Rubén Soriano Carrillo: nobleza, bondad y corazón sin fronteras

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Rubén Soriano Carrillo: nobleza, bondad y corazón sin fronteras

Rubén Soriano Carrillo de 33 años es murciano y desde el 2015 vive fuera de España. Desde los 17 años ha trabajado con una energía inagotable en la construcción pero en el 2015 viaja a Alemania en busca de una mejora laboral. En el país teutón desempeñó diferentes trabajos hasta que una bacteria se cruzó en su mirada y le obligó a cambiar de trabajo. Este desagradable suceso y, tras barajar diferentes opciones, decide probar mejor suerte en Suiza. 

En el 2018 en una granja de vacas le ofrecen un trabajo en sus instalaciones y no lo pensó dos veces. Allí permaneció tres meses hasta que la empresa Feldmann Bau le permitió volver al mundo de la construcción. Su búsqueda ambiciosa por alcanzar una estabilidad económica le ha permitido establecerse en Suiza los cinco últimos años. Hoy en día continúa en el mundo del ladrillo pero en la empresa Lerch Bau restaurando museos. Le encanta el país y el entorno en el que se mueve. 

No se plantea volver a España, ni siquiera en vacaciones, pero tampoco descarta que en el futuro necesite cambiar de aires a otro lugar que le facilite una mejor calidad de vida si cabe. Al igual que una gran colectividad española residente en Suiza, Rubén acudió a la petición de ayuda para los ucranianos que Dennis Claes publicó en una de las redes sociales de facebook. Se puso en contacto con él y se ofreció para pagar la gasolina del viaje que se realizó el pasado fin de semana a Polonia para transportar ayuda humanitaria y recoger y traer de vuelta a Suiza a 12 refugiados. Casualmente y en el mismo día, un amigo de Rubén, José Manuel Muñoz Jerez, se ofreció como conductor voluntario para ese mismo viaje. Al verlo, Rubén se puso en contacto con él para realizar el viaje juntos. 

Y así, el fin de semana partieron llenos de ilusión, motivados por la causa y con la furgoneta cargada hasta los topes con ayuda humanitaria donada por la colectividad española residente en Suiza rumbo a Polonia. Su primera parada fue en el monasterio de la orden de los dominicos donde les aguardaba el padre Maciej para recoger la mercancía, ofrecerles de comer y un lugar para poder descansar un poco.

“En el monasterio se alojan algunas personas mayores, en silla de ruedas o heridos. Cuando llegamos al Palacio de Congresos y Exposiciones fue cuando el panorama es desolador. Qué pena. Hasta la piedra más dura se tiene que convertir en polvo de la pena que da tantos miles de personas en esas condiciones. Tantos pero tantos niños durmiendo apilados por el suelo…” comentó Rubén impresionadísimo

La mirada de Rubén es profunda y transparente y si te sumerges en ella encuentras un océano de buenas intenciones.

“No es justo que pase esto. No es agradable ver a esas criaturas así. Son tantas historias que podrían ser la de cada uno de nosotros. Se me encoge el alma” continuó

Recogieron a varias familias con hijos, a alguna mujer solitaria y a un señor de 64 años. Los trajeron a Suiza con la dicha de recuperar una estabilidad y una paz que habían perdido con el inicio de la guerra. Rubén ha acogido a Anna, una profesora de 37 años con sus dos hijos, Aleksandra de 10 y Dmitry de 15. Una familia que ha dejado a un padre en el frente, a unos abuelos, a un perro y a dos gatos. A Suiza han llegado con una mano delante y otra detrás esperando encontrar una solución adecuada para este nuevo comienzo. 

Se sienten seguros y muy bien acogidos en casa de Rubén. Saben que su anfitrión es una gran persona con un corazón que no le cabe en el pecho y que se entrega en cuerpo y alma para hacerles sentir lo más cómodos posibles. Los canales de la televisión ya los ha cambiado al ucraniano al igual que otros artilugios; ha hablado con las vecinas que tienen niñas para que Aleksandra tenga un grupo de amigas con quien jugar; saca tiempo para dar unas patadas al balón con Dmitry; les ha dejado una guitarra española con la que Aleksandra hace desconectar a todo el mundo con los acordes de melodías ucranianas…

Aún así, no están decididos a regular su situación en el país para la cual disponen de tres meses. En Canadá tienen familia por parte del marido y también es una opción que están barajando. Fuera cual fuese, este murciano los considera muy buena gente y está muy contentos de tenerlos en casa.

“Me siento en la obligación de ayudar, de volver y seguir ayudando. Y lo haré. Si todo se desarrolla como esperamos  el 24-25 de este mes emprenderemos otro viaje a la frontera para traernos más refugiados, principalmente, mujeres y niños. Al final de mes se cobra y podré permitirme los gastos” concluyó

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