, humillaciones públicas, excesos relacionados con el sexo y las drogas, instrumentalización de las instituciones para lograr fines propios, juicio simplista...

El maquiavélico está perfectamente diagnosticado, pero la bajeza tipifica y salpica aún más a sus secuaces, que asumen un rol imprescindible, con buenas tragaderas, que callan impasibles, no les asusta la inmoralidad, y sortean cualquier atisbo de dignidad y decoro.

Sobrecoge con estupor el porcentaje de gobernantes incapaces y acomplejados, adictos a la improvisación, que desoyen el sentir del pueblo y se mantienen a flote con la mentira.

El colmo del escarnio y la deshonra es hincar la rodilla y pactar sin ninguna vergüenza con los que odian a España menospreciando la Constitución, dinamitando la separación de poderes y pisoteando la igualdad entre españoles.

Lastrados por un afán enfermizo de mando, sin sonrojo y miramientos, saquean con alevosía perversa a los patriotas que sí cumplen la ley.

La enésima bajada de pantalones de la podredumbre progre pospone la decencia hasta más ver, difama el pundonor español y nos conduce a un daño social irreparable.

La codicia de una mente torcida es infinita, hasta el punto de blanquear, manipular la verdad y normalizar una crueldad ilimitada.

Este perverso Gobierno de izquierdas olvida y perdona las cifras de la barbarie de ETA : 850 asesinatos, 2.600 heridos y 90 secuestrados.

El enjambre de parásitos profesionales que sostiene el Estado es inasumible, y vestir la careta colectivista parece que otorga carta blanca.

Las cuentas rebosan capas de maquillaje,  y la caja común no da más de sí, porque España está al borde del k.o. técnico.

Este Gobierno de Sánchez desconoce que únicamente la cultura del esfuerzo asegura la creación de riqueza, pero está cultura del esfuerzo no está precisamente en auge, ya que se potencia más el subsidio que la generación de empleo.

El salario mínimo interprofesional ha aumentado un 46'8% desde 2018 y, por cortesía de algún iluminado de las élites progres, continuará al alza, lo que redundará nefastamente en la economía.

Como obsequio estrella de la era sanchista, el próximo 2026, y según los expertos económicos, será un año más agobiante para el ciudadano y se recaudarán más de 7.500 millones de euros extra en impuestos.

No es normal que desempleados demandantes de empleo se contemplen como trabajadores, y los fijos discontinuos no ocupados figuran igualmente como cotizantes. En definitiva, un demandante de empleo nunca ha sido un ocupado si no trabaja, y ahora sí.

Luego está el tema de la llegada y el acogimiento de inmigrantes ilegales, que no cesa : los miles de recién llegados sin oficio ni beneficio son abandonados a su suerte, y se les deja pocas opciones que no pasen por la delincuencia.

¡A saber cuántos ilegales deambulan por nuestro país, después de conocer, que el gobierno de España no estaba contabilizando correctamente los funcionarios públicos y suman 300.000 más! También es de reproche que la desinformación sea la mayor amenaza global de los próximos años.

Este original embrollo de las izquierdas políticas, disfrazado como una preocupación por la verdad y transparencia, rezuma un matiz diabólico, que no es otro que el control de la diagnosis,  y consecuentemente, la facultad de decidir de forma autócrata qué es desinformación y qué no, abocándonos inexorablemente a la abolición de la libertad de expresión.

Permítanme, lectores, acabar esta columna con una frase de Margaret Thatcher, la dama de hierro británica : “El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás”. 

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