Rincones de Totana. Bar los Rosales

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Rincones de Totana. Bar los Rosales

Es muy probable que muchos no sepan a qué lugar me refiero porque siempre lo conocimos por el bar de la Glorieta o el bar de Gabino, si bien este es su nombre original y se debe a los arbustos que en el tiempo de su apertura embellecían tan agradable espacio urbano.

Gabino Sepúlveda Navarro era un joven que se marchó a trabajar a las Islas Baleares y lo hizo en un importante hotel en el que, como hombre culto e interesado por todo, aprendió las artes de la hostelería al máximo nivel. Supongo que a su regreso pensó (se ha negado enérgicamente a contarme nada, según dice por su natural modestia) que en Totana solamente había tabernas y bares demasiado anclados en el pasado y decidió montar un local diferente en el que poner en práctica sus amplios conocimientos y abrió Los Rosales tras un corto periodo al frente del quiosco que hubo en el lugar.

Gabino y su esposa Laura hicieron famosos los vikingos,  los en otros lugares conocidos sandwichs dándoles la original forma redonda que los caracterizó. Fue un exitazo, ya que fue la merienda habitual de los jóvenes que salían del Instituto, se reunían en La Glorieta y tomaban un refresco mientras daban rienda suelta a las hormonas tan propias de la edad. Conocía como gran profesional todas las buenas prácticas de la profesión, incluida la coctelería y las puso en práctica en el lugar donde vio su primera luz.

Para alegrar el ambiente, Gabino puso una enorme gramola, aparato reproductor de discos que se activaba con el ingreso de una moneda. Y aquellos jóvenes dejaron de escuchar los ídolos de la radio de los tiempos como Concha Piquer, Juanita Reina o Manolo Escobar para pasar a los sonidos anglosajones que se estaban poniendo de moda: Elvis Presley, Paul Anka, Halliday y los grupos ingleses que pulularon desde entonces y marcaron los ritmos de la época.

Los Rosales era el lugar habitual de reunión de los jóvenes, de tal modo que los lunes que cerraba se sentaban ante las mismas mesas de diario que dejaba Gabino colocadas y continuaban sus escarceos de gracias bromas y ligues, de los cuales salieron matrimonios cuyos hijos siguieron su estela en el mismo lugar.

Me decía Gabino cuando aún trabajaba que había servido refrescos y cervezas a los padres de los chicos que yo veía allí hace treinta años, si bien es verdad que muchos de aquellos primeros clientes acudían los fines de semana al lugar al que fueron de jóvenes, entendiendo a la perfección la razón que llevaba a sus hijos a ir a Los Rosales.

Un estúpido accidente impidió a Gabino, excelente aficionado al ajedrez e impulsor del club totanero de este deporte-entretenimiento, ejercer su oficio y tuvo que dejarlo, habiendo pasado el local por diferentes manos con mayor o menor éxito.

Tras el accidente Laura intentó continuar el negocio con la ayuda de su hijo Abraham y la colaboración del genial Ginés López, con la aportación de nuevas especialidades, pero los hijos de Gabino y Laura optaron por caminos distintos a los de la esclavitud de la hostelería y se vieron en la necesidad de traspasar el negocio.

Desde el año 2017 el Bar Los Rosales es regentado por una joven y agradable pareja, la formada por Ricardo Valenzuela López y la simpática Melani Pérez Martínez, que dieron un giro distinto al ambiente y servicios del local, pues su servicio de tapas se ha actualizado de acuerdo con los nuevos gustos y así han configurado su cocina para el servicio de tapas y cenas.

Con la ayuda en la cocina de Miriam Pérez Martínez y con el eficaz servicio de Javier Martín Cerón atienden en sus mesas a los clientes dando una excelente variedad de pizzas y hamburguesas, y muy especialmente sus platos estrella: los palitos de queso y las patatas bravas.

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