Ceder tus fotos a la IA: los peligros invisibles y desconocidos

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Ceder tus fotos a la IA: los peligros invisibles y desconocidos

Redes sociales y compañías desarrolladoras de inteligencia artificial se reservan el derecho de utilizar las imágenes subidas por los usuarios para entrenar a sus modelos

Expertos de la UOC analizan los límites a estas prácticas y los riesgos que asumen los usuarios que comparten imágenes personales con una IA

Uno de los grandes misterios del mundo digital es si realmente existe alguien que se haya leído de manera sistemática los términos y condiciones de uso de plataformas y servicios digitales, redes sociales o, más recientemente, ecosistemas de inteligencia artificial. Y, aunque pueda parecer gracioso, en realidad es peligroso no hacerlo, a pesar de que en muchos casos vaya a servir de poco porque el común de los mortales probablemente no podría comprender en toda su extensión determinados límites ni prácticas que le afectarán directamente como usuario de esos servicios.

Sin embargo, de sobra es sabido por casi cualquier usuario que todo aquello que comparta a través de internet quedará insertado en una especie de 'esfera pública' que le hará perder el control no ya de su propiedad, sino de las derivadas que puedan sucederse. No en vano, cualquier contenido publicado por un usuario en redes sociales puede ser replicado por otros usuarios, modificado, alterado, tergiversado o, simplemente, descargado para usos particulares, lícitos o no, que desconoceremos en la mayoría de las ocasiones. Verlo así da vértigo, pero no siempre reparamos en ello.

"Muchas veces no nos damos cuenta de la cesión de derechos que otorgamos cuando hacemos uso de un determinado servicio digital. Solo vemos lo que nos aporta, pero no a lo que nos estamos comprometiendo", reconoce Silvia Martínez, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigadora del grupo GAME.

Por si todo esto fuera poco, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas, y en todos los ámbitos de esta, implica añadir una capa adicional de riesgo a la actividad digital de los usuarios. No solo por el hecho de que estos sistemas pueden alterar imágenes y vídeos de personas reales con asombrosa facilidad y por parte de cualquiera, sino porque esas imágenes y vídeos se convierten, a su vez, en material para el entrenamiento y la mejora de estos sistemas. "Imagina que enseñas a un niño a reconocer una cara: le muestras varias fotos de la misma persona, desde distintos ángulos, con diferentes expresiones. Poco a poco, empieza a identificarla. Pues las inteligencias artificiales aprenden de forma parecida: para entrenarlas con imágenes personales, se les da una colección de fotos o vídeos en los que aparece siempre la misma persona.. Cuantas más imágenes tenga, mejor aprenderá sus rasgos: la forma de los ojos, la curvatura de la sonrisa, el tono de piel, la manera en que se arrugan los párpados al reír…", explica Antonio Pita, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC.

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