Una murciana profesa en las Misioneras de la Caridad en Roma

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El pasado 23 de mayo, en el Santuario de la Madonna del Perpetuo Socorro en Roma, tuvimos la inmensa gracia de asistir a la ceremonia de profesión temporal de cinco hermanas Misioneras de la Caridad, presidida por Mons. Konrad Krajewski, limosnero del Papa. Y entre las cinco, una chica murciana, Sister Mirianma (Eduvigis Pujalte Hernández); de 34 años de edad, hija de Antonio y Virtudes; exalumna del colegio Sagrado Corazón de Jesús de las hermanas Salesianas; oriunda de la parroquia de San Pedro Apóstol de Alcantarilla, donde ha vivido y compartido la fe en la segunda comunidad neocatecumenal.

A raíz de la JMJ de Sydney, en 2008, emprendió un proceso de discernimiento que, sobre todo por el contacto con las Misioneras de la Caridad en Murcia, le fue llevando a descubrir y confirmar la vocación a la que era llamada. Después de un proceso de formación de casi cinco años, que la ha llevado desde Sabadell a Madrid, y de allí a Roma, comienza ahora una nueva etapa ya como hermana profesa, en la casa que las Misioneras tienen en Tor Bella Monaca, en la periferia de la ciudad de Roma.

El día siguiente pudimos celebrar la Eucaristía de acción de gracias en la capilla húngara de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, presidida por nuestro obispo Mons. José Manuel Lorca. Una celebración especialmente emotiva e íntima, junto a las 50 personas que desde Murcia se desplazaron a Roma, con su familia, amigos y hermanos de la comunidad, y con nuestro pastor que, a escasos metros de la tumba de San Pedro, nos animó a todos a descubrir cómo al entregar nuestras vidas, de un modo especial a los más pobres y necesitados, descubriremos la vida de verdad, la auténtica vida; también nos recordó que la vocación de sor Mirianma, aun siendo una vocación muy especial al servicio de los más pobres de entre los pobres, ha sido el fruto del encuentro personal con Cristo, de la escucha de su Palabra; es una vocación de la que todos participamos y a la que todos estamos llamados.

Una celebración de las que el Señor guarda en lo más profundo del corazón, y que no podía terminar sino con la confesión de fe delante de la tumba de Pedro, donde desde hace siglos los cristianos han peregrinado para ser confirmados en la fe; todos nosotros, ese día, con nuestro obispo como cabeza, pudimos experimentar la emoción y la alegría de la fe recibida y confirmada por la Iglesia. 

Unos días inolvidables en los que, quienes conocemos y queremos a la hermana Mirianma, sólo podemos estar agradecidos a Dios y decir con ella: “Gracias… porque vuestro sí ha hecho posible el mío… sin el vuestro, sin el sí de mis padres, sin el de mi comunidad y el de la Iglesia… yo hoy no estaría aquí.”

Crónica de D. Daniel Pellicer Carrasco, sacerdote diocesano que está estudiando en Roma

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