La octava reunión entre empresarios y sindicatos del sector de seguridad privada ha dejado un sabor agridulce que ya resulta familiar: mucha retórica, poco compromiso concreto y trabajadores cada vez más hartos de un diálogo que parece diseñado para no llegar a ninguna parte.
Patronal: maestros del discurso vacío
APROSER llegó a la mesa con su discurso ensayado de "escucha activa" y "predisposición al diálogo", pero tras el barniz de buenas intenciones se esconde la misma estrategia de siempre: poner palos en las ruedas. Reconocen que están en un "bucle", pero ¿quién ha creado ese bucle? Las mismas empresas que llevan semanas bloqueando cualquier avance real mientras se escudan en la "protección de las pymes" y las "incertidumbres jurídicas".
La realidad es que la patronal lleva meses obsesionada con dos temas que solo benefician a los empresarios: recortar las coberturas de incapacidad temporal y eliminar la jornada garantizada en transporte de fondos. Mientras tanto, ¿dónde están las propuestas escritas sobre mejoras salariales? ¿Dónde están los documentos concretos sobre reducción de jornada o mejoras laborales? Brillan por su ausencia.
Es especialmente cínico que hablen de "evitar compromisos inasumibles" cuando el sector acumula beneficios mientras sus trabajadores encadenan jornadas maratonianas por salarios de miseria. La "prudencia" que invocan no es más que tacañería disfrazada de responsabilidad empresarial.
Sindicatos: muchas palabras, pocas acciones
Pero la patronal no es la única que decepciona. Los sindicatos llevan reuniones lanzando proclamas grandilocuentes sobre "empleo digno" y "mejoras significativas", amenazando con movilizaciones... que nunca llegan. CIG y ELA hablan de huelgas y protestas, pero ¿cuándo van a pasar de las amenazas a los hechos?
El problema es que los sindicatos mayoritarios parecen cómodos en esta danza interminable de reuniones sin fruto. Se quejan de la falta de propuestas patronales, pero ellos mismos no presentan estrategias de presión efectivas. ¿De qué sirve denunciar que "los trabajadores no financiarán mejoras futuras con rebajas actuales" si después aceptan seguir reuniéndose sin resultados tangibles?
La división sindical tampoco ayuda: mientras CIG y ELA reclaman convenios autonómicos, otros sindicatos negocian a nivel estatal. Esta falta de unidad solo fortalece a una patronal que sabe perfectamente cómo explotar las grietas.
Los vigilantes: los grandes olvidados
Mientras patronal y sindicatos juegan al ajedrez político, medio millar de profesionales tuvo que plantarse frente a la sede de APROSER para recordarles que hay personas reales detrás de esta negociación. Trabajadores que sufren jornadas extenuantes, salarios insuficientes y condiciones laborales que espantan a cualquier talento joven que pudiera considerar entrar al sector.
Todos reconocen el diagnóstico: el sector no es atractivo y necesita sangre nueva. Pero nadie parece dispuesto a aplicar la medicina obvia: pagar mejor, reducir jornadas reales (no de papel) y garantizar condiciones dignas. En su lugar, tenemos a empresarios pidiendo recortes "asumibles" y sindicatos que se conforman con aplazar reuniones cinco días más.
El bucle infinito
Casi tres horas de reunión para acabar exactamente donde empezaron, con una nueva cita para seguir hablando de lo mismo. Este convenio, que no vence hasta diciembre de 2026, lleva camino de convertirse en la negociación más larga y estéril de la historia reciente.
La pregunta es inevitable: ¿a quién beneficia realmente este interminable tira y afloja? Desde luego no a los trabajadores, que siguen esperando mejoras concretas mientras ven cómo su poder adquisitivo se erosiona y sus condiciones laborales se mantienen en la precariedad.
Si patronal y sindicatos no son capaces de ponerse serios y alcanzar un acuerdo justo en las próximas semanas, quizás sea hora de que los propios trabajadores tomen las riendas y demuestren que su paciencia tiene un límite. Las concentraciones espontáneas son solo el principio de lo que podría convertirse en un conflicto mucho mayor si quienes dicen representar al sector siguen jugando a la política mientras Roma arde.
Jose Antonio Carbonell Buzzian
