Cruda realidad: Sahara Occidental

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Cruda realidad: Sahara Occidental

El tema anda bastante caliente tras la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. De seguir con este baile, los saharauis lo tienen crudo: aceptar la soberanía marroquí, buscar asilo en Europa, ser absorbidos por Argelia o continuar con la bandera del Frente Polisario. Optar por una de esas vías, sin duda, el Derecho Internacional quedará herido donde el principio de autodeterminación de los pueblos quede colapsado. Se cometerá una injusticia contra esta población que lleva más de medio siglo refugiada y dando un vuelco al tablero geopolítico africano, donde España pensamos posee intereses en juego y, donde muchas de sus gentes nos lloran mirándonos como huérfanos.

Por otro lado, el regocijo con el que Marruecos ha saludado la aprobación del 31 de octubre, por lo que se nota, solo es comparable con la disolución que ha sembrado entre las filas del Frente Polisario, representante legítimo del pueblo saharaui. Tras 34 votaciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había que prorrogar un año más. Con ello, los saharauis seguirán viéndose sometidos a los palos y cebollas de las potencias que se han posicionado en favor del plan de Rabat. No auguramos buen futuro al principio de autodeterminación de las Naciones Unidas, que tan decisivo resultaría en su momento para impulsar los procesos de descolonización que siguieron a las Guerras Mundiales Europeas. Al Frente Polisario le resultará difícil resistir los envites y abortar las pretensiones de su vecino del norte, el cual cada día posee más hambre política.

Francia y España votaron de la mano esta resolución revelando donde están las prioridades francesas, y hasta qué punto España puede contar con el apoyo galo en las diferencias hacia Rabat. Pero también hemos palpado escaso margen de maniobra de la política exterior española, administradora de iure de este territorio y, hasta el sorpresivo giro de marzo de 2022, valedora del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y de las resoluciones adoptadas.

Muchas son las puntadas que se tienen en cuenta: la amistad de la Casa Blanca con Marruecos, la explotación de recursos en la zona atlántica (telurio, cobalto y níquel) que se encierran en sus fondos marinos. Late la amenaza de la reclamación alauita sobre Ceuta y Melilla, sobre islas y peñones adyacentes en el Mediterráneo. La actitud del Frente Polisario, cada vez más arrinconado en la escena internacional, y de los cerca de 180.000 refugiados que malviven desde hace medio siglo en los cinco campamentos de la ciudad argelina de Tinduf. Mientras pueda, Argelia no renunciará a disputar a Marruecos el control de una región de tan alto valor geoestratégico recurriendo a la lucha armada, donde continuará su táctica de utilizar al Frente Polisario como proxy intermediario que otro actor utiliza para alcanzar sus objetivos sin intervenir directamente en su esfuerzo de abrirse una fachada al Atlántico y dejar a su rival aislado por tierra del resto de África. Aquí, por lo que parece, tiene la última palabra Rusia.

Los refugiados saharauis, por su parte, deberían optar entre regresar al Sahara y aceptar la soberanía marroquí que, sin duda, mejorará sus condiciones materiales: buscar asilo en Europa ante la imposibilidad de retornar a un Sahara independiente; ser absorbidos por Argelia, adoptando la nacionalidad de ese país; o continuar la resistencia armada bajo la bandera del Frente Polisario, para impedir que lo que se ha conseguido sea efectivo. Ninguna alternativa es halagüeña.

Con tales maniobras, el que queda herido de muerte es el sacrosanto derecho de autodeterminación de los pueblos pendientes de descolonización, subordinado ahora al servicio de otros intereses. De prosperar el camino que incoa la nueva resolución, hay un riesgo de que otros sigan el ejemplo de Marruecos, retrasando para lograr hechos sobre el terreno que, a la postre, minen los cimientos del derecho internacional tal como lo conocemos, añadiendo un clavo más el sarcófago del ya moribundo orden internacional en el que todavía deseamos vivir.

El pasado 8 de agosto de este año, gracias a Trump, la tormenta perfecta entre Armenia y Azerbaiyán, por el conflicto del Alto Karabaj llegaba a su fin. La República de Armenia, siendo un país de la transcaucasia siempre se ha considerado europeo, pero eso sí, la UE, como siempre, "no sabe, no contesta". Se zanjaba, por tanto, una guerra donde la dignidad de los seres humanos valía menos que una simple chirimoya. ¿Tendrá que pasar lo mismo con los saharauis?

Ya se constata que, se está jugando demasiado con los derechos humanos. La ONU, al igual que la UE han perdido no solo el norte, más bien los cuatro puntos cardinales. Que la importancia, respecto a recursos materiales en los fondos marinos dejen a las personas como simples bichos vivientes es desconcertante. Esto, sin duda, es lo que la juventud de hoy, al mirar a tales políticos de medio pelo no solo les rechina, más bien les da las alas suficientes para estar en contra de tales actuaciones, muy lejos de los mundos de la ética y la moral.

MARIANOGALIÁN TUDELA

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