Crónica de los autogiros a Cabo Norte

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Crónica de los autogiros a Cabo Norte

JORNADA 06 (12 de junio)

Hoy parece que la jornada promete un tiempo bastante estable, así que los aparatos, una vez repostados intentan hacer tres saltos para llegar lo más al norte posible para, así mañana cruzar el mar para entrar en Suecia.

Los autogiros despegan temprano de Bad Neuenhart en dirección noreste, y los coches recorren la autobahn 1, en dirección Hamburgo, Lübek para terminar en Stralsund, un pueblecito de la antigua Alemania oriental en donde nos reciben de forma encantadora en un campo que cuenta con un albergue regentado por una "matrona" alemana que, además de prepararnos las habitaciones, nos obsequia con una reparadora cena, que falta nos hace a todos después de un largo día en el que prácticamente no hemos probado bocado.

Tres saltos para los aviones y casi novecientos kilómetros para los coches. Un poco de paliza pero la satisfacción de haber avanzado un buen tramo de nuestro proyecto

JORNADA 07 (13 de junio)

Después de un estupendo desayuno preparado por nuestra querida "matrona", preparamos los autogiros para cruzar el Mar dirección Suecia. En concreto, el primer salto lo haremos a Kristianstad, al sur de la península.

Tras los últimos chequeos y cada piloto con su chaleco salvavidas, enfilan la pista de hierba de despegue rumbo norte. Mientras, los coches tendrán que hacer muchos kilómetros para pasar a Suecia. Primero vover a Lübek, desde allí coger un ferry a Gedser, en Dinamarca, ya en este país recorrerlo hacia el norte hasta Copenague y allí por un túnel larguísimo y uno de los puentes más largos de Europa pasar a Suecia. Total más de quinientos kilómetros, mientras que el salto de los aviones no supera en mucho los ciento veinte.

El segundo salto es a unos doscientos cincuenta kilómetros más al norte, a una pista de un pueblo muy típico sueco llamado Tidahome. Allí los autogiros encuentran una pista, si no abandonada, porque de verdad está todo muy cuidado, si absolutamente sin persona alguna.

Arrimamos los aparatos a unos hangares y bajamos andando al pueblo pasando una valla cerrada con un candado. Un hotel agradable aunque bastante caro y a esperar a los coches de apoyo, que vienen de hacer un montón de kilómetros por las estrechas carreteras de este país. Naturalmente cuando llegan Curro y Mateo al hotel ya no hay posibilidad de cenar decentemente en todo el pueblo: ¡son las 21,00!

JORNADA 08 (14 de junio)

Por la mañana toca buscar una gasolinera para cargar los jerrycans de combustible y subir al campo de vuelo misterioso, o por lo menos hasta la barrera que cierra el camino de tierra.

Allí Julián y Ferrán por una parte y Bernardino y Juan Carlos por otra, traen empujando los autogiros hasta la barrera para poder trasegar el combustible hasta que sus depósitos están a rebosar.

Hoy está lloviznando y no sabemos qué tiempo exactamente vamos a encontrar más al norte. Curro y Mateo hacen unas cuentas fotos del despegue y comienzan su andadura hacia el norte sin saber exactamente a qué pista vamos a llegar. De hecho, los pilotos llaman a los coches porque no han podido pasar una cadena de nubes y se han tenido que quedar en otra pista "fantasma" cerca de Filipstad que se llama Brattforsheden. Pero aquí el misterio no está en que no haya nadie.

De hecho lo hay: si la pista parece un campo militar de la segunda guerra mundial, con sus cañones antiaéreos y sus protecciones de trincheras, quien aparece es un señor mayor vestido con uniforme del ejército del aire sueco que si bien nos recibe atentamente, nos suelta una arenga mientras llegan los coches de apoyo, sobre las heroicidades del ejercito de su país y de la lucha de Suecia contra los nazis.

Todos a escuchar atentamente porque los cabales del individuo parecen algo en entredicho…

Una vez hemos repostado, seguimos volando hacia un campo de vuelo llamado Silajansnas, pero tras sortear grupos de nubes se decide tomar tierra en un campo llamado Dalajarana, unos cuarenta kilómetros más al sur, que resulta ser un pueblo de lo más acogedor en el que la llegada de dos autogiros es todo un acontecimiento. De hecho el periódico local desplaza a su reportero jefe (el único) que nos hará un reportaje en extensión que nos mandará por e-mail y físicamente.

Allí pasamos la noche en un hotelito que es de todo menos lujoso, pero ante el cansancio, todo vale. Como en otras ocasiones encontramos todos los restaurantes y cantinas cerrados y, solo gracias a un supermercado a punto de cerrar, conseguimos organizar en el hotel una cena memorable.

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