El BDSM como terapia: cuando la sumisión se convierte en empoderamiento

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Por José Luis Ortiz Güell

El BDSM como terapia: cuando la sumisión se convierte en empoderamiento

El BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) ha sido históricamente malinterpretado, asociado a la perversión o la patología. Sin embargo, lejos de ser una práctica marginal, puede convertirse en una poderosa herramienta de sanación emocional. Lo que muchos no saben es que, en este universo, los sumisos no son víctimas, sino arquitectos de su propio placer y crecimiento.

Contrario a la creencia popular, en el BDSM el que manda es el sumiso. A través de negociaciones previas (los llamados "límites" y "palabras de seguridad"), la persona sumisa establece hasta dónde desea llegar, qué está permitido y qué no. Este control indirecto devuelve el poder a quienes han vivido situaciones traumáticas, permitiéndoles reescribir sus experiencias desde un lugar seguro.

"En mi rol de sumisa, yo decido cuándo parar. Esa sensación de control me ayudó a recuperar la confianza que perdí tras una relación abusiva" — Ana, 32 años.

Para víctimas de abuso o personas con ansiedad, el BDSM puede ser una forma de reapropiarse de su cuerpo y emociones. La dinámica de "aftercare" (cuidados posteriores a una sesión) fomenta la comunicación afectiva, algo que muchas víctimas de trauma nunca experimentaron.

Estudios recientes (como los publicados en The Journal of Sexual Medicine) sugieren que prácticas BDSM reguladas reducen el cortisol (hormona del estrés) y aumentan la oxitocina (hormona del vínculo emocional).

Dominación Terapéutica: Cuando el juego simbólico sana

Recuperar el control: Personas que sufrieron abusos usan el BDSM para revivir situaciones de vulnerabilidad, pero esta vez con el poder de detenerlas cuando lo decidan.

Gestión del dolor emocional: El dolor físico controlado (como el impact play) puede canalizar emociones reprimidas, similar a una catarsis.

Refuerzo de la autoestima: Para muchos sumisos, sentirse "elegidos" por un dominante valida su valía personal, algo crucial tras experiencias de rechazo.

No todo BDSM es sanador. Para que funcione como terapia, debe basarse en:

Consenso explícito (contratos escritos o verbales).

Aftercare obligatorio (tiempo dedicado a la reconexión emocional post-sesión).

Participación de profesionales (algunos terapeutas ya integran estas dinámicas en consulta).

"Soy superviviente de violencia sexual. En mis sesiones con mi dominante,mi Ama, yo elijo cuándo decir 'no'. Eso me enseñó que mi cuerpo es mío otra vez" — Carlos, 28 años.

"Como dominante, mi rol es dar seguridad. No se trata de lastimar, sino de ayudar a mi sumisa a liberarse" — Lucía, 40 años.

Avances en neuroimagen revelan que las dinámicas BDSM activan áreas cerebrales vinculadas al autocontrol y la regulación emocional. Durante una sesión, el sumiso experimenta un estado de "hiperconsciencia" donde el cerebro libera endorfinas - similares a las del corredor en su "zona máxima" - combinando alerta y placer. Esto explica por qué muchos participantes describen las experiencias como "meditación en movimiento", donde el foco en el momento presente alivia la rumiación mental típica de la ansiedad.

Lejos de ser una moda contemporánea, culturas ancestrales ya usaban rituales de sumisión ceremonial. Desde las sacerdotisas de Isis en Egipto hasta los guerreros samuráis que se sometían a rigurosas disciplinas, la entrega controlada siempre fue un camino de transformación. Hoy, el BDSM recupera ese arquetipo: "Mi collar de sumisa no es un símbolo de opresión, sino de devoción a mi propio crecimiento", explica Mara, practicante durante 15 años.

Colectivos como Dominants for Change están revolucionando el panorama. Sus integrantes - en su mayoría mujeres - usan la dominación para deconstruir jerarquías de género:

"En mis sesiones, hombres ejecutivos aprenden a soltar el control en un espacio donde su vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad", detalla la Dra. Elena R, psicóloga y dominatrix. Este enfoque cuestiona la idea de que sumisión equivale a pasividad, mostrando cómo puede ser un acto político de rebelión contra mandatos sociales.

Terapeutas de pareja están incorporando elementos BDSM light en sus terapias. Juegos como:

Intercambio de roles (el miembro normalmente dominante en la relación experimenta la sumisión)

Sesiones de atención plena a través del bondage (usando la inmovilidad para conectar sin distracciones)

Estas prácticas reducen conflictos en un 68% según un estudio de la Universidad de California, al fomentar comunicación radical y renovación del deseo

Advertencias necesarias: cuando NO es Terapia

El BDSM puede ser dañino si:

Se usa para repetir patrones de abuso sin procesarlos ("trauma reenactment")

Falta formación real en seguridad (el 40% de lesiones ocurren por ignorar técnicas básicas)

Se confunde con evasión emocional (debe complementar terapia tradicional, no sustituirla)

"Recomiendo siempre 3 meses de psicoterapia paralela antes de iniciar procesos intensos", advierte el psiquiatra especializado David M.

Clínicas en Países Bajos y Canadá ya ofrecen "Talleres de Consenso y Límites" basados en protocolos BDSM para víctimas de violencia. Los resultados preliminares muestran que:

  1. a) 82% mejora en autoestima corporal
  2. b) 76% desarrolla habilidades asertivas
  3. c) Disminución del 60% en flashbacks traumáticos

"La verdadera sumisión no es obedecer ciegamente, sino elegir con qué parte de ti quieres liberarte" — Maestro K, educador sexual con 30 años de experiencia.

El BDSM no es para todos, pero su potencial terapéutico es innegable. En una sociedad que avanza hacia la salud mental inclusiva, es hora de dejar de estigmatizar prácticas que, lejos del morbo, ofrecen redención emocional.

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