Según el Inventario Forestal Nacional más reciente (FN3) España tiene esa siete mil millones de árboles. No deseo hablar de los árboles de nuestro territorio sino de los que están en jardines.
Me he preguntado muchas veces, cuántos árboles hay en jardines y parques y calles de las ciudades, aldeas, pueblos. Cuántos árboles hay en el entorno y el redil de lo público dentro de las urbes. Busco en Internet, y, no me ofrece una cifra aproximada. Dejo por tanto esta ecuación pendiente que algún organismo público, algún doctorando se atreva a darnos una cifra aproximada.
Pero tampoco escribo este artículo para citar que existen mil ochocientos árboles que se consideran Árboles Monumentales/Singulares, que alguna vez, quizás dedique un articulo a dicha realidad. Ni tampoco de momento para citar los doscientos mil palmeras que existen en el Palmeral de Elche. Ni tampoco citar que parece ser que la ciudad con más árboles plantados es Cáceres por habitante.
Sino que quiero fijarme en la idea-sugerencia-concepto: si se fuesen sustituyendo los árboles existentes en jardines y parques, los que se fueron cayendo o secando, reitero, los que se tuviesen que cribar, aserrar, descender o cortar, por árboles frutales. No digo que se destruya ni un árbol ya plantado y ya existente, algunos con veinte o cien años de existencia. Sino las nuevas implantaciones y creaciones y siembras de árboles, y, los que halla que sustituir nuevos, entonces situar árboles frutales. Árboles que pueden ser de mucha especie, que cumpliesen la doble vertiente de ser bonitos y bellos, y, adaptados al clima de cada ciudad, pero además que proporcionarán fruta o algún fruto productivo y comestible: fuesen olivas, naranjas, peras, manzanas, etc.
Recuerdo que en la biografía, Positio, en el estudio de la biografía-vitagría de Martín de Porres, santo de Lima, al final de su vida, en algunas zonas de fuera de la ciudad de Lima, plantó manzanilla o algo semejante, pensando que así en el futuro podrían recoger personas que pasasen y no tuviesen otras posibilidades de alcanzar estos frutos. También que en la finca que los dominicos tenían a unos kilómetros de Lima, pues al final de su vida sembró cientos de olivos para que al cabo de unos años, tuviese el convento y la orden aceite y aceitunas…
Me pregunto, si poco a poco, los árboles que se muriesen y tuviesen que ser sustituidos, y, los árboles de nueva plantación si en las ciudades, jardines, parques, calles, etc., se sembrasen árboles frutales que produzcan no sólo sombra, no sólo decoración y estética y belleza, sino también frutos comestibles. Me pregunto si sería un adelanto. Quién sabe, al cabo de unos años quedarían parques y plazas y calles tan bellamente adornadas, pero también habría un fruto consumible de alguna manera u otra…
No sé, alguien podría pensar, que quizás después habría problemas, quién de las personas que pasan por la calle o que viven al lado tienen derecho a recoger esas naranjas o esas uvas o esas aceitunas… Supongo que al ser árboles de propiedad municipal, pues todo el mundo podría coger una naranja en caso de necesitarla, alguien cansado por la vida si pasa en tiempos de florecimiento podría recoger algunas uvas, o quizás, alguna pera. Pero en fin, la condición humana es compleja…
Recuerdo haber leído, hacer ya décadas, que en plena Segunda Guerra Mundial, en muchas ciudades de Japón, pues permitían a la población que sembrasen los jardines y plazas públicas de plantas beneficiosas para la alimentación humana. No sé, si esta noticia o información es cierta, o sólo fue un experimento…
Todo el mundo se asusta, porque la población mundial aumenta. Y, siempre me acuerdo cuándo alguien, de alto nivel académico o político o simplemente en prensa, expresan esta realidad y este dato. Cosa que se repite tanto. Siempre me he preguntado. Siempre me he dicho. Si poco a poco, se siembran en sitios y lugares públicos, de propiedad vecinal o municipal árboles con estas características, pues quién sabe si sería una ayuda, igual que hemos indicado, recuerdo que cuando era niño y joven y adolescente, casi todas las ciudades, especialmente Madrid, disponía en calles y plazas fuentes públicas, grifos con agua, que las personas que quisiesen se podrían lavar la cara, en caso de calor, podrían beber agua en caso de sed. Era un agua gratuita, pública para todos, y, existían en casi cada plaza.
Porqué me pregunto en todas las ciudades han ido cerrando estas fuentes de oro líquido sin color y sin apenas sabor. Porqué no seguimos plantando fuentes públicas, porqué no sembramos árboles frutales, que tengan belleza y además ofrezcan al viajante y viajero necesitado una pera o una manzana o una naranja y al lado exista una fuente de agua, para secar la sed y secar el calor del verano. Más en nuestra geografía cada vez con más calor…
Terminemos con una cifra y dato, según la revista Nature, en 2015 había tres billones de árboles en el mundo. Tres seguidos de doce ceros. ¡Cuidémoslos para que ellos nos cuiden a nosotros…!
