Sigüenza, reserva para la observación del cielo y el horizonte

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Sigüenza, reserva para la observación del cielo y el horizonte

Levantar la vista al cielo liberó al hombre de sus mitos y le inspiró la ciencia. Siglos después, Sigüenza se conserva como una orilla transparente hacia el océano cósmico que se habita

Donde habitualmente se acaba la mirada del viandante, en el punto de fuga de las milenarias calles seguntinas, de las almenas de su catedral-fortis y su alcazaba, se encienden las estrellas de un límpido cielo castellano, valiosísima reserva natural de noches oscuras cada vez más escasas en el continente y en todo el planeta. Esta formidable cúpula celeste, de escasa contaminación lumínica, constituye un patrimonio de valor literalmente astronómico y potente sinergia con otros tipos de patrimonio cultural y natural. Es a la vez consecuencia y garante de un entorno biodiverso y bien conservado en lo vegetal, animal, geológico e hidrológico: noches oscuras son sinónimo de riqueza en la base de la cadena trófica, equilibrio depredador-presa y sueño reparador.

Sigüenza se asoma al vasto océano cósmico por un horizonte de una luminosidad y belleza únicas – amplio, sin grandes elementos disonantes, abierto 360º pero en absoluto plano. Recorrer, con la vista o las botas, sus “siete colinas” (Mirón, Villavieja, Otero, Morretón, Buitrera, Quebrada y los Chorrones) es disfrutar de bosque –pinar y rebollar–, páramo, campos de labranza y vega sin toparse con una valla. Se goza, en suma, del derecho no escrito a un horizonte despejado que saque del ensimismamiento. El horizonte seguntino se abre a un Parque Natural (Río Dulce), al nacimiento de un río (Henares), al paso natural entre dos cordilleras (central e ibérica), a picos señoriales (Ocejón, Alto Rey, Urbión, Moncayo), al vértice de tres vertientes (Tajo, Duero, Ebro) y a los escenarios de la historia (Vía Augusta, frontera Castilla-Aragón, reconquista, guerras de independencia y civil).

Tras un atardecer de luz sanguinolenta sobre arenisca, ese mismo horizonte se abre a la Vía Láctea en itinerarios estelares –circumpolares, estacionales, zodiacales– como los que se describen en el mirador celeste del molino conocido como el Polvorín.

Javier Bussons Gordo, astrofísico.

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