Cuando 2025 llega a su fin, es inevitable hacer balance de ese año que está por desaparecer y pasar a ese rinconcito que ocupa el recuerdo. Un nuevo comienzo que afrontamos de distintas maneras. Este año he escuchado mucho la frase: "¿Por qué no vives de la escritura?". Antes daba demasiadas explicaciones; ahora mismo solo simplifico diciendo que el mundo editorial está muy complicado. Y quizá lo esté, pero no es la única razón.
La idea de vivir de mis novelas siempre ha ido asociada a un pequeño pueblecito, alejado del bullicio, escribiendo tranquilamente junto a un ventanal desde el que puedo ver un hermoso prado verde y escuchar el cantar de los pajarillos. Puede que sea muy peliculera , pero es la imagen que aparece en mi mente cuando pienso en vivir de escribir: teletrabajar, no tener horarios, no tener que salir de casa. Pasarte el día en pijama, cómoda, sin necesidad de arreglarte demasiado porque nadie te ve. Y sí, por un lado está muy bien. Pero por otro, siento que ahí empiezo a renunciar a algo importante para mí.
Porque si no tengo que salir, muchas veces tampoco tengo que vestirme. Y si no tengo que vestirme, dejo de arreglarme, de cuidarme, de sentirme bien conmigo misma. Amo el bullicio tanto como amo la paz del silencio, y no me gustaría renunciar a la moda. Levantarme todos los días sin expectativas de vestirme cool aunque solo sea para ir a comprar me parece demasiado aburrido. Por eso desecho la idea de dedicarme a la escritura aislada en un lugar donde la moda no forma parte del día a día.
Sí, realmente esto puede sonar tan materialista… y en realidad lo es, también puede sonar absurdo, se puede escribir en cualquier sitio, no tengo por qué aislarme, pero llamadme loca, tengo esa imagen en mi cabeza y no va a salir de ahí. Y como los sueños de cada persona son libres, pues prefiero unir los dos mundos que amo, la escritura y la moda, ¿os he dicho alguna vez que me encantaría escribir para Vogue? Seguramente no, porque suena tan absurdo como lo del pueblecito y los pajarillos.
Hoy mientras estaba leyendo en Vogue la nueva moda de salir en bragas a la calle, pensé: "Madre mía, yo no podría hacerlo". Pero leyendo el experimento que hizo la redactora de compras de Vogue España, entendí a la perfección que la moda deja de ser extravagante y rara cuando se observa desde otra perspectiva.
Bueno, primeramente he de aclarar que no son bragas, aunque lo parezcan; son pantalones. Bueno… ¡qué demonios! Son bragas. Lo que pasa es que cuando algo se convierte en moda, también se convierte en dinero. Por ejemplo, las bragas tipo bóxer de Miu Miu cuestan 365 euros; en este caso, el experimento se hizo con unas bragas culotte de Hand Over que costaban 29 euros. El caso es que, si yo fuese en bragas a cualquier sitio, también me mirarían y me juzgarían, pero en el ambiente adecuado sería la más chic.
Alguna vez he comentado que trabajo para una firma de moda, y la verdad es que me gusta trabajar para esa firma porque me identifico con su filosofía de vida. Otras firmas de moda son más encorsetadas y estrictas, pero mi firma es libertad, vida, originalidad y muchas veces incluso rareza. Y, sencillamente, si tuviera que describirme, me describiría así.
La mayoría de las veces soy rara vistiendo. No me avergüenza ir salpicada de colores, me encanta la ropa divertida, esa que no se puede encontrar en cualquier sitio, la que sorprende a simple vista y no cualquiera se atreve a vestirla.
Realmente creo que la moda es como el cuento del patito feo: por muy hermoso que fuera, no era un pato y, por lo tanto, lo veían distinto. Pero en su ambiente era uno más. Solo debemos entrar en la pecera adecuada, en aquella en la que todos se parecen y donde tus extravagancias dejan de ser raras para convertirse en moda.
Después de leer este articulo mi mente puso en funcionamiento su capacidad de filosofar y convirtió este experimento en algo más; cuando nos sentimos distintos, raros o fuera de lugar deberíamos preguntarnos: ¿Estamos en la pecera adecuada?
